Los que van quedando en el camino: Homenaje a la escena universitaria

  • 11-01-2010

16 experimentados actores que suman más de mil años se lucen en la ex Cámara de Diputados en el marco del Teatro a Mil.

Con la misma calidad de los longevos músicos cubanos del Buena Vista Social Club que nos impresionaran con su arte hace una década, un grupo de nuestros más experimentados actores se ha tomado en estas noches estivales del Teatro a Mil, la ex Cámara de Diputados para transformarla en tinglado al servicio de sus virtudes profesionales.

Inteligente convocatoria del joven director Guillermo Calderón; plagada de símbolos desde la selección de la obra hasta el lugar escogido. Si Los que van quedando en el camino de Isidora Aguirre constituye un clásico dentro de la dramaturgia social, otro tanto significa el imponente hemiciclo político en que se escribieran apasionadas páginas de la historia republicana; importantes factores constituyen asimismo la sólida presencia de histriones que fueron columnas ejemplares del teatro universitario y la oportunidad del montaje que obliga a mirar hacia las actuales protestas mapuche en La Araucanía.

Estrenada en 1969 por el Teatro de la U. de Chile, en tensas horas en que se vivía la Reforma Agraria de Jacques Chonchol y el gobierno democristiano, el texto de la dramaturga rescata en todo su dolor y frustración lo ocurrido en 1934 en la masacre de la sureña localidad de Ranquil. Víctimas de la represión gubernamental, fueron  asesinados entonces setenta labriegos fundadores del sindicalismo campesino y creyentes de una asignación de tierras que les hicieran las autoridades. Trampa legal que los empujó a la tragedia y a convertirse en una de las páginas más dolorosas de la lucha criolla  por las vindicaciones sociales.

Mónica Carrasco y Reginaldo Castro, sobrevivientes del primer montaje realizado en la sala Antonio Varas, integran el presente reparto que tienta a efectuar una división entre actores menos, más, y excesivamente añosos. La última categoría y sin imitadores es para Mario Montilles con 90 aniversarios sobre los hombros y una cantidad de personajes que quizás él ya no recuerde.  El par mencionado, con Víctor Rojas, Sergio Hernández, Hernán Vallejos, Coté Morales, estarían entre los menores. El resto de una compañía de dieciséis serían Sonia Mena, Ramón Sabat, Pedro Villagra, Gabriela Medina, César Arredondo, Violeta Vidaurre, Sergio Madrid, Diana Sanz y Mario Lorca. En un despliegue actoral sin altibajos, realizando todos variados roles, el despliegue de estos últimos es notable encarnando a Lorenza y Rogelio, una de las parejas conductora del drama agrario coral. Proyectando límpidamente su tesitura vocal, desplazándose ágilmente, disfrutando los escasos momentos de dulzura, llenan el paraninfo de emociones.

Si sumáramos la cantidad de años de los artistas que actúan en la ex Cámara de Diputados, la cantidad superaría los 1.200 calendarios. No deberían sorprender en tiempos en que las expectativas de vida son generosas y que la tercera edad reclama espacios para  exponer su vigencia. Sin embargo, en el presente caso, lo que amerita destacar es que los actores representan lo mejor del arte escénico local al entregar sus existencias a la creación del teatro universitario chileno. Casi en su totalidad se formaron en las aulas del Instituto del Teatro de la U, del de Ensayo de la UC o el Teknos de la Técnica en tiempos en que otros países nos miraban como el foco cultural   hispanoamericano más potente.  Un acierto de Rolando Calderón homenajear con su puesta en escena a tan brillantes artistas y magnífica oportunidad para que las nuevas generaciones teatrales vayan a conocerlos y aplaudirlos en vivo y en directo. También ocasión magnífica para los nostálgicos de la tercera edad. Muy difícil que vuelvan a reunirlos en una obra de la trascendencia de Los que van quedando en el camino.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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