Brasil potencia armamentista. Brasil organizador del Mundial de Fútbol de 2014. Río de Janeiro, Brasil, ciudad donde se disputarán los Juegos Olímpicos 2016.Embajada brasileña en Honduras, lugar de asilo del depuesto presidente Manuel Zelaya. ¿Es todo esto una casualidad o producto de una estrategia pensada, perfectamente planeada?
Brasil vive hoy un momento de verdadera fiesta. Aunque para ser exactos habría que decir que sigue viviendo ese espíritu alegre del que hacen tanta gala y que siempre ha sido una maravillosa manera de olvidar los problemas y pasar las penurias. La fiesta sigue pero ahora va en serio. Y es que todos estos logros que hoy exhibe el llamado “país más grande del mundo” no han sido fruto del azar ni de la suerte, sino de que un esfuerzo consciente por levantarse y convertirse, en definitiva, en ese gran país que está llamado a ser.
¿Cómo lo hicieron? Esa es una historia no muy larga, pero tremendamente ejemplificadora para otras naciones latinoamericanas, que comienza en 2006 cuando el órgano que asesora a la presidencia de Brasil, el Núcleo de Asuntos Estratégicos (NAE), realiza de manera amplia y tremendamente democrática las preguntas indispensables, esas que cualquier ciudadano quisiera responder:
– ¿Será necesaria la identificación de las alternativas de futuro para orientar el desenvolvimiento de la nación?
¿Será necesaria la existencia de un proyecto nacional a largo plazo, focalizado en objetivos estratégicos, para que Brasil acelere su proceso de desenvolvimiento?
– ¿Será necesaria la orientación de los objetivos de largo plazo, para que los individuos, grupos y la sociedad toda tome iniciativas que contribuyan a su conquista?
– Y finalmente, la más importante: ¿será necesario el establecimiento de un pacto social, para definir las prioridades y orientación del proceso de desarrollo, para que Brasil alcance su objetivo en el siglo XXI?
Con una honestidad que no deja de llamar la atención, entonces surgen temas, 50 exactamente, sus respectivos objetivos y la fecha en que debieran materializarse. Así se cuentan, por ejemplo, la cuestión que concierne a la matriz brasilera de combustibles, respecto de la cual se plantea como objetivo el que en las políticas futuras, los biocombustibles y el gas natural debieran pasar a responder el mayor volumen de consumo del país. El tema del sistema industrial, tecnológico y de comercio exterior también se visualiza y para ello se aspira a la implementación de una efectiva política que permita contribuir a aumentar la participación de productos industrializados en la pauta de exportaciones brasileñas. Y por supuesto, otro tema que tanto les importa: que Brasil pase a integrar, como miembro permanente, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Cada uno de ellos, según las proyecciones podrían ser realidad entre los años 2047 y 2050. Es decir, en prácticamente 30 ó 40 años más. Para qué decir de aspectos como la cesantía, que busca absorber al menos el crecimiento vegetativo de la población en edad activa es una estrategia que consideraron podría materializarse, recién hacia el 2060. Y así, hasta llegar a la cincuentena de tópicos y cuya concreción se podría alcanzar sólo en el 2101, como el caso del perfeccionamiento de las políticas sociales relacionadas con el sistema de cuotas raciales para permitir la integración de los grupos discriminados.
Frente a este escenario, Brasil dijo No. Es decir, no estaban dispuestos a esperar más de cien años y para ello implementan el proyecto denominado Brasil Tres Tiempos, “el que luego de la identificación de estos 50 ejes estratégicos se proyecta su concreción en tres etapas, algunos en el 2015, otros para el 2022 y el resto, no más allá del 2050. Lo interesante de todo esto es que esta determinación s se hace sobre la base de una metodología prospectiva mediante la consulta a 4.5 millones de ciudadanos quienes aceptaron esta suerte de pacto social nacional”, explica el investigador del departamento de Ciencia Política del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile, Guillermo Holzmann.
El Pelé de la política
Este “pacto social nacional” implica a un país entero comprometido en su materialización y a un líder, su Presidente Luiz Inácio Lula da Silva, como su gran hacedor. Un conductor que ha sido llamado “el Pelé de la política” y que tiene un nivel de popularidad que supera el 80 por ciento. “Una figura paradigmática sobre la cual habían muchas dudas al momento de su elección pero que fue capaz de continuar con el legado de Fernando Henrique Cardoso. Pero no sólo eso, además a nivel regional ha jugado el importante rol de bisagra entre mandatarios de tendencia más izquierdista como Evo Morales o Hugo Chávez y otros más conservadores como el presidente de Colombia o de Chile”, explica el investigador del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, Felipe Muñoz.
Los logros de Lula son nada de menores si se tiene en cuenta que pudo reducir la pobreza extrema en la que estaba sumida el 35 por ciento de la población en 2001 a un 24,1 el año 2008. Pero no sólo eso, también logró otro importante aspecto de la movilidad social como que cuatro millones de ciudadanos dejaron el umbral de la pobreza y pasaron a engrosar las cada vez más fortalecidas clases medias que ya superan el 50 por ciento de la población.
El origen humilde de Lula ha sido un aspecto importante en su credibilidad, como también su meteórica carrera política en el Partido de los Trabajadores. La honestidad y sencillez en de su discurso tiene a los brasileños cautivados. “Brasil- decía hace poco- pasó de ser un país de segunda clase a uno de primera, y hoy empezamos a recibir el respeto que nos merecemos. Podría morirme ahora, y ya habría valido la pena”.
La académica del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, Paz Milet le asigna el carácter de estadista internacional, “lo que quedó más patente después de su discurso sobre los Juegos Olímpicos de 2016. Hay que considerar que Lula más que continuidad ha logrado dar un salto cualitativo logrando que ese ´gigante dormido´ por la pobreza y la violencia, despertara”.
Y es que había temor, una campaña del terror en verdad, en torno a este “presidente rojo” que tomaba el asiento que dejaba Fernando Henrique Cardoso, un importante teórico de la década de los 60, famoso por su Teoría de la Dependencia entonces, pero que una vez Presidente de la nación y con la idea de modernizar Brasil, no dudó en realizar un agresivo programa de privatizaciones. Lula aceptó las reglas del juego económico que heredaba pero no por eso dejó de introducir cambios importantes como el programa Brasil en Tres Tiempos, antes mencionado, pero sobre todo, salió al exterior y empezó a jugar un rol cada vez más determinante.
“Esto se ha notado desde el último tiempo, cuando el año pasado frente a la crisis boliviana, por ejemplo, da la pauta y promueve que finalmente, no haya una referencia a estados Unidos en la declaración final de UNASUR. También lo ha hecho en Honduras, donde Brasil abre las puertas de su embajada y se consolida como un articulador regional. Pero esto no ha significado que no cumpla un rol a nivel multilateral, donde en instancias como en el G-20, busca dejar atrás la imagen de país emergente para convertirse en una potencia real. Para ello ha tenido la fortuna de fortalecerse con hallazgos como el de petróleo en Santos, lo que le permite una proyección estratégica muy importante para los próximos años”, explica Paz Milet.
Los yacimientos encontrados en Santos vinieron a fortalecer la posición económica y estratégica que Brasil juega a nivel mundial, donde aspira a un lugar de privilegio en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Para ello, ha trabajado junto a otras potencias que también anhelan con toda justicia, pasar al equipo de las naciones desarrolladas, como Rusia, India y China. “Se trata de países con desarrollo nuclear que aspiran a pasar al grupo de las naciones desarrolladas pero que aún tienen problemas con la concentración de la riqueza y los altos niveles de pobreza, pero a pesar de ello, se erigen como los motores de la economía mundial”, dice Holzmann.
Son las denominadas BRIC (Brasil, Rusia, India y China), un selecto grupo de naciones que representan casi a la mitad de la población mundial, poseen un cuarto del PIB mundial, han acumulado el 65 por ciento de crecimiento de los últimos años, y no contentas con eso, además representan el 40 por ciento de toda la superficie terrestre. Razones más que evidentes para que en los organismos internacionales vayan cediendo sus lugares las naciones cuyas economías van en retirada.
Juegos de guerra
Pero como los brasileros sí saben disfrutar la vida, junto a las tasas de crecimiento a y su cada vez más trascendental papel en el escenario internacional, quieren jugar y para eso les espera el Mundial de Fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016, logrando de paso, una situación geoestratégica que en pocos años ya será imposible de soslayar. Porque como dijo Lula: “Estamos cansados de ser una potencia emergente”.
Pero el ánimo lúdico va más allá y también se concreta en el juego bélico. La importante compra de armamento a Francia es elocuente. “Esto responde a la nueva posición que Brasil busca tener en el sistema internacional. Este es un principio que se llama la dinámica de la defensa, que establece que tiene que existir una correlación adecuada entre la posición que un país busca ocupar en el sistema internacional y las capacidades militares de que dispone”, explica el cientista político y director de la Cátedra de Estudios Internacionales de la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos, Miguel Navarro.
Cuánto armamento tienes y te diré quién eres. Es la premisa del mundo actual. Esperamos que Brasil logre, aunque hasta ahora no ha hecho nada en este sentido, cambiar esta ecuación perversa en pos de un mundo donde la alegría no sea sólo brasilera.