Para el fundador de Telesur el problema de la izquierda no dice relación con el presupuesto, sino con la carencia de ideas. Aharonian valoriza el trabajo en redes y lo alza como indispensable para el avance de las ideas progresistas en el continente. Cree que Telesur fracasó en su intento de ser latinoamericano, que la idea ya se quemó y que los gobiernos de izquierda, en su mayoría, no reconocen el valor de las comunicaciones. A Chávez, en ese plano, “lo tuvo que dar vuelta”, asegura.
“Azuquítar, azuquítar”, contesta Aram Aharonian cuando le preguntan qué prefiere para su café. “Yo sé que de aquí en más no me van a dejar tomar azúcar”, agrega riendo. Aharonian carga con más de 40 años de trayectoria periodística en sus hombros.
Hace poco más de una década co-fundó Telesur, un canal que aspiraba a ser una señal latinoamericana que le hiciera el peso a CNN en Español y a los medios “hegemónicos”, y que hoy se alza como uno de los medios de comunicación “contraculturales” más importantes en el continente.
Es uruguayo, vivió 13 años en Argentina y después desarrolló parte importante de su proyecto profesional en Venezuela, cerca de Hugo Chávez. Hace cuatro volvió a Argentina y trabaja en una fundación para la integración latinoamericana que lo que hace, principalmente, es elaborar contenidos de cualquier materia que le den algo qué decir a las fuerzas de izquierda. Trabaja, entre otras cosas en la elaboración de una hoja de ruta para erradicar lo que él llama la filosofía del lloriqueo y la denunciología.
500 años de resistencia
– “Si tú estás en una posición política, lo mínimo que tienes que hacer es tener propuestas. Si no tienes propuestas estás siempre lloriqueando no más. La izquierda se ha quedado en la denunciología y el lloriqueo. Hace 500 años que resistimos y hemos confundido resistencia con denuncia y lloriqueo. Incluso desde el punto de vista comunicacional, no tenemos agenda propia. Somos reactivos a la agenda del enemigo y decimos “El Mercurio miente”, pero no decimos lo que queremos decir ni visibilizamos a los actores que queremos visibilizar. Somos reactivos a la agenda del enemigo y seguimos usando su agenda. Lo que nosotros queremos resaltar, nuestra agenda política, siempre queda escondida porque pareciera que fuera más importante denunciar, denunciar, denunciar.
¿En ese panorama, qué hacer?
– Es importante parar la máquina y empezar a pensar. Yo decía que a veces da la impresión de que estás peleando guerras que ya no existen, que ya pasaron. Que te tienen a ti peleando en esa guerra mientras ellos hacen otras cosas. Seguimos creyendo que democratizar la comunicación significa una repartija equitativa de frecuencia de radio y televisión, cuando no van a servir para nada dentro de tres años. Y además, aunque te regalaran todas las frecuencias, no tenés un puto contenido para meterles. No tenemos bancos de contenidos, no sabemos utilizar los contenidos de otros para trabajar conjuntamente. Seguimos peleando guerras del siglo XX cuando nos están pasando por encima los drones del siglo XXI.
¿Es una característica común de la izquierda en América Latina o en el mundo?
– Siempre digo que una computadora hoy es la vieja metralleta. El campo de lucha es el campo virtual, ideológico, de ideas, y que hay que saber usar las armas.
¿Estamos tratando de convencer a los convencidos?
– Sí. Es mucho más cómodo. Están todos de acuerdo con nosotros.
¿Ese es un trabajo que están haciendo los medios de comunicación?
– Los medios son eso, medios. Hay distintas herramientas de trabajo. El único problema que tenemos hoy en comunicaciones es que toda la caja de herramientas que teníamos ya no sirve para nada. Hay que hacer una caja nueva. Yo decía: “chicos, tengo una noticia para ustedes: estamos en guerra. Tengo una segunda noticia: las armas que tenemos no nos sirven”. Todos los gobiernos progresistas que pasaron, ninguno hizo algo para cambiar las estructuras. Hoy no tenemos movimientos sociales, no tenemos calle, no confiamos en la gente. Nunca entendieron el tema comunicacional.
¿Ninguno?
– Hubo dos personas que me dieron la sensación de entenderlo. Uno fue Fidel Castro. En el 2000 dijo; “nosotros en este momento no tenemos voz en el mundo. Nadie nos pasa lo que queremos decir. Tener un pequeño espacio es un triunfo”. El otro fue Chávez, después de mucho. No entendía lo que era la soberanía comunicacional. Después sí, todo por golpes. Cuando yo hablaba con Hugo Chávez sobre soberanía comunicacional, él me decía “qué, si eso lo estás inventando”. El día que le hicieron el golpe le reventaron el canal oficial, que es la única salida satelital que tenía. No pudo salir a ningún lado. “Ahora entendí lo que me decías”, me dijo después.
Telesur y la contrahegemonía
¿Cuál fue el diagnóstico que derivó en el nacimiento de Telesur?
– La necesidad de verse con los propios ojos. Entendimos lo que significaba “alternativo”. Siempre nos vendieron que quería decir marginal, chico. El día que salió Telesur nos dimos cuenta de que CNN en Español, que era lo único que había de TV en español en ese momento, en 10 años nunca había pasado ni a un indio ni a un negro. Eso cambió con la llegada de Telesur. Transmitió la asunción de Evo, no pudo invisibilizar el golpe en Honduras. Terminó la posibilidad de invisibilizar todo. Ya tenías una alternativa de información. Entonces, por más que no sea del mismo tamaño, es una posibilidad de entregar lo que otros no dicen.
¿Cómo se sintió el formato?
– A mí nadie me explicó todavía por qué cada quince minutos tengo que interrumpir la programación para pasar tandas publicitarias cuando no tenía tanda publicitaria. Tampoco por qué los presentadores de noticias de Telesur tenían que vestirse de traje y corbata, cuando estamos hablando de América Latina, que es un continente informal. Si lo que yo quiero es entrar a tu mesa, que te sientes conmigo a hablar de una noticia… así no. Seguimos repitiendo formatos ajenos y agendas de los demás.
¿Se logró romper con esa estructura?
– Se logró romper durante tres años. Después se fue todo a la mierda.
El nacimiento de Telesur se dio en un contexto bastante atípico, en el cual había una serie de gobiernos progresistas…
– Se dio un poquito antes. Ahí fue con el discurso inicial de Chávez. Estaba con Kirchner, Lula da Silva y Tabaré Vázquez. Evo no estaba aún, Rafael tampoco. Rafael Correa venía a sentarse a mi oficina para que lo sacáramos en televisión. Cuando iba, la secretaria me decía “señor Aram, ¿ese churro quién es?”. “Ese va a ser el próximo Presidente de Ecuador”, le decía yo. Bueno, y los cubanos. No había más. Lula no hizo nada, Kirchner abrió un poquito.
Ese contexto era atípico. ¿El escenario hoy día no se presta para elaborar una iniciativa de ese tipo?
– Yo creo que esta iniciativa la quemaron. Porque en lugar de ser un canal latinoamericano, como tenía que ser, terminó siendo un canal exterior de Venezuela. Es muy difícil retomarlo porque no hay voluntad política. En la integración siempre falló la voluntad política.
¿Y hoy qué se hace en el campo comunicacional para hacerle el peso a la hegemonía?
– Hoy no se hace nada. Se puede hacer mucho pero hay que idear la forma de hacerlo. El problema es que no tenemos una línea editorial que seguir. Por ejemplo, que este semestre los temas sean: el hambre, los indígenas y los migrantes. Si la línea editorial de este semestre son estos tres temas y vamos a hablar sobre eso en cada uno de los países, vas a tener una cantidad de contenidos del carajo. Y después tienes que ver la forma para que esos contenidos salgan a la luz.
¿Trabajar en redes?
– Trabajar en bancos de contenidos.
¿Y se puede trabajar con cualquiera o solo con la izquierda?
– Nooo.
¿Y cómo trabajar de la mano con las ideas dominantes?
– Vos podés conciliar sobre ciertos temas. El tema político es un tema aparte. Toda visión tuya es una visión política. El tema es ver los temas comunes que tenemos que tratar. Y no “Fora Temer”… O sí, “Fora Temer” también, pero de otra forma. En favor de algo, no en contra de todo. Hay un problema básico de la izquierda: no sabe vender esperanza. Siempre pasa cuentas de lo que hizo. “Nosotros entregamos 1 millón 300 mil viviendas, ¡Y millones y millones de brasileros que dejaron la pobreza extrema!”. Pff, todo eso ya está acá (dice metiéndose la mano al bolsillo). ¿Y para adelante? Entonces un huevón, con un globito y un “cambiemos” te dan las elecciones.
¿La derecha sabe vender esperanza?
– Saben vender esperanza. Venden, nada más, pero saben hacerlo. Cuando eso se copia está el problema. El único mensaje que yo vi así fue Chile, el del alcalde de Valparaíso. Ya ni me acuerdo cómo se llama.
Jorge Sharp
– Sharp. El único que tuvo un mensaje hacia adelante.
Y ganó…
– Y ganó. La construcción se hace desde abajo, siempre. Lo único que se construye desde arriba es un pozo.
Y en el plano de los contenidos. En Chile la sociedad aún está despolitizada después de la dictadura. Aún se siente su legado. Da la impresión de que lo que se quiere ver en televisión es farándula, espectáculo.
– ¿Toda la gente que está en la farándula es boba? Yo creo que no. Entonces buscá a alguien que no sea bobo. Y que charle de los pobres animalitos, no sé. Pero es una forma de romper con eso. Nosotros estigmatizamos a toda esa gente. Esa gente está trabajando.
¿Hay que aprovecharla?
– Claro. Hay que agarrarlos. Uno puede sumar gente que sea de temas ambientales, temas locales, no necesariamente de izquierda. No hay que perder de vista lo territorial, lo vecinal. Por ver mucha televisión tenemos una visión global de todo y te olvidás de que lo que juega realmente es lo local, lo que te toca el culo.
¿Eso la gente lo consume?
– Lo ve, lo consume, se identifica. El problema de hoy es que no te identificas con nada de lo que pasa. Todo es un espectáculo.
¿Existe algún medio que sea un referente en esa materia?
– No.
¿Telesur fracasó?
– Yo creo que sí. Aunque sigue siendo uno de los pocos referentes, pero pierde credibilidad con eso de ser latinoamericano.
Cuando hacemos un noticiero latinoamericano, decimos, por ejemplo, que hay inundaciones en Valparaíso. Y no nos da por pensar que hay un enfoque más amplio: las razones climáticas. Así con cualquier tema. Si yo quiero hacer un noticiero que me muestre que los temas son comunes, vas creando consciencia regional, identidad. Así no son excluyentes el tema local y el tema global. El tema entonces no son las inundaciones en Valparaíso, es el cambio climático.
¿Qué rol juega la parcialidad de los medios?
– Todo es subjetivo.
¿Deberían tomar partido los medios de comunicación?
– Acá hay un gran verso liberal que habla de la objetividad, neutralidad e imparcialidad. No existe. Del momento en que tienen línea editorial muere todo eso. Incluso, nosotros desde la prensa alternativa no queremos ser neutrales. Somos parte de la guerra, no somos observadores. Nadie observa la guerra. Lo que me parece totalmente anti-ético es decir que eres objetivo para exponer tu propio punto de vista.
¿Eso es más propio de los medios de derecha?
– Sí, de derecha y hegemónicos.
¿Cuál es el límite de la subjetividad?
– La ética. En general la ética la buscan en el diccionario con hache y es sin hache, por eso no la encuentras nunca.
¿Los medios de comunicación pueden llegar a formar parte de un gobierno?
– No, creo que no pueden formar parte de un gobierno, pero sí pueden apoyarlo. Y tiene que ser un apoyo crítico, si no es un medio de propaganda, no de comunicación.
¿Cómo lo hizo Telesur en ese sentido?
– Durante mucho tiempo bien. Después mal.
¿Perdieron lo crítico?
– Se terminó el pensamiento crítico. Telesur se va convirtiendo cada vez más en un medio para los convencidos. Como casi todos los medios nuestros.
¿Qué pasará con Telesur cuando termine el chavismo?
– ¿Terminará el chavismo?
¿Eventualmente?
– Sí. Yo creo que si hay gente inteligente se quedará con el proyecto, pero creo que ni en el chavismo ni en el otro lado hay gente inteligente. Se ha utilizado como instrumento de propaganda. Con una buena comunicación llegás a muchas más mentes y almas que con propaganda burda y con repetición de consignas. Lo que más daño le hará a la izquierda latinoamericana es ser repetidor de consignas. Yo no creo en la democracia formal, no creo en la repetición de la democracia liberal.
Chávez, la revolución y el bolivarianismo socialista
¿Cómo era su relación con Chávez?
– Muy buena, muy amistosa. Él insistía en que yo me hiciera venezolano. Yo decía que no, porque cuando me pasara para su vereda él me iba a ofrecer un cargo y yo lo iba a mandar a la mierda. Chávez logra hacer tal cantidad de cosas porque nunca hizo política. No sabía lo que se podía hacer y lo que no se podía hacer. Entonces mandaba a la mierda a Estados Unidos sin saber que no se podía mandar a la mierda.
¿Le pesó eso?
– A la larga sí. En el momento, no. Por otro lado tenían la idea de que todo es vertical, porque así era su formación. Cuando le decíamos que había que hacer un partido, decía “¡qué partido!”. Si Chávez no conocía nada. Chávez no conocía Caracas. Había estado un par de veces pero no lo conocía. Lo que me gustaba de Chávez era su cara de chiquitín sin maestra, cara de pibe que va a hacer todas sus diabluras. Siempre mirando y pensando a quién joder. Tenía esa gran capacidad de joder.
Aram calla un rato, rasca el scotch que pega un cartel en la muralla del café en el que estamos sentados y agrega: “Y muchas bolas. Tenía muchas bolas”.
¿Pero tenía una formación jodida?
– Una formación jodida. De campo, pobre. Antes de asumir hizo un viaje a París. Vuelve y me dice “Aram… La torre Eiffel existe, ¡yo la vi!”. Eso era Chávez. Su sueño era lanzar en el Yankee Stadium, y lanzó. Todos sus sueños de chico se cumplieron. Le interesaba mucho más lanzar en el Yankee Stadium que hablar con el Presidente de Estados Unidos.
¿Cometió un error siendo demasiado personalista?
– Es su formación. El problema de no formar cuadros administrativos, políticos, no se formó nada. No tenía formación política Más allá de dos o tres panfletos de algún grupo alguna vez. Su héroe: Bolívar. ¡Bolívar no escribió un puto libro! Bolívar escribió cartas, que son muy buenas, su pensamiento es bueno, pero hay que sacarlo con… (hace como que usa una cuerda imaginaria. “A tirones”, da la impresión que dijera). Chávez le designó a Samuel Moncada que escribiera las bases del bolivarianismo. Estuvo un año leyendo y estudiando. Antes de que lo publicaran fui al foro social de Porto Alegre. Ahí Chávez anuncia que la revolución bolivariana era socialista. ¡Lo cagó! Lo mató. ¡Perdió todo el trabajo de un año! No le había dicho a nadie, Chávez. Al tío se le ocurrió, lo anunció y chao.
¿Y era socialista?
– Sí, él creía que podía ser socialista.
¿Sabía lo que era el socialismo?
– Sí, quizás no sabía cómo implementarlo. Tuvo una muy mala escuela con los cubanos, que fueron un desastre. Son muy buenos para algunas cosas y muy malos para otras. La formación ideológica es muy mala, primero porque en Cuba no saben lo que es el capitalismo, saben hablar contra el capitalismo pero no han vivido el capitalismo. No sabe qué es el capitalismo.
¿Y Maduro?
– No había mucho más. La falta de formación de cuadros, la correlación interna de fuerzas…
¿Se le fue de las manos la cosa a Maduro?
– Nunca la tuvo.
¿Venezuela es un país más democrático que los otros de la región?
– En algunas cosas sí, en otras no. Lo que la gente no considera es que en Venezuela los chavistas todavía no salen a la calle, a pelear. El pueblo chavista. Yo no creo que pase nada, lamentablemente, porque la derecha no tiene ideas. Es un país muy jodido. Se lo han robado todo, entre ellos los militares. Esa ha sido la forma de retenerlos. Con cargos públicos también. Es una corrupción obscena…
“Me voy”, dice Aram con tono lapidario y se queda callado un rato. Tiene gente trabajando en su casa. Agrega que le gusta conversar con los jóvenes. No para decirles qué hacer, sino para mostrarles las opciones. Pide la cuenta al garzón. “Sin anestesia”, le dice. Parece que se conocieran hace un tiempo. Se me hace cara de cliente frecuente. Aram Aharonian se para mientras rememora en voz alta algún otro episodio de sus vivencias con Chávez. Mientras tanto, se prepara para caminar bajo el frío y la lluvia del invierno bonaerense. Justo la lluvia amaina, y así se va.