Por una nueva política

  • 03-01-2018

Chile, en las últimas elecciones, ha  abierto un nuevo paréntesis  conservador, dentro del impulso a más largo plazo que debe llevar necesariamente a recuperar los estándares de integración social y democrática que tiene pendiente desde 1973, cuando fue interrumpida por el golpe militar conservador,  experiencia brutal que retrotrajo a la sociedad de derechos hasta comienzos del siglo XIX. Lo triste y preocupante, es que no sólo es  una regresión en los derechos el que aqueja al país, es también una regresión y retraso en sus expectativas de un desarrollo según estándares modernos. La derecha-pero también el Frente Amplio- carecen de una postura al respecto, uno por su afán de crecer simplemente por los negocios y el otro por crecer en integración sólo por vía del gasto. Ambas tesis son estratégicamente insolventes, insuficientes y radicalmente diletantes, porque les falta el fundamento de todo desarrollo: la integralidad de los procesos.

De hecho, Chile presenta un atraso de décadas en varias áreas de su quehacer como sociedad:

  • Posee un Estado muy reducido para su actual etapa de desarrollo, lo que representa un freno para avanzar en el futuro inmediato. En todos los países de desarrollo intermedio, el Estado se hace cargo de al menos el 25% y debe llegar idealmente al 35% del PIB. Nuestro país apenas se ubica en torno al 18% a 20%. Esto representa 5 a 10 puntos de rezago interanual, lo que al sumarse en décadas, produce una brecha enorme, que debe ser recuperada en el futuro inmediato si no se pretende que este  retraso se transforme en una rémora insalvable, en un dique impasable para el desarrollo.
  • Presenta un rezago industrial injustificable: Las políticas neoliberales de explotar sólo los recursos naturales, ha derivado en que Chile quede al margen de una estrategia lógica y sensata de industrializarse a través de la explotación de dichos recursos básicos, como ha sido la experiencia más exitosa de los países del norte de Europa. La entrega incondicional y sin amarres de los recursos mineros, del mar y forestal, ha dejado a Chile sin herramientas, y ni siquiera con la inquietud de dar pasos de progreso industrial. Esta liviandad estratégica, esta inconsistencia histórica, representa una reincidencia culposa a las pasadas experiencias con el uso de la riqueza minera.

Chile no encuentra mejor alternativa para dar un salto al desarrollo, de nivel internacional, que el partir industrializándose desde su riqueza minera, pues ésta representa una gran ventaja inicial y comparativa.

  • A pesar de ostentar ingresos del PIB correspondiente a país de desarrollo intermedio, los sueldos salarios y sistema de seguridad social corresponden apenas a una nación de desarrollo incipiente. Esto habla que, además de poseer una estructura productiva sumamente lábil (que depende de las fluctuaciones de los ciclos de precios de recursos muy volátiles), variables, inestable y de “estrellas menguantes” (que decaen como competidor internacional de bienes), Chile exhibe, además, una distribución del ingreso tremendamente regresiva. Esto quiere decir que el ingreso se concentra en pocas manos y los salarios son sumamente bajos. Esto debe ser así, justamente por ser una economía primario exportadora, donde no requiere mercado interno (ingresos internos) para equilibrar los factores de demanda; tampoco requiere de calificación superior en su mano de obra, sino fuerza muscular barata y abundante. Esa es la razón por lo que tampoco tiene Chile una legislación laboral y sindical acorde con los tiempos. Las pensiones deben ser necesariamente bajas en una economía de este tipo, pues el trabajo no es abundante, no es estable, no es continuo ni es decente.
  • La educación se ha transformado en un desafío privado, una carrera de los individuos por ascender en medio de una masa postrada y marginada de hombres que han olvidado sus derechos de tanto enrostrarles sus deberes. La vocación neoliberal por los negocios ha llevado a cooptar toda actividad, que antes fue de derechos, para enrolarla dentro de los negocios del lucro, de esta manera se permite hacer crecer y reproducir los capitales excedentarios que se concentran, sin mucho destino loable y eficiente, en las áreas realmente menos productivas.
  • La salud cae en la misma categoría de los servicios estratégicos que antes prestaba el Estado y que hoy se hacen coto de caza de los negocios privados. Esto hace que el 80% de la población deba ser atendida con un 25% de los recursos administrados por el Estado, mientras que el 50% de los dineros gastados en salud sólo benefician al 18% de la población. Esto permita también que las industrias vinculadas a la salud, lucren con precios hasta 1000% más altos que en los países vecinos, sin que el sistema se atreva a instalar las correcciones debidas, bajo el slogan que el altar del libre  mercado no se debe profanar, cuando sabemos que  el tal libre mercado en Chile no existe, pues es éste uno de los países más oligopólicos del mundo. Como no interesa el hombre, sino los negocios, en el campo de la medicina los únicos que gozan de buena salud son los rendimientos empresariales.
  • Nuestra mendicidad en Ciencia y Tecnología es tan bochornosa, que la podemos instalar como la más alta imagen de nuestra torpeza estratégica. Ningún país que se asome al siglo XXI, con alguna perspectiva de inserción real, puede dejar de lado un sector  tan relevante como la ciencia y tecnología. Como decía el gran cientista social Fernando Fajnzylber, de la CEPAL, esta área se ha convertido en la “caja negra” de nuestro desarrollo: nadie la ha abierto y sin embargo ahí reside la explicación de nuestro retraso. Volvemos a insistir: en un modelo de crecimiento tan primario como el de Chile, la educación, el conocimiento y la salud constituyen factores de fácil y natural prescindencia.
  • Todo esto avala nuestra denuncia temprana de que un modelo de negocios oligárquico no es un modelo de desarrollo; puede hacer crecer la economía de manera rastrera por un tiempo, pero su desfase y su inconsistencia estructural lo detendrá tarde o temprano.
  • Por ello, llamamos a no desfallecer en la tarea de recuperar el discurso social, puesto que comprendiendo al ESTADO moderno como aquél que diseña, sanciona y construye sus políticas de manera integrada, organizada y democráticamente ( no por decisión de cuatro poderes fácticos) podrá tener espaldas para cambiar el rumbo de una sociedad sin participación a otra realmente integrada; también podrá superar a esta sociedad que apenas quitó parcialmente la institucionalidad fascista, pero deja intacta otra autoritaria; una sociedad que concentra los poderes tan sensibles como la economía, la prensa, las comunicaciones, la cultura, las armas, la política y la religión, lo que las pone al nivel de los regímenes orientales antes que los occidentales; una sociedad que permite el ejercicio formalmente electoral al 50% de la población (el resto se margina, de puro marginal que es), población que, hemos visto, es manipulada escandalosamente  mediante el miedo, la mentira y las simplificaciones más absurdas.
  • No será una tarea fácil, pero debe ser asumida de manera decidida y permanente; de lo contrario sí tendremos la “Chilezuela” que se construyó con las mismas deficiencias del Chile actual, en su esquema oligárquico y acoquinado en un crecimiento rentista, pero, finalmente, empobrecedor.

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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