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Los no escuchados de Hidroaysén

A pocos días de que se decida el futuro de Hidroaysén, los habitantes de Cochrane, la ciudad que recibiría a más de cuatro mil personas para la construcción de las represas, expresan su rechazo, sus esperanzas y sus temores ante la eventual aprobación del megaproyecto hidroeléctrico.

Francisco Mardones P

  Martes 3 de mayo 2011 12:37 hrs. 
RIO COCHRANE

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Cochrane es un pequeño pueblo ubicado en el sector sur de la Región de Aysén, a 345 kilómetros de la capital Cohyaique.

Es uno de los últimos pueblos del extremo sur de la Carretera Austral y está rodeado de hermosos valles, bosques, cerros, ríos y lagos.

Plaza de Armas de Cochrane

La Plaza de Armas de la ciudad tiene monumentos de homenaje a Bernardo O’Higgins y Arturo Prat, como muchas otras del país, pero en su centro emerge un sencillo monumento a un huemul.

En esta ciudad, la capital de la provincia de Capitán Prat, la realidad es muy distinta a la de Santiago. El kilo de pan supera los mil 200 pesos, pero no lo hacen en panaderías, sino que lo amasa la misma señora que atiende el almacén.

En esta pequeña localidad de menos de tres mil habitantes se vive un proceso que tiene atento a todo el país: el megaproyecto hidroeléctrico Hidroaysén.

Qué opinan los cochraninos de las represas

El tema que se discute en las altas esferas económicas y políticas del país, se respira a cada segundo en Cochrane, porque se instalará muy cerca.

Lelia de la Cruz

En el pueblo se habla de las cerca de cuatro mil personas que podrían llegar a trabajar en la construcción de cinco centrales hidroeléctricas en el lugar en un período de diez o doce años. Se habla de las ofertas que hace la empresa para comprar terrenos en el campo y casas en el pueblo. Se habla del futuro y del presente de Cochrane.

Lelia de la Cruz tiene 89 años y hace 50 vive en el sector San Lorenzo, cercano a la instalación de las centrales Lelia se opone a las represas que “van a destruir. Hay mucha gente engañada por plata”

Esta humilde mujer reconoce que la empresa ha intentado comprar sus terrenos: “Donde mi hija han llegado, pero ella está totalmente en contra así que les dijo que no vendía”.

Así como Lelia, son muchos los cochraninos que se oponen al proyecto, porque llevan toda una vida viviendo de lo que da la tierra en esos lugares, pese a que la agricultura y la ganadería ya no deja mucho como antaño.

Los jóvenes también tienen su opinión respecto de este megaproyecto. Nicolás de la Rosa es alumno de tercer año medio y comenta que en varias ocasiones ha bajado el Río Baker hasta la comuna de Tortel y dice que “sería una pena que se perdiera construyendo lagos artificiales. Se perdería todo el potencial que tiene el Río Baker”.

Llama la atención que, pese a la sencillez de la gente de la zona y la lejanía, sus habitantes son tremendamente elocuentes al momento de manifestar su visión acerca de este proyecto.

Rosario Olivares vive en el campo a 40 kilómetros de Cochrane, en un lugar estratégico para el proyecto Hidroaysén: en la confluencia de los ríos Baker y Nef. Pocos metros río abajo de ese imponente lugar comenzaría la intervención de ese afluente de vida.

“No puede ser que construyamos estos megaproyectos destruyendo al Pascua y al Baker que son los ríos más grandes que tenemos en nuestro país, son las reservas de agua dulces más grandes que están quedando a nivel mundial. Tampoco creo que sean una alternativa de desarrollo país estos megaproyectos”, indica Olivares.

Cochraninos divididos

Don Rosario toca un punto importante. La división existente entre los cochraninos es evidente, pero soterrada. Por idiosincrasia, sus habitantes son callados y poco dados a conversar los temas de manera abierta entre sí. Son pocos los que se atreven a alzar la voz frente a los demás. Pero individualmente tienen su postura, como lo explica Carlotta McAlister, antropóloga de la York University de Toronto, Canadá, quien hace tres años realiza estudios sociales sobre el impacto de la llegada de Hidroaysén en los habitantes de Cochrane.

Río Baker

“Se ha notado cada vez más el impacto de este proyecto sin que se haya realizado. Se nota en un estrés cada vez mayor entre la gente respecto de la decisión del futuro. En verdad la decisión no la toma la gente y la gente lo sabe”, asegura McAlister.

La especialista reconoce también que en el pueblo “se habla también de gente vendida, de quién está vendida, pero todo es callado. Además hay mucha desconfianza hacia la gente de afuera, pero también entre los mismos cochraninos”.

Según esta antropóloga, ha cambiado la percepción de las personas respecto del dinero, pues hace 20 años no había mucho dinero en la zona, ni servía de mucho tampoco al haber poco que comprar. Sin embargo, con el pasar de los años ha llegado dinero a “mover las cosas”, lo que incluye también crear posturas frente al dinero.

En otras palabras, si alguien acepta un trabajo para Hidroaysén, o un regalo por parte de la empresa, frente a los demás ya se vendió al proyecto, lo que crea un cuestionamiento entre las personas. Si acepté esto… ¿puedo seguir oponiéndome a las represas o me transformé en un adepto? Temas que, según Carlotta McAlister no se han discutido públicamente como comunidad.

Trabajo de concientización

Desde la Agrupación de Defensores del Espíritu de la Patagonia, se ha organizado un trabajo de informar a la comunidad acerca de los efectos adversos del proyecto Hidroaysén, como lo epxlica una de sus integrantes, Lily Schindele, quien llegó a la zona hace 15 años y terminó casada con un patagón y vive en un sector rural 55 kilómetros al sur de Cochrane, camino hacia Caleta Tortel, una comuna que también se verá fuertemente intervenida por Hidroaysén.

“La gente simpatiza con nosotros aunque no van con nosotros a manifestaciones a la calle, pero ese trabajo que hemos hecho es la contraparte que es súper importante para provocar discusiones aunque sea dentro de la casa entre las familias”, indicó Lily Schindele.

Hasta hoy, Hidroaysén ha gastado más de 200 millones de dólares en el proyecto entre estudios, compra de terrenos, medidas de responsabilidad social empresarial -o, como dicen algunos, compra de conciencias-, regalos a la comunidad, talleres de emprendimiento, becas de estudio y otros gastos.

“Nos sentimos impotentes. La gente está atada de manos porque necesita y aprovecha los proyectos como las becas o el turismo. Aunque la gente esté en contra acepta los proyectos. Es una inconsecuencia pero no queda otra”, comenta Nelly Cruces, una profesora que recuerda la visita del Presidente Piñera a Cochrane hace un par de semanas, en la que le dijo “soy de Cochrane. Por favor, le pido, Presidente… no queremos las represas” a lo que el mandatario le contestó que estaba al tanto de la postura de las personas.

Estos estímulos han provocado que muchas personas vean al mega proyecto Hidroaysén como un fuerte impulso al desarrollo económico de esta lejana zona de la undécima región, por lo que tienen grandes esperanzas cifradas en lo que parece ser un futuro próspero.

Los que están a favor de las represas

Juvenal Silva

Los que ven con esperanza la llegada este megaproyecto son quienes esperan que Hidroaysén sea la solución a los problemas más comunes que vive esta parte de la Región de Aysén desde hace varias décadas. La falta de conectividad con el resto de la región y el país –tome en consideración que entre Cochrane y Coyhaique hay casi siete horas de viaje con buen tiempo, por ejemplo-, los altos precios que se pagan por los servicios básicos, los alimentos y el combustible, producto de la lejanía y el aislamiento, la falta de especialistas en atención médica y la necesidad de acceder a una mejor educación que asegure el futuro de los jóvenes del pueblo.

Juvenal Silva es comerciante. Tiene un almacén en el que se vende desde carne por corte hasta pan horneado por su esposa. Es uno de los principales defensores del proyecto Hidroaysén, porque ve en él una oportunidad de progreso para la provincia de Capitán Prat.

Aún así Silva reconoce que hay temores ante un futuro no tan alegre como se espera.

“Quisiera que existiera lo mismo que estamos viviendo, pero no va a ser. De ninguna manera. El solo hecho de que llegue gente de afuera, lo vamos a percibir en el día a día. Lo más probable es que ya no vamos a tener la confianza de dejar la casa abierta”, reflexiona este comerciante.

“Los tiempos pasan”, asegura Juvenal Silva, “a los mejor los hijos y los nietos no van a vivir lo mismo que hemos vivido nosotros”.

El gran problema, según Juvenal Silva es que en Cochrane “no hay líderes”, “nadie se quiere mojar, no hay liderazgo entre las autoridades” que permitan un diálogo entre las personas.

El mismo problema es el que diagnostica la antropóloga de la York University de Toronto, Canadá, Carlotta McAlister.

Según la experta, las autoridades locales, los llamados a dirigir las sendas de la sociedad cochranina, no se han dedicado a la tarea de facilitar el diálogo entre las personas, ni buscar una postura como pueblo ante el proyecto Hidroaysén.

“Lo triste es que no se discuten estos temas públicamente. No hay un debate público, no hay ningún proyecto que ayude a la gente a procesar todos estos sentimientos, estos cambios que están viviendo y las autoridades no han propiciado esa discusión”, asegura la especialista.

Según la antropóloga, esa discusión ni siquiera tenía que ser a favor o en contra de Hidroaysén, sino para saber qué está pasando en el pueblo.

Juvenal Silva, asegura que si él hubiese sido una de las autoridades políticas de Cochrane hubiese formado un instrumento legal para negociar con Hidroaysén como pueblo conjunto.

La voz del alcalde

La Municipalidad de Cochrane es parte del proceso de Evaluación de Impacto Ambiental del proyecto Hidroaysén. Hasta hace algunos meses, el municipio suscribió contratos con la empresa para recibir aportes millonarios para efectuar programas de apoyo a la comunidad, hasta que la Contraloría General de la República los calificó como ilegales y sugirió anularlos todos.

Su alcalde, Patricio Ulloa, asegura que ha hecho todo lo que la ley le pide al momento de evaluar el proyecto y hacer observaciones, pese a las dificultades que supone la falta de personal especializado y tecnología a disposición.

Ante las críticas por la falta de participación de la comunidad cochranina en el proceso de debate sobre el futuro de la comuna con el proyecto Hidroaysén presente, el alcalde Ulloa se defiende con los siguientes argumentos… juzgue usted.

“En el caso de Hidroaysén, que es gigantesco, la comunidad no tuvo mucha participación, porque culturalmente los cochraninos somos así, dejamos que la autoridad tome las decisiones, tampoco tenemos la capacidad profesional ni técnica para hacer esto”, se justifica el alcalde.

“Creo que la región se va a desarrollar en la medida que el sector privado invierta”, piensa Ulloa, quien también manifiesta que los temores de perder las costumbres de la zona y la tranquilidad “pasa en todos lados”, en otras palabras, es el precio del desarrollo.

El futuro de Cochrane hoy no está en manos de sus habitantes ni de sus autoridades, sino que depende de la aprobación de un megaproyecto altamente invasivo que, sin duda, y según reconocen opositores y adeptos, transformará el paisaje, la sociedad y la forma de vida de los cochraninos… y según el alcalde, a nivel regional tampoco existe el espacio para que las pequeñas comunas sean escuchadas.

Algunos apuestan por que la infraestructura que quedaría en la zona debido a la instalación de Hidroaysén –que, a todo esto, fue prometida por el gobierno en el Plan Aysén, pero cuenta con el gentil auspicio de Hidroaysén y Energía Austral con sus grandes proyectos hidroeléctricos bajo el eslogan de  beneficio para la comunidad, cuando la verdad es que necesitan mejorar la vialidad para transportar todo el equipamiento necesario para construir las represas- sirva para potenciar el turismo y la calidad de vida.

Otros esperan que los diez o doce años que demoraría la eventual construcción de las represas sirvan para crear empleo en la zona y para que llegue harta plata a la región.

Sin embargo, muchos esperan que después de ese período, cuando los trabajadores se vayan –y con ellos la plata- no quede un pueblo fantasma, con gente pobre, con pobreza, con nulas oportunidades de subsistencia, sin la posibilidad de realizar un turismo de calidad por la pérdida de un paisaje hermoso y único en el mundo.

Muchos esperan que este no sea el fin de las costumbres de una sociedad patagona caracterizada por su tranquilidad, acostumbrada a la amistad, a la confianza, a compartir un mate con cualquiera que pase, que no sea el fin de un mundo distinto al que conocemos en la capital.

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