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De Damasco a Teherán

Columna de opinión por Pablo Jofré
Viernes 16 de diciembre 2011 12:15 hrs.


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Caído los regímenes totalitarios del Magreb, cuyo último acto fue la muerte de Muammar Gaddafi en Libia, Siria aparece – sobre todo en los medios de comunicación occidentales –  como el próximo y lógico paso en la estrategia de desestabilización de regímenes poco afines a Israel y sus administraciones aliadas de Estados Unidos, que suele actuar como el Padrino de un Estado que ha recibido apoyo político, financiero y militar de Washington desde las administraciones de Eisenhower hasta ahora.

Dicha ayuda sobrepasa los 4 mil millones de dólares anuales y lógicamente tiene su precio político, que es la necesidad de aislar a Teherán en el concierto de potencias regionales en Medio Oriente. Tal hipótesis, declarada por los análisis internacionales, pero también por los sectores más guerrristas de Estados Unidos, Israel y gobiernos aliados como Inglaterra (conocidos como Halcones) ven en el papel de la OTAN, Estados Unidos y el propio Israel, las ideas y acciones destinadas derribar lo que se consideran regímenes árabes corruptos y políticamente inestables desde el punto de vista de apoyo a occidente.

Eso es parte de un interés notorio y geopolíticamente discutible pero no extraño en la dinámica de acciones de las potencias occidentales, que suelen desnudar sus propias falencias de política interna a través de salidas “externas” que tienen como destinatarios a gobiernos que no le son afines o que en algún momento no lo fueron y que hoy sirven para demostrar cierto interés democratizador, como una manera de frenar rebeliones sociales que pueden acabar en la instalación de gobiernos que no le sean útiles a esas potencias occidentales.

En ese marco Siria, es el próximo paso de esa estrategia que pretende “democratizar” al estilo occidental  el Medio Oriente, así como se ha hecho, supuestamente en el Magreb y Egipto. Esto, a pesar que en los  últimos años de Ben Ali en Túnez, Mubarak en Egipto y Gaddafi en Libia representaron una postura más occidental que políticas exteriores proclives a apoyar a Palestina o a Irán. Más aún, en el caso de Gaddafi se pasó de un régimen situado en el Movimiento de los No Alienados, con un discurso y una práctica antiimperialista a someterse a los dictados de occidente y devenir en fiel aliado y socio político y comercial de un régimen corrupto como el italiano y su primer Ministro por una década, Silvio Berlusconi.  Sintomático resultó el papel cumplido por Libia como muro de contención de los miles de inmigrantes subsaharianos, que tratando de alcanzar el “sueño europeo” fueron forzados a permanecer en campos de concentración libios antes de ser deportados a sus respectivos países, todo ello gracias al dinero fresco de la Unión Europea, necesitada de cerrar sus muros ante una masa de desesperados.

Los cambios en el Magreb, según explica el analista internacional Jorge Gómez Barata “no modificaron la situación estratégica de Oriente Medio, donde lo significativo es lo que pueda ocurrir en Siria, que se enfrenta a protestas antigubernamentales, sanciones de las potencias occidentales y últimamente la supresión de la membrecía a la Liga Árabe en pos de lograr la salida de Bashar el-Assad, como ha sido exigido por la administración estadounidense. Siria es hoy blanco de una de las más grandes conjuras internacionales y eje de cábalas geopolíticas que dan lugar a una situación difícil de manejar por un gobierno desgastado por el largo reinado de padre e hijo, acosado por las grandes potencias, enemigos externos y fronterizos, como también por una parte de su pueblo y abandonado hoy por los que se decían sus hermanos: Los Árabes”

Efectivamente,  Siria, aparece hoy al garete donde el golpe de gracia ha sido dado por la Liga Árabe que expulsó a este miembro fundador de su seno, aplicando además sanciones económicas y políticas a partir de los inicios de diciembre, que aíslan más al régimen de Damasco. De los 22 países miembros de la Liga Árabe, 18 de ellos votaron a favor de la supresión de Siria hasta que no implemente un plan de paz que ponga fin a los enfrentamientos armados entre el gobierno y la oposición, que ha ocasionado, según sea el vocero informativo entre 1.500 a 4.500 muertos desde marzo del 2011. Según la cancillería rusa,  tradicional aliada de Siria, con esta medida lo que hace la Liga Árabe es repetir el escenario que se produjo en Libia con la posterior ejecución de Gaddafi, pues la resolución que permitió la intervención de la OTAN – esencialmente su poder aéreo – aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU, fue precisamente esta conducta de los países árabes. “La historia se repite como drama y luego como farsa y en esa paráfrasis de las ideas de Marx lo más probable es que Siria termine sumida en un baño de sangre para instalar allí un gobierno pro occidental, del gusto de Washington y de Israel.

Defensores de la medida tomada por la Liga Árabe resaltan el hecho que dicho organismo se vio en la obligación de actuar tras el informe de la organización internacional Human Rights Watch que acusó a las autoridades sirias de crímenes contra la humanidad en la provincia de Homs, en el occidente del país. Informe que relata que al menos 600 personas han muerto en esa provincia, aún después que Damasco aceptara el plan  propuesto por la Liga Árabe, que incluye: el retiro de las tropas de las poblaciones de esa provincia, liberación de presos políticos y fin de la violencia callejera y que verifique el cumplimiento de estas medidas. El gobierno de el-Assad está dispuesto a aceptar la presencia de estos observadores, firmando un  protocolo de aceptación para que viajen a Siria pero bajo ciertos protocolos establecidos por Damasco y que implican la no injerencia en los asuntos internos de Siria. Cruel paradoja pues ya el hecho de aceptar esa presencia es avalar que otros miren lo que pasa en tu país y opinen sobre la política interna que se aplica. Pero, el mal menor para el Assad parece ser aceptar a regañadientes que su política sea manejada por otros hilos, más allá de los clásicos y ya abusados y necesarios de revertir.

No basta ofrecer más dinero

La oposición a Bashar el-Assad sostiene que las tibias reformas introducidas por el régimen tras las movilizaciones que comenzaron en marzo del 2011 son insuficientes. Para el análisis político opositor el- Assad comete los mismos errores que condujeron a la caída de los regímenes del Magreb y Egipto: creer que introduciendo medidas económicas temporales tales como incrementar los subsidios para alimentos básicos o aumentar los salarios a los funcionarios y militares, podrían eliminar cualquier protesta sin considerar en ello las motivaciones de una población hastiada de la corrupción y la falta de libertades públicas. Recordemos que dichas medidas son una réplica de las introducidas por Ben Ali, Mubarak y Gaddafi pero que resultaron ser tardías e insuficientes pues no iban al fondo del asunto: la necesidad de modificar estructuralmente regímenes que superaban las cuatro décadas de monolítico poder.

Si bien es cierto la oposición a El Asad es una variedad ideológica y religiosa de organizaciones e intereses, que no ha  logrado aglutinar una sola fuerza capaz de enfrentarse al poder dominante, más cierto es que subyace en ello los intereses geopolíticos de las grandes potencias y de Israel que implica la posibilidad de ver caer a un régimen “que significa para Israel el fin del único Estado Árabe adversario real en la región, que permitiría a Israel transitar libremente por el espacio aéreo y terrestre camino a Irán. La posibilidad de que occidente tenga un régimen “amigo” cercano a las fronteras no sólo a Irán, sino también a Rusia y las ex repúblicas del área ex  soviética. Para Rusia perder a Siria implica la posibilidad de perder el acceso a una de sus dos bases militares en el extranjero y su único punto de apoyo en el mediterráneo – en Tartus – para Irán, Hamas y Hezbolá la caída de El Asad implicaría la pérdida de una base de operaciones políticas y militares importantes contra Israel”. Es decir, un escenario dinámico y potencialmente explosivo.

Tras la posible caída de Siria se ve el trofeo mayor: Irán, que  desequilibraría definitivamente la situación en el Oriente próximo, considera Andrei Volodin, del Centro de Investigaciones orientales de la Academia diplomática de la Cancillería de Rusia. Irán no es Libia. El potencial de recursos y demográfico de Irán es incomparable con el de Siria Irán tiene estructuras afiliadas dispersas por toda la región, incluso junto a las fronteras de Israel. Una operación bélica contra Irán puede llevar al resquebrajamiento definitivo del Tratado de no proliferación del arma nuclear, lo que no necesita ni Israel, ni EEUU ni Occidente en general” concluyó el académico ruso.

Las amenazas contra Damasco, la clara política de desestabilización de su régimen, así como las declaraciones entre Irán e Israel, las amenazas de uno y las respuestas tan vehementes como aquellas, dan cuenta que en Medio Oriente han vuelto a sonar las alarmas de la guerra. El sonido comenzó en Túnez, se extendió como reguero de pólvora por el Magreb y ha dado un salto al Medio Oriente. Allí Israel y sus aliados buscan desviar la atención de sus propias deficiencias democráticas pues, indudablemente no Estados Unidos y menos el régimen de Tel Aviv son un modelo a seguir. Presionar a Siria es presionar aún más a Irán, pidiendo incremento de las sanciones de Occidente y Arabia Saudita un incremento en la ONU de las sanciones económicas, en especial  al régimen de los ayatolas. Si Irán se debilita, Siria quedará más expuesta, y Hamas y Hezbolá verán reducido su poder regional. Una lógica cruel, implacable y donde la conducta “·democrática” da pasos a operaciones clandestinas, asesinatos selectivos, desestabilización, campañas políticas y comunicacionales a subvertir el orden de países que no son afines a los intereses occidentales.

Sea cual sea la visión y opinión que se tenga sobre Siria y su futuro – como también lo que podría acontecer con Irán – lo claro es que Medio Oriente sigue siendo un polvorín. En especial Siria, ubicada en el Levante Mediterráneo, que representa un campo de prueba muy valioso en materia de política internacional y el visualizar en qué dirección van los acontecimientos en esa parte del mundo, permite augurar el cómo se viene la mano para otros países del región, en especial Irán.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.