No deben ser pocos los hinchas alemanes que acudieron al vetusto octópodo antes de cada contienda mundialista. “Más sabe el pulpo por viejo que por pulpo”, deben haberse convencido. Así, estos fanáticos dejaron atrás la numerología y otros cálculos astrológicos más difíciles de explicar para prepararse ante cada nuevo duelo. El país de la filosofía se encomendó a la sabiduría de un molusco, supeditando la importancia de la estrategia previa al vaticinio de un extraño -pero infalible- oráculo.

Sin embargo, el honorable Octopus vulgaris, que trascendió las facultades memorísticas de su especie y sorteó las vicisitudes del presente para visualizar en una caja con comida el destino deportivo de una nación, murió. No se sabe a ciencia cierta cuáles fueron sus últimos deseos. Probablemente -como buen germano- quiso ver a su escuadra en la cima del mundo. Lástima: el comentarista deberá informar que la selección teutona no podrá contar con el misterioso cefalópodo para la Eurocopa del año 2012.

Quizá sea hora de que el pueblo alemán dirija su atención hacia horizontes más racionales. No se trata de olvidar al vate, pero -parafraseando al centro delantero de la filosofía alemana- si el pulpo ha muerto, que viva el Hombre.