Es el partido que nadie quiere jugar. Los rivales estuvieron a un tris de llegar a la final y así lo sienten. El tercer lugar es por el honor, pero también es recordatorio de lo que pudo ser.
Esta jornada ese duelo lo vivieron las selecciones de Bélgica e Inglaterra. Y los Diablos Rojos, la gran sorpresa de este Mundial, se llevaron las medallas del tercer lugar a su país e hicieron historia.
Aunque fueron los isleños los que tuvieron mayor posesión del balón, la efectividad y experiencia belga se demostró tempranamente cuando en el minuto 4 un pase filtrado de Lukaku para Chadli, permitió que un solitario Meunier pusiera la pelota en la red marcando así el que sería el destino final del partido.
No le costó al equipo de Martínez. Los británicos mostraron un fútbol desabrido que no tuvo mayores desbordes y, salvo un par de llegadas peligrosas, no fueron rival para una ordenada escuadra roja (hoy de amarillo) que contó con una exhibición impecable de Eden Hazard que nuevamente brilló en el mano y mano y desequilibró con su juego.
Ya en las postrimerías del partido, los Diablos Rojos relajaron su ritmo, pero los “Tres Leones” no lograron jamás una profundidad necesaria para marcar un descuento e irse de la copa del mundo con mayor prestancia. Con un fútbol cansino, fueron finalmente los belgas que, repitiendo su fórmula, lograron aumentar la ventaja con el gol de Hazard que puso punto final al enlace.
Tercer lugar merecido para quienes perdieron un solo partido en toda la cita mundialera y pasaron de ser sorpresa a una realidad que tiene futuro.
Inglaterra por su parte puede ufanarse de tener el jugador que marcó más goles en este mundial, a menos que el veloz Mbappé tenga mañana una tarde rutilante.