Deuda: Un problema privado

  • 27-10-2011

Un informe del McKinsey Global Institute publicado hace unos días por la revista Business Week, revela la situación 2011 de la deuda global y, por consiguiente, la real dimensión de la actual crisis internacional. En efecto, el documento muestra que sumadas las deudas fiscales, de la banca y empresas y la de las personas, Japón e Inglaterra deben casi 5 veces su producto interno; EE.UU., Italia, Alemania y Sud Corea, poco más de tres veces y Francia y España, casi 3,5 veces su PIB. Como es obvio, al comparar el monto bruto de la deuda respecto del producto, las naciones más ricas explican la mayor parte de aquella. De este modo, la deuda pública de Alemania, Italia y EE.UU. representa un tercio de la deuda total. Japón y el Reino Unido, que como dijimos, deben casi 5 veces su producto, no han sufrido similares presiones que dichos países, porque la mayor parte de la deuda nipona está en manos de inversores japoneses y en el caso del Reino Unido, hay deudas repartidas con Estados Unidos.

Pero lo más relevante del informe McKinsey es que, en casi todos los ejemplos, la deuda de la banca privada y las empresas es entre 100%, 200% y más, de la que presentan sus Gobiernos, mientras que la de las personas es igual o levemente inferior a la de los Fiscos, con la sola excepción de Sud Korea, donde la deuda de las personas es superior a la del Estado. Dicha estructura, que puede parecer lógica, tiene empero, una segunda explicación: la década mágica de expansión del crédito bancario vía apalancamiento iniciada en el 2000 y que dio lugar a la crisis iniciada en 2007-2008.

Mediante tal mecanismo, la banca creó riqueza financiera a través de papeles y derivados y una super-circulación digital del dinero, lo que generó la ilusión de una liquidez y fondeo infinitos, para planes inmobiliarios y empresariales de todo tipo, produciendo rentabilidades records al capital base de dichos proyectos. El sistema periclitó cuando los primeros deudores cayeron en la previsible insolvencia, dadas las tasas a las que captaba y prestaba la banca, suscitándose una reacción en cadena que continua hasta hoy. Diversos especialistas calculan esta creación de riqueza ficta –sin respaldo en la economía real-  en al menos  3 millones de millones de euros, es decir casi todo el PIB de Alemania. Y la Canciller alemana, Angela Merkel ya ha dicho que el Fondo de Rescate Europeo requiere superar el millón de millones de euros para rescatar a la banca en problemas. El tema es controvertido porque las deudas públicas de países como Grecia, Irlanda, Portugal, Italia, España y hasta de Estados Unidos, se habían mantenido o incluso bajado entre el 2000 y agosto de 2007, momento en que, detonada la crisis, los Estados debieron hacerse cargo de la iliquidez de sus bancos con los recursos de los contribuyentes. Es decir, el problema de la deuda no ha sido de los gobiernos, sino de la banca y las instituciones privadas.

De allí las voces ciudadanas que se han levantado en el mundo para exigir que sea la banca la que asuma su fracaso y absorba las pérdidas producidas por su irresponsabilidad en el apalancamiento de proyectos inviables. La quita de la deuda griega de 50% o 60% es una señal de este litigio. Es el mismo fenómeno que explica por qué el sector privado ha presionado a través de las agencias de calificación por un pronto rescate vía fondos estatales, que obliga a los países a aplicar masivos recortes presupuestarios a sectores como la educación, salud o la seguridad. En esta dura lucha por el excedente, el ejemplo argentino ha comenzado a recorrer el mundo. En Bruselas, los países del euro trataban de alcanzar un acuerdo sobre la deuda griega, la recapitalización de la banca y la ampliación del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera. ¿Y cómo estamos por casa? Si hacemos el mismo ejercicio del Instituto McKinsey, y sumamos la deuda del Fisco, banca, empresas y personas, debemos unos US$ 95 mil millones, es decir, poco menos del 50% del PIB. Una posición ventajosa que nos permite tranquilidad, pero al mismo tiempo, mesura, para evitar caer en las garras de los bancos.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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