A cinco mil metros de altura en la Cordillera de Los Andes, sobre el Desierto de Atacama y en la comuna de San Pedro de Atacama, está el Llano de Chajnantor, que en idioma kunza quiere decir “el lugar de partida”.
A cinco mil metros de altura el oxígeno escasea. Ya no queda ningún cactus apuntando al cielo con sus dedos espinudos, ni tampoco ñandúes ni llamas ni vizcachas…a cinco mil metros de altura en la Cordillera de Los Andes, sobre el Desierto de Atacama y en la comuna de San Pedro de Atacama, está el Llano de Chajnantor, que en idioma kunza quiere decir “ el lugar de partida”. La pregunta es, ¿hacia dónde se puede ir cuando ya no queda más que silencio? Pues al cielo en un salto cósmico llamado ALMA, palabra espiritual pero que en verdad corresponde a la sigla en inglés del Gran Conjunto Milimétrico/submilimétrico de Atacama, un proyecto internacional que tiene como socios a Europa, Asia del Este y Norteamérica, en cooperación con nuestro país.
El proyecto consiste en la instalación de 66 antenas que estarán asentadas sobre rieles configurables que lograrán disponer al telescopio de mayor radio en nuestro planeta: 16 kilómetros de diámetro. Esto significa que este radiotelescopio se pone a la cabeza de la investigación del universo, entregando información cuya resolución será 10 veces mejor de la del Telescopio Espacial Hubble.
A diferencia de otros telescopios, estas antenas registrarán lo que ha permanecido oculto en las zonas más frías y oscuras del universo. De este modo, a partir del año 2012, los astrónomos del mundo partirán en un viaje que no tiene regreso hacia los orígenes cósmicos de la vida, donde están las primeras estrellas y galaxias y las imágenes directas de la formación de planetas.
Cuenta la astrónoma María Teresa Ruiz que hace unos años, cuando aún se buscaba el lugar dónde instalar a ALMA, los expertos estadounidenses pusieron una serie de aparatos en varios lugares estratégicos del planeta, uno de ellos en el Llano de Chajnantor. El objetivo era encontrar el lugar con menos humedad, donde la atmósfera alcanzara los niveles más puros que permitieran a las antenas apuntar al cielo sin dificultad. El problema fue que el aparato instalado en Chile no entregaba información sobre el nivel de humedad. Según los estadounidenses, la máquina estaba fallando por lo que especialistas de la Universidad de Chile debieron interrumpir vacaciones y ascender hasta los cinco mil metros a revisarla. Sin embargo, todo estaba bien. Los expertos del hemisferio norte no quedaron contentos y decidieron venir ellos mismos a cerciorarse, en una actitud que podríamos catalogar de poco confiada o respetuosa… Debieron, sin embargo, regresar con la cola entre las piernas cuando constataron que el aparato funcionaba perfectamente, el problema es que no era lo suficientemente sensible para detectar los escasísimos niveles de humedad de Chajnantor. No hubo discusiones, el lugar ya estaba prácticamente elegido.
Los cielos del norte de Chile son verdaderas compuertas de observación astrónomica que las principales potencias ya han podido comprobar con la instalación de proyectos de enorme envergadura en nuestro territorio. Somos los anfitriones de esta verdadera fiesta que cada noche avanza en el conocimiento. Lo importante es que como país entendamos a tiempo que no basta con ser buenos organizadores de la celebración sino que además ser parte de los agasajados. ¿Cómo hacerlo? Pues impulsando una verdadera revolución en la educación de modo que los talentos matemáticos chilenos no se pierdan y puedan tempranamente ser detectados y formados para ser parte de esta elite. Pero no sólo eso, es necesario que la educación toda dé un salto cuántico y que todo estudiante nacional tenga claridad de lo que estos observatorios están haciendo por la humanidad. Para ello se requiere también de ingenieros y técnicos que entreguen el soporte necesario, como además de historiadores y poetas que vayan contando esta manera de hacer historia cada día…los pueblos atacameños ya lo sabían y por eso hablaban del “lugar de partida”.