Diario y Radio Universidad Chile

Año XVI, 24 de abril de 2024


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Colegios de excelencia


Lunes 21 de junio 2010 14:12 hrs.


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Estimado Juan Pablo:

Escuchando su comentario como habitualmente lo hago las mañanas, quiero responder a inquietudes por Ud. manifestadas en torno al doble aspecto considerando críticas y ventajas de esta medida del Ministerio de Educación, en orden a la creación de 50 establecimientos de excelencia.

Sobre el alcance otorgado a la medida como de discriminación positiva. Se podría pensar que cualquier discriminación es positiva si se considera a los que son beneficiados. Si se creara una ley que privilegia a las clases con más dinero otorgándoles beneficios sociales solo a quienes pertenezcan a esos sectores, entonces alguien podría argumentar que esa ley es discriminatoria; pero se discrimina positivamente…si se piensa en los que van a ser beneficiados, es positiva para ellos. La verdad es que el concepto de discriminación positiva alude a aquellas acciones que, mediante discriminación, buscan igualar en oportunidades a aquellos sectores que tienen desventajas.

En este caso creo que esa apariencia es solo una falacia. Traslademos esta falacia hacia el planteamiento que establece que si se crean liceos de excelencia, entonces se mejorará la calidad de la educación. En este caso hay una inducción detrás del planteamiento, a saber: si mejoro estos establecimientos escolares, entonces esta conducta se generalizará por la vía de la imitación, o la comparación, o el contraste que generará, o lo que sea. Lo primero que se debe analizar es que si se mejora uno, diez o cincuenta liceos, ello no importa para nada que mejorarán los demás. No es posible percibir donde está la relación, y si la hubiera, qué ley de la naturaleza se aplica para extrapolar esos resultados, posibles a futuro, en los demás establecimientos.

Pero no solo se trata de este tipo de falacias. Hay algo más serio detrás del argumento que califica de discriminación positiva si se privilegiará a aquellos niños y jóvenes con talento. Esta sentencia la encuentro de una profunda gravedad si se quiere atacar las debilidades del sistema educativo nacional. En efecto, lo primero que me hace reaccionar es pensar qué pasa con aquellos que no tienen o no demuestran aquel talento, ¿no tienen derecho a la educación de calidad? ¿no merece la pena trabajar por ellos? ¿deben ser los que paguen con una mala educación las deficiencias o mezquindades del sistema? ¿Es esa la ley que debe regirnos como país: jugarnos por aquellos que tienen talento? Todas estas interrogantes surgen aún sin explorar siquiera de qué estamos hablando cuando mencionamos la palabra “talento”. Menos aún de la forma cómo vamos a constatar que se está ante ese talento. Pero aún así, un sistema educativo será de calidad cuando sus políticas se dirigen a elevar la calidad de aprendizaje de “todos los estudiantes”, y no solo de un grupo con talentos. Esta es una de las definiciones más clara que se han ido construyendo en todo el mundo, y en especial, ante las escuelas denominadas “eficaces”. Son eficaces para todos sus alumnos; no para una elite.

Otra línea de análisis. Si se crean estos establecimientos escolares habrá una gran presión por ingresar a ellos. Esto resulta lógico porque se ofrece la posibilidad de acceder a un liceo que con seguridad será de calidad, con recursos que otros no tienen, tanto materiales como humanos, y donde se pondrán todas las atenciones necesarias para que así ocurra. Luego el proceso de selección será bastante grande. Ello significa que muchos postulantes quedarán fuera de estos establecimientos. Para esa multitud, que por cierto será mucho mayor que los “seleccionados”, ¿será percibido este proceso como discriminación positiva? ¿Cuál será el tipo de pensamiento que se fomentará con ellos? ¿En qué derivará a futuro en ellos? ¿Cuáles serán las consecuencias sociales de todas esas familias y de quienes se sientan solidarios con ellos?

Interesante es saber los contenidos que se aplicarán en estos liceos de excelencia que hará la diferencia con los demás. Cuáles van a ser las novedades educativas que marcarán esa diferencia, ¿o sólo serán diferentes por los materiales y la selección de sus alumnos y profesores? Si es esto último, entonces no estamos ante una política educativa, sino ante una medida administrativa que no abona en nada al incremento de la calidad educativa.

Saludo atentamente,

Miguel Angel Rivera
DIRECTOR C.I.T.
Centro de Innovación y Tecnología – Universidad Central de Chile

El contenido vertido en esta Carta al director es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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