El candidato presidencial de la Nueva Mayoría, Alejandro Guillier, en una entrevista con el suplemento deportivo de La Tercera, mencionó que trataría que Harold Mayne-Nicholls y Marcelo Bielsa volvieran a cumplir las labores que desarrollaban hace algunos años en nuestro país: presidente de la ANFP y director técnico de la selección chilena, respectivamente.
Detrás de este deseo deportivo hay una segunda lectura. El tema Bielsa tiene una importante connotación política en nuestro país, la que específicamente afecta al contendor de Guillier en la segunda vuelta presidencial, Sebastián Piñera. Aún está en la memoria de los chilenos el día en que el entrenador rosarino dejó con la mano estirada al ex mandatario, inmortalizando la distancia entre ellos. Tiempo después, cuando Bielsa dejó el mando de la selección de fútbol, muchos resintieron en el entonces jefe de gobierno alguna responsabilidad de la partida del querido director técnico.
Con estos antecedentes, posicionarse como “bielsista” es una buena estrategia para Guillier. Lo cierto es que el candidato de la Nueva Mayoría técnicamente no tiene cómo incidir en un regreso del rosarino, puesto que la ANFP es una organización privada, pero un mensaje como el dado en la entrevista le sirve políticamente.
Así como para la derecha el tema “delincuencia” es un insumo efectivo a la hora de levantar una campaña, esto desde el precedente dejado por George Bush padre en las elecciones que lo llevaron a ser presidente de Estados Unidos en 1988, el deporte también lo es para todos los sectores políticos, a falta de liderazgos que inspiren a la ciudadanía desde los partidos.
El director de la Escuela de Publicidad de la Universidad Diego Portales, Cristián Leporati, señala que tanto el Ministerio del Deporte y el de Cultura en nuestro país son utilizados como elementos decorativos en los gobiernos y en las campañas electorales, puesto que abarcan amplios espectros de la población.
“La cultura y el deporte son más bien herramientas de manipulación o propaganda de los gobiernos para lograr fines electorales o mejora de imagen. Lamentablemente no son parte del fondo, de las políticas públicas estratégicas en Chile, nunca lo has sido la cultura, tampoco el deporte”.
Leporati cita como ejemplo adicional la vez en que la presidenta Michelle Bachelet llegó a la final de la Copa América de 2015 jugada en nuestro país, en medio de una mala aprobación según las encuestas. Mismo caso también es el de Sebastián Piñera, cuando compró acciones en Blanco y Negro S.A, antes de lanzar su candidatura presidencial de 2009.
Por su parte, el académico del Instituto de Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile, Eduardo Santa Cruz, enfatizó en que el deporte, particularmente el fútbol, debido a su masividad es un tema efectivo para poner en pauta.
“Esto provoca esto mismo. Si se pusiera a hablar de quién le gustaría que fuera el director de la corporación del Teatro Municipal, no tendría la misma difusión, porque quizás no hay mucha gente interesada en el tema, pero en el fútbol sí. Esto genera titulares, comentarios, es un recurso propagandístico nada más”, señaló.
Aunque no sólo el comentario de Guillier es señal de esta estrategia en la actual campaña. Sebastián Piñera, por su parte, nuevamente ha recurrido a esto en su candidatura, integrando nombres como al ex defensa de la Universidad de Chile, José Rojas, o a la diputada electa y ex deportista, Erika Olivera, como parte de su comando.
En el caso de Sebastián Piñera la relación entre política y fútbol es aún más profunda. El periodista Daniel Matamala, en su libro ‘Goles y autogoles’, investiga los históricos vínculos entre las dos temáticas en nuestro país. En él expone un momento trascendental en la utilización del deporte con fines de posicionamiento en el poder.
“El 10 de marzo de 1998, el senador Sebastián Piñera presentó un proyecto de ley para convertir a los clubes de fútbol en sociedades anónimas. No era cualquier día, ni era cualquier proyecto. Era el último día del pasado, y el primer día en el futuro de la carrera político-empresarial que lo llevaría a la presidencia de Chile”, dice el texto.
Años después de presentar ese proyecto que sirvió para salvar a Colo-Colo de la desaparición, debido a la quiebra que atravesaba y específicamente en 2006, Sebastián Piñera compró acciones en el club, pese a su histórica y reconocida afición por la Universidad Católica. Pero el club albo es reconocido como el más popular del país, algo que el ex presidente aprovechó.