Como previmos durante las semanas anteriores, llegó el “lunes negro” a Wall Street. Tras el acuerdo político en EE.UU. para aumentar el techo de la deuda fiscal en US$ 2 millones de millones –que ya llega al 100% del PIB- aunque con el compromiso de reducir el gasto del Estado en proporción similar, Standard&Poor’s redujo la clasificación de la deuda americana de triple A a dos A plus, por estimar que se habría requerido bajar aún más el gasto en US$ 2 millones de millones, lo que arrastró al resto de las bolsas a una de las mayores caídas en los últimos años.
No hay que ser experto para presumir que la baja el gasto fiscal en más de US$ 2 millones de millones – 10 veces el PIB chileno- ralentizará la actividad en un país que apenas se recuperaba de la recesión de 2008 y cuyo producto se construye en dos tercios por el consumo interno. En efecto, los inversionistas proyectan que habrá menos gasto, menos inversión, menos crédito, menos utilidades en bancos y empresas y, por consiguiente, lo recomendable es vender acciones y refugiarse en el oro -que superó los US$ 1.700 la onza- o los más conservadores, en bonos a tasa fija del Tesoro que, aunque rentan casi nada, al menos los ahorros están seguros. Después de todo, EE.UU. es la potencia militar y soberano en la producción de dólares, la moneda del comercio mundial, como explicó Moody’s, la otra clasificadora, al negarse a reducir la clasificación de Washington. Por eso es que subió la cotización internacional de la divisa, a pesar de la obvia crisis del gigante del Norte y la enorme cantidad de dólares que inunda la economía mundial.
También se puede deducir que si hay menos actividad en la principal potencia, habrá menos gasto en energía en ella y entre sus socios comerciales. Por eso cayó el petróleo a menos de US$ 80 el barril y el cobre, a casi US$ 4, salvado sólo por la demanda china. Pero en Beijing también corren aires de contracción, luego de que la inflación aumentara a 6% anualizada -2 puntos sobre la meta de 4%- y los precios de los alimentos subieran 14%. Un alza de la tasa de interés podría reducir su actividad y, por consiguiente, hacer bajar el precio del metal rojo, nuestro seguro fiscal.
¿Qué viene? La mayoría de los economistas apuestan a una ralentización, que ya ha sido asumida en EE.UU. al reducir sus expectativas de crecimiento 2011 del 3% estimado a comienzos de año, a poco más de un 1%. Similar perspectiva hay para Europa –especialmente España, Italia, Irlanda, Portugal-, aunque se espera un comportamiento compensatorio de países emergentes como China, India y Brasil. Los menos, apuestan a una nueva recesión, es decir, decrecimiento durante dos trimestres, avalados por la evolución del precio de las acciones de bancos, que ha venido cayendo casi en igual forma que antes de la quiebra de Lehmann Brothers y los índices a la baja de la producción manufacturera en EE.UU., Europa, Gran Bretaña y China.
El centro del asunto es si la actual deuda americana –y la de Grecia, Irlanda, España o Italia- es pagable. En el caso de EE.UU., sumadas la fiscal y privada, llega a cuatro veces su PIB., es decir, equivalente al PIB mundial de US$ 60 millones de millones. El convencimiento generalizado es que si. Obama reiteró que Washington nunca ha dejado de pagar una deuda y, por con siguiente, más allá de clasificaciones, es y seguirá siendo triple A. Así y todo, para reducirla a niveles razonables, recuperar la confianza, disminuir el desempleo y aumentar el consumo requerirá de gran esfuerzo y plazos, afectando por buen tiempo la velocidad de recuperación esperada.
En este mal escenario, Chile, empero, está en buenas condiciones. No tiene deuda, sino ahorros. Muestra un sistema bancario sólido y hasta sobreprotegido. Buena parte de su crecimiento responde al cobre, metal que seguirá a buen precio, a pesar de la probable ralentización de China. El resto de los exportadores podrá operar con un dólar levemente más alto, dado que el lapso de incertidumbre que viene, impulsa a inversionistas conservadores a demandar más esa divisa y con un costo de energía más barato. Nuestra demanda interna seguirá dinámica por el mayor gasto social y fiscal en la reconstrucción; y dada su estabilidad institucional, la inversión nacional y extranjera seguirá fluyendo. Y si el Central no se apresura a seguir subiendo la tasa el próximo jueves, a pesar de la crisis en EE.UU. y Europa, Chile podría vadear los próximos años sin grandes turbulencias, aunque con inversionistas nerviosos, como ya lo mostró la Bolsa de Santiago el lunes y martes pasado, al oscilar casi 7%.