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El balancín de la pobreza

Detrás de las cifras de aumento de la pobreza e inequidad en Chile, se esconden miles de familias que, pese a no ser consideradas pobres, viven como tales. Son aquellos que, dependiendo de la coyuntura, suben y bajan alrededor de la línea de la pobreza y que, finalmente, son los más golpeados por las crisis económicas y el desempleo. No cuentan con subsidios y sólo tienen sus escuálidos ingresos para poder sobrevivir.

Loreto Soto

  Miércoles 28 de julio 2010 20:47 hrs. 
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Las últimas cifras sobre la pobreza en Chile no dejaron indiferente a nadie. Más de dos millones y medio de personas no pueden costear una canasta básica de alimentos y el diez por ciento más rico gana 25 veces más que el diez por ciento más pobre.

Estos números parecen alejarnos cada vez más de la ansiada promesa de desarrollo y los expertos coinciden en que la imagen socioeconómica de Chile no cambiado casi nada en los últimos 30 años.

La otra imagen que tampoco se ha modificado mucho es la de las miles de familias que suben y bajan alrededor de la línea de la pobreza. Históricamente, siempre ha existido un grupo que, de acuerdo a sus posibilidades de generación de ingresos en ciertas coyunturas, superan los índices de pobreza y pasan a engrosar la clase media. Sin embargo, basta una desaceleración de la actividad productiva o una crisis económica para que vuelvan a formar parte del sector más vulnerable de la sociedad.

Es probable que esas 355 mil 095 personas que marcaron la diferencia entre los resultados de la Casen 2006 y 2009, formen parte de este grupo que, en ocasiones, gana más que un pobre, pero que, de todas formas, vive como tal.

Y es que al superar la línea de la pobreza, automáticamente se pierden todos los beneficios sociales y el bolsillo pasa a costearlo todo. Con el valor actual de la canasta familiar que corresponde a 64 mil 200, un hogar con cuatro integrantes, debería percibir mensualmente 256 mil 800 pesos para no ser considerado pobre.

Pero con diez mil pesos más el panorama no es muy diferente. Arrendar un departamento de dos piezas en una zona media de la región Metropolitana cuesta en promedio 170 mil pesos. Dos viajes al día, 22 días al mes, con las actuales tarifas de Transantiago implican un gasto mensual de 25 mil 520 pesos por persona. Una ida al supermercado o a la feria para comprar lo básico puede costar aproximadamente 30 mil pesos. Si sólo contamos eso ya va el 84,5 por ciento de un ingreso diez mil pesos mayor a un pobre. Pero estos cálculos sólo incluyen a una persona. Si se multiplica por cuatro, es decir, un grupo familiar, se necesitan por lo menos 380 mil pesos, sin incluir vestuario, servicios básicos, salud, educación, ni recreación.

Esto se explicaría además porque la llamada clase media tributa más, precisamente, por concepto de consumo. La carga tributaria de Chile corresponde al 17,8 por ciento del PIB. De esto, el 11,3 por ciento viene dell impuesto al consumo, 3,9 al impuesto a la renta y 1,7 al comercio exterior.
Y al contrario de lo que ocurre con las grandes empresas, las personas no reciben ninguna retribución por el IVA o el impuesto a las bencinas, por ejemplo.

Para el economista Hernán Frigoret estas cifras dejaron sin validez la discusión del salario ético de 250 mil pesos. “Deberíamos andar en una referencia de los 350 mil pesos, es decir, 100 mil pesos más teniendo en cuenta que esta línea de pobreza de 64 mil pesos era válida en 2009. Tendríamos que estudiar a ciencia cierta cuál es el nivel de consumo que tendría que tener un hogar para que, en función de lo que puede acceder, pueda satisfacer medianamente la necesidad y permitir que los individuos integrantes de ese hogar se realicen y se inserten y no sean marginados socialmente”, dijo.

Los altibajos económicos golpean fuerte a este grupo porque su condición socioeconómica está supeditada al empleo y cualquier problema, como una enfermedad o un imprevisto, los deja directamente bajo la línea de la pobreza.

En este sentido Frigoret explica que “si el salario mínimo era de 165 mil pesos y todos hubiesen estado empleados, esa habría sido la línea base. Eso demuestra que tenemos un mercado laboral bastante inestable, las oportunidades que tienen los pobres de estar permanentemente percibiendo un ingreso es menor de uno, es decir, casi pasan seis meses desocupados y seis meses ocupados”.

Según el economista “la raíz de todo esto y que implica que los ingresos autónomos sean tan bajos, tiene que ver con la estructura del mercado laboral que tenemos. Detrás de esa estructura está la estructura productiva. Nos estamos concentrando en la explotación de recursos naturales, servicios, donde la concentración es cada vez mayor y, por lo tanto, la necesidad de trabajo más calificado en ambos sectores es cada vez menor”.

Por su parte, el decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, Marcelo Arnold, indicó en el programa Semáforo de nuestra emisora que hay que tener en cuenta “qué está sucediendo en los grandes promedios, en las franjas intermedias. En el caso nuestro hay una desigualdad mucho mayor que la que podríamos encontrar probablemente en Argentina y hay que observar qué estamos haciendo para reproducir estas condiciones”.

Arnold señaló que mientras se sigan manteniendo brechas tan abismantes dentro de la sociedad, el país continuará “pisándose los talones” y nunca podrá convertirse en una verdadera sociedad moderna, que garantice una vida digna para todas las personas.

Dignidad que, en la actualidad, no sólo se mide a través de los ingresos económicos sino que por instrumentos como el “Índice de la Felicidad” aplicado en la región de Bushan, entre India y China, que evalúa, por ejemplo, el consumo de la producción cultural. Aspecto que en Chile sólo pueden costear las personas más acomodadas.

Es por eso que el director ejecutivo de la Fundación para la Superación de Pobreza concluyó que “la pobreza tiene un componente distributivo. No se puede entender pobreza sin distribución, no sólo de ingresos sino de oportunidades. Es evidente que si la seguimos mirando por ingresos podríamos llegar a cero, pero eso no va a significar que hayamos terminado la pobreza con una mirada multidimensional”.

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