Últimos sacramentos

  • 18-10-2010

Entre los interesantes mensajes que me hacen llegar los auditores de Bello Sino a la dirección argosjeria@hotmail.com ha habido varios que se refieren a las formas en que llegamos a leer a algún autor: consejos, regalos, intuición, moda, u otros estímulos. Tal vez lo relevante sea cómo nos quedamos con un autor después de haber leído su primer libro. Llegué al inglés Ian McEwan por curiosidad comenzando con un libro de cuentos (traducido), el que fue suficiente para incentivarme a seguir con una novela en su idioma original. Luego de ver una buena película basada en su novela Atonement, ocurrió algo que ya he contado en estas columnas: en su visita a Chile se refirió a ese chileno que lo había influido en la escritura de su cuento Solid Geometry. Como ese compatriota resultó ser un amigo mío – quien tuvo la gentileza de contarme en detalle la historia tras el cuento – me pareció inevitable adquirir el libro que lo incluye, que resultó ser la primera colección del autor, publicada en 1975: First Love, Last Rites.

Sorprendente libro. Aunque la versión en español fue publicada con el título de Primer Amor, Últimos Ritos, creo que McEwan intentó algún juego de palabras, pues last rites es en sí un sustantivo cuya mejor traducción sería “últimos sacramentos”. En efecto, los ocho cuentos del libro tienen relación no sólo con diversas formas de amor sino también con la muerte de manera muy rotunda, aunque las historias fluyen con gran naturalidad  no exenta de humor, exhibiendo elegancia en el uso del lenguaje. Lo atractivo de la forma aligera los contenidos que resultarían chocantes descritos de otra manera ¿Cómo narrar de manera digerible los avances sexuales de un joven hacia su hermanita? ¿O la desaparición de una esposa molesta a manos de su esposo? ¿O el hundimiento de una amiga y un bebé en un lago? Dramática suena la idea de una niñita que es abusada y lanzada a un río, aunque la historia sea narrada por quien lo ha hecho. McEwan logra hacer meditar acerca de la raíz de la condición humana usando esta aproximación.

Tal vez el cuento más chocante sea el de aquel hombre educado por su madre como un bebé hasta muy avanzada edad, retrasando e incluso imposibilitando su desarrollo intelectual y motor. Pero es justamente esta historia la que parece dar la clave para entender la intención del autor y de su libro, pues las rarezas, los desquiciamientos o la locura, aparecen como respuesta a ambientes enormemente represivos. Apreciar las terribles historias de McEwan es solo posible por el desarrollo narrativo donde la forma está al servicio de entender la asimilación entre los personajes y su medio. Como esta formación de la conciencia a partir de la existencia es uno de los aspectos centrales del programa de radio mencionado al comienzo, no sería extraño que los auditores de Bello Sino sean lectores y que compartan esta forma de mirar el comportamiento.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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