Nunca una visita de Estado a Cuba ha pasado inadvertida. Desde el triunfo revolucionario de 1959 arribar a la mayor de Las Antillas desborda lo estrictamente protocolar. Aquel país caribeño despierta conflictos que muchos se esfuerzan por superar, pero la historia termina pasando la cuenta y florecen pasiones arraigadas en el corazón del siglo pasado, cuando la Guerra Fría incitaba temibles odiosidades.
Por eso no son de extrañar las encendidas polémicas que suscita el viaje de la presidenta Michelle Bachelet a una de las pocas naciones en el mundo que se define como socialista. Apenas la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado aprobó el viaje el pasado tres de enero, comenzaron ataques posicionados en uno de los lados del desaparecido pero presente Muro de Berlín.
Las críticas argumentan que el viaje es innecesario y obedece a un gusto personal de la Mandataria. Muestra de esto es la ironía escrita por Manuel José Ossandón en su cuenta twitter el tres de enero: “No me parece mal el viaje a Cuba de la Presidenta Bachelet, es más, si agregara una visita a Nicaragua y otra a Venezuela, podría pasar a la historia como ‘la gira del socialismo fracasado'”.
Más allá de las diversas opiniones en torno a Cuba, la nación que visita la presidenta no es la misma que dirigió Fidel Castro.
El 2006 Raúl Castro asumió el máximo cargo del país, pero no fue sino hasta el 2008 cuando se posesionó formalmente en la presidencia. Ese mismo año se autoriza a agricultores privados recibir tierras en usufructo.
En Octubre del 2010 el trabajo privado se permitió para 181 oficios, mientras que el año 2011, durante el VI Congreso del Partido Comunista, fueron aprobadas 300 medidas apuntadas a la ampliación del sector particular, la autogestión de empresas públicas, y la reducción del personal de las empresas estatales.
De ahí en más, la isla se ha abierto al capital extranjero, permitiendo incluso inversiones estadounidenses, como la cadena hotelera Starwood. También ha modificado su política migratoria y restableció, el 17 de diciembre del 2014, las relaciones diplomáticas con Estados Unidos, rotas en 1961.
Según informó en octubre pasado el ministro de comercio exterior y de la inversión extranjera, Rodrigo Malmierca Díaz, durante el 2017 Cuba logró atraer más de dos mil millones de dólares, y la cartera para el próximo año propone un total de 456 proyectos por un monto superior a los 10 mil 700 millones de dólares.
En cuanto al turismo –sector fundamental para la economía cubana-, se proyecta que este año los visitantes superen los cinco millones, quienes aportarían más de mil doscientos millones de dólares por semestre.
La apertura económica también se ha acompañado de la religiosa, muestra de esto son las visitas de los últimos tres Papas. En el mismo sentido, desde el 2012 los viernes santos se han declarado feriados, algo impensado hasta hace algunas décadas.
Sin embargo, para Mijail Bonito, abogado cubano nacionalizado chileno, no son aperturas que necesariamente se reflejan en la sociedad. Para él, el único cambio real es que “un señor con casi noventa años, que lleva sesenta años en un poder heredado por su hermano, ha dicho que se retira. Más cambios no hay.
“Para el pueblo cubano, en términos de crecimiento económico, en términos de apertura, en términos de libertad, no ha habido absolutamente ningún cambio, y yo personalmente no vislumbro ninguno”. Afirma el también militante de Evópoli.
Quien camine por las ciudades cubanas, se encontrará con no pocos carteles anunciando que las reformas actuales son para perfeccionar el socialismo, propaganda que no convence a Diosnara Ortega, académica y socióloga cubana radicada en Chile.
Para la docente de la Universidad Católica Silva Henríquez, decretos promulgados como los del 2008 que permite ofrecer tierras en usufructo a cubanos y también parte del territorio nacional al capital extranjero, son reformas abiertamente liberales, por eso han generado cierto desconcierto en la población.
Reacción obvia tomando en cuenta que “la Revolución, más allá de todos los vaivenes que hemos pasado, ha tratado de confirmar una autonomía en todos los sentidos, y sobre todo en el territorio. Esto la pone en riesgo”, acota.
Mientras unos afirman que los cambios en Cuba no son más que fachada y otros entrevén la desaparición del socialismo en la isla, para la doctora cubana en Ciencias de la Comunicación, Ana Teresa Badía, las transformaciones son efectivas y a ritmos prudentes.
“Los cambios que tienen lugar en Cuba no han sido apresurados. La elección de un nuevo Presidente del Consejo de Estado y de Ministros, obedece a una política de transformación por parte del gobierno Cubano. En una reciente entrevista que tuvimos la oportunidad de hacer al actual Primer Vicepresidente del país, Miguel Díaz-Canel, él expresaba ante una pregunta de Radio Rebelde que vendría un período de continuidad histórica para el país”, comenta Badía.
En ese sentido, los medios cubanos juegan un rol fundamental, pues deben reflejar el discurso oficial siempre bajo la lupa de las críticas foráneas, empecinadas en acusar un férreo hermetismo informativo.
La también docente de la Universidad de La Habana, aclara que se debe diferenciar entre la prensa cubana y los periodistas cubanos: “Estamos hablando de profesionales entre los mejores formados en América Latina y también a nivel internacional, te puedo dar fe de ello. Lo otro tiene que ver con el funcionamiento de la prensa cubana, muy mediado sobre todo por factores extra mediáticos”.
Para la académica estos factores corresponden a la negativa de las fuentes para obtener información, la poca iniciativa de los medios para tener sus propias agendas, y la poca preparación que a veces tienen quienes se ponen al frente de las instituciones comunicacionales, entre otros. Inconvenientes que los periodistas esperan combatir con una ley en proyecto, incluida en este proceso de reformas.
Cuba vive momentos trascendentales. El retiro de Raúl Castro de la presidencia el próximo mes de abril conlleva necesariamente a otro mandatario. Especulaciones van y vienen, pero la más arraigada en el pueblo cubano es que el próximo dignatario de la nación será Miguel Díaz-Canel, actual primer vicepresidente.
A esta Cuba llega Michelle Bachelet, un país que se debate entre su historia y su futuro.