Glaciar Grey y cambio climático

  • 01-12-2017

Gran impacto ha causado el reciente desprendimiento de un témpano de 350 metros de largo por 385 m de ancho, según datos de Ricardo Jaña del Instituto Antártico Chileno (INACH), ocurrido en la lengua oriental del glaciar Grey, el pasado domingo 26 de noviembre. Sin duda, contribuyeron a la noticia las espectaculares fotos que difundió la Corporación Nacional Forestal (CONAF). Aunque, por cierto, se trató de un desprendimiento excepcional, su tamaño de 13 hectáreas fue un orden de magnitud más pequeño que el evento de 1.5 km2 de hielo desprendido de la lengua occidental del mismo glaciar en 1997, el cual impidió la navegación en el lago durante 2 años sucesivos.

Los desprendimientos de témpanos son fenómenos, esencialmente, naturales y esporádicos, en que un glaciar pierde masa de hielo en su parte frontal (lacustre, en este caso). Si el glaciar estuviese en equilibrio con el clima, dicha masa se recuperaría por flujo de hielo desde su sector alto, producto de un normal exceso de precipitación de nieve en plena meseta del Campo de Hielo Patagónico Sur, con su correspondiente avance del frente. Pero sabemos que el glaciar Grey – y, en efecto, la mayor parte de los glaciares del planeta – está en franco estado de retroceso y pérdida de masa, debido al calentamiento climático global.

Considerando que el hielo ha retrocedido en forma irreversible en los frentes de los glaciares de la Patagonia, donde se han verificado grandes desprendimientos en el último tiempo (glaciares Jorge Montt, O’ Higgins, Upsala y el mismo Grey en 1997), el reciente fenómeno que ha acaparado las noticias es, sin duda, un efecto relacionado con el cambio climático global, irreversible si se mantiene a futuro la tendencia actual de calentamiento atmosférico, y si no aumentan, sustancialmente, las precipitaciones de nieve en la zona alta.

Los desprendimientos se aceleran al adelgazarse el glaciar, debido a la disminución de la resistencia mecánica del hielo que se adelgaza, y también debido al retroceso del glaciar hacia sectores con mayor profundidad de agua, donde pierde sustentación. Resultados de nuestro proyecto GABY-VASA que desarrolla la Universidad de Magallanes junto al INACH y universidades alemanas, muestran un adelgazamiento reciente en los últimos 5 años de unos 7 metros anuales, y un retroceso del frente oriental del glaciar Grey de unos 25 metros en el mismo lapso. Retroceso muy modesto en relación al de 2 km que ha sufrido su lengua oriental desde mediados de la década de 1980, cuando, prácticamente, cubría toda la bahía que culmina en una península al norte del Refugio Grey.

Es ilusorio pensar que actividades humanas como la navegación y las caminatas en el hielo puedan ser responsables del desprendimiento. Para este efecto, es interesante recordar que en 1939, dos aviones de la Armada argentina bombardearon el frente del glaciar Perito Moreno, con el propósito de romper el dique natural del hielo, provocado, hasta el día de hoy, por el avance de este glaciar al embalsar, periódicamente, el Brazo Rico del Lago Argentino, sin causarle más que un mero rasguño superficial.

Considerando que el témpano de 13 hectáreas es mucho más pequeño que el desprendimiento de 1997, debiera tener un efecto mucho más limitado en la navegación del lago Grey. Debido a la inestabilidad mecánica natural de los témpanos, debiera desintegrarse, paulatinamente, en bloques más pequeños, junto con continuar derritiéndose; desplazándose por los vientos predominantes hacia la playa, y desaguando en el extremo sur del lago. No se puede descartar que algunos de estos bloques más pequeños puedan quedar varados, temporalmente, en dicho desagüe y en el sector aledaño a la playa sur, dificultando tal vez el acceso a los embarcaderos utilizados por las embarcaciones que navegan el lago Grey. No obstante, la duración de este potencial efecto sería mucho más breve que los 2 años que duró el bloqueo por témpanos de 1998-99.

Muy apropiada ocasión nos brinda este emblemático desprendimiento, para recordar que la causa principal del calentamiento global somos nosotros mismos. Desde los albores de la Revolución Industrial, hemos emitido del orden de 40 mil millones de toneladas de carbono a la atmósfera, lo que se ha traducido en un aumento de temperatura promedio del planeta de 1ºC en el último siglo. Poco en cuanto promedio, pero suficiente para ocasionar múltiples fenómenos extremos, tales como olas de calor, lluvias y huracanes más intensos, mayor frecuencia de incendios y crecidas catastróficas de ríos y, por cierto, el rápido retroceso de glaciares, incluyendo nuestras maravillas de Patagonia y Tierra del Fuego.

Aunque EE.UU. anunció en junio pasado que se retirará del Acuerdo de París, y que busca limitar las emisiones de CO2 a nivel planetario, para no superar un máximo calentamiento de 2ºC, la Casa Blanca está mostrando señales claras de que reconoce como real el cambio climático antropogénico. En palabras del Papa Francisco en su iluminadora Encíclica Laudato Si’, es necesaria no sólo una conversión ecológica, sino también una conversión espiritual para “el cuidado de nuestra casa común”. Con la reciente publicación del categórico Cuarto Informe Nacional de Evaluación del Cambio Climático de casi 500 páginas por parte del Programa de Investigación de Cambio Climático de EE.UU. – avalado por 13 agencias federales, incluyendo respetables instituciones como la Fundación Nacional de Ciencias y la NASA – al parecer hasta el Presidente Trump comenzó este necesario proceso de conversión ecológica. ¡Enhorabuena!

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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