El caso de cientos de sacerdotes y jefes católicos investigados y procesados por pedofilia en contra de miles de niños y adolescentes tiene comprometida a la Iglesia Católica, al Vaticano y al Papa alemán Benedicto XVI. Es un hecho.
Para no ir a otra fuente que no sea la propia entidad católica, basta leer la entrevista que Monseñor Charles J. Scicluna, procurador de Justicia (para algunos Fiscal) de la Congregación para la Doctrina de la Fe, le dio al periódico L’Avvenire. El personero reconoció que entre 2001 y 2010 se analizaron tres mil casos de abuso sexual que habrían cometido prelados. Se trata de situaciones “concernientes a delitos cometidos en los últimos 50 años”. Scicluna desmenuzó la cifra: sesenta por ciento de los casos eran por efebofila, treinta por ciento por relaciones heterosexuales, diez por ciento por actos “de pedofilia verdadera y propia, esto es, determinados por la atracción sexual hacia niños impúberes”. Añadió que serían trescientos los curas pedófilos habidos en los últimos nueve años, detectados.
En un intento de relativizar el asunto, el Procurador precisó que las cifras “son siempre demasiadas, es indudable, pero hay que reconocer que el fenómeno no está tan difundido como se pretende”.
¿En qué situación están los sacerdotes o personeros de la Iglesia católica investigados por delitos sexuales? Según el funcionario de la Santa Sede, un treinta por ciento está sujeto a “proceso penal o administrativo”; sesenta por ciento no tuvo proceso “sobre todo debido a la edad avanzada de los acusados”; en un diez por ciento de los casos hubo “decreto de dimisión del estado clerical” (dejaron de ser representantes de Dios) y otro diez por ciento “pidió dispensa de las obligaciones del sacerdocio”.
Lo cierto es que hay más de una decena de países donde se produjeron y descubrieron casos de pedofilia por parte de jerarcas y sacerdotes católicos, entre ellos Irlanda, Alemania, México, Suiza, Holanda, Chile, España, Austria, Estados Unidos, Brasil e Italia.
Y al Vaticano le pasó lo peor que le podría ocurrir a cualquier institución milenaria. En todo el embrollo apareció involucrado y citado Joseph Ratzinger o Papa Benedicto XVI. Al punto que le cayeron encima fuertes cuestionamientos y hasta exigencias de renuncia.
Ratzinger estuvo al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, desde donde combatió a la Teología de la Liberación, a los teólogos modernizadores, a rescatadores del legado original de Jesús y a los curas identificados con “la opción por los pobres”, manteniendo, en cambio, positivos vínculos con ultraconservadores de la Legión de Cristo, Opus Dei y seguidores de Marcel Lefebvre. A estas alturas, todo indica que desde esa posición adoptó la tesis del “sagrado silencio” y la “sagrada protección” para enfrentar los casos de curas pedófilos.
Se dice y se acusa, por ejemplo, que Joseph Ratzinger, cuando era Arzobispo de Münich (1980), protegió y dio cobijo al “Cura H” –Peter Hullerman- acusado de pedofilia en la localidad de Essen, Alemania. No le pasó nada. Más aún, el “Cura H” siguió con su actividad pastoral y surgieron nuevas denuncias de sus actos delictivos sexuales. El periódico The New York Times emitió un artículo donde se señaló que cuando Ratzinger era el encargado de la Congregación para la Doctrina de la Fe, encubrió o no sometió a proceso al sacerdote Lawrence Murphy, acusado de abusar sexualmente de unos 200 niños sordos de una escuela especial en Wisconsin, entre 1950 y 1974.
De acuerdo a la versión vaticana, cuando Ratzinger supo de aquello, Murphy ya estaba muy anciano para ser juzgado. La guinda del pastel fue la revelación de que el hermano del actual Papa, Georg Ratzinger, golpeaba y lanzaba sillas y objetos a los menores del Coro de Niños de Ratisbona, llegando a causar miedo y lesiones leves a los agredidos. No se sabe de abuso sexual. El medio Der Spiegel indicó que Georg “era extremadamente colérico e irascible”. Además, el Papa habría ocultado y “sumergido” varios casos de sacerdotes de su Iglesia abusadores de menores de edad.
Así las cosas, surgieron los cuestionamientos más serios y las exigencias de renuncia de Benedicto XVI, algo por cierto, contemplado en las leyes vaticanas.
En Reino Unido, el grupo “Protest the Pope”, pidió la dimisión del Papa porque “es culpable de haber permitido a muchos curas pederastas evadir la justicia”. Desde Irlanda, la cantante Sinead O’Connor envío una carta al diario Independent donde manifestó: “Exijo la renuncia del Papa debido a su despreciable silencio sobre el tema y sus actos de no cooperación con la investigación”. Añadió que “los Papas no tienen problema en manifestar sus opiniones cuando hemos querido anticoncepción o divorcio. Sin embargo, cuando se trata de las maldades cometidas por pedófilos vestidos de sacerdotes, guardan silencio. Es asqueroso, increíble, extraño e inaudito. Ahora representan nada más que la maldad”.
Peter Isely, director de la Red de Sobrevivientes de Abusos de Sacerdotes –el nombre de la agrupación ya es sentenciador- indicó que “el objetivo del Cardenal Ratzinger, hoy Papa Benedicto XVI, era mantener esto en secreto…Debemos saber por qué él no nos dejó saber sobre él (Murphy) y por qué no dejó que la policía lo supiera y por qué no lo condenó y no le quitó el sacerdocio”. El sociólogo Fernando González, del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam) dijo que Joseph Ratzinger “bloqueó el caso” del pederasta Marcial Maciel, líder de la Legión de Cristo.
El sitio web Teólogo Actual indicó en un artículo que “para que se garantice un proceso imparcial respecto al ocultamiento (de abusos sexuales por parte de sacerdotes católicos), es indispensable que Joseph Ratzinger renuncie a su cargo como Papa. Esto también requiere dignidad frente a las innumerables víctimas. Por esto nuestra exhortación: ¡Papa Benedicto XVI, renuncie!”
En entrevista con la periodista Carmen Aristegui de MVS, México, el experto en temas religiosos y del Vaticano, Bernardo Barranco, habló, en este contexto, de un “encubrimiento sistémico” por parte de la Iglesia frente al tema de pedófilos y apuntó al Papa: “Ha tenido en sus manos los documentos. El encubrimiento toca al Papa”. Agregó que “falta un golpe de timón”, aunque vio difícil que se concrete una renuncia papal.
Y el articulista Peter Wensierski, del Der Spiegel, se preguntó: “¿Cuándo es el momento para que un Papa renuncie?” Para relevar a lo que ha estado expuesto el Sumo Pontífice, contó que Margaret Kässmann, que fue jefa de la Iglesia Protestante en Alemania, “renunció en febrero tras decidir que no tenía la necesaria autoridad moral para su cargo después de ser sorprendida manejando borracha”. ¿No es peor ser descubierto al menos en falta de iniciativa y celeridad en casos de pedófilos?
Parece innegable que se vino “la avalancha” de la que habló el experto Bruno Bartoloni. Los delitos sexuales cometidos por curas y jerarcas de la Iglesia Católica se instalaron como tema de Estado y como una realidad sistémica de la entidad milenaria. El virus de la pedofilia invadió al Vaticano y a sus seguidores. Renuncie o no, el Pope tiene mucho que decir y hacer. Parece inevitable, por encima de su infalibilidad.