Rebelión de Monjas

  • 06-05-2012

En la misa del pasado Viernes Santo en la Basílica de San Pedro, no participó mujer alguna, ni en la celebración del Sacramento junto al Papa, ni dando la Comunión a los asistentes ni siquiera en el coro que interpretó emotivos cantos en las voces de adolescentes y niños, que podían sí ser confundidas con voces femeninas.  Incluso la más famosa representación de la mujer que allí se guarda, como es la escultura de La Piedad de Miguel Ángel en la una jovensísima Virgen acoge a su moribundo hijo, estaba detrás de pesados cortinajes, en un lugar al que sólo podían acceder los sacerdotes oficiantes.

El trato que la Iglesia Católica de Roma da a las mujeres, incluso a las que trabajan en el Vaticano, cancelándoles la mitad del sueldo que le corresponde a un hombre en igualdad de labores, es más que discriminatorio y se revela como una cada vez menos silenciosa y más tensa relación.
Hace tres semanas, la Congregación para la doctrina de la Fe, recordemos el aggiornado nombre que le diera el Papa Pablo VI a mediados de los sesenta a la que fuera la Sagrada Congregación del Santo Oficio y antes la Santa Inquisición, amonestó duramente a la más grande asociación de religiosas que existe en Estados Unidos acusándolas de “feminismo radical”.

Se trata de la Conferencia de Liderazgo de Mujeres Religiosas fundada en 1956 y que a la fecha tiene a más de mil 500 adscritas que representan al 80 por ciento de las 57 mil monjas que existen en suelo estadounidense. No es sólo un grupo de monjas, sino que de religiosas líderes cuya voz también se hace escuchar a través de una organización que hace lobby político frente a las instancias de poder en Estados Unidos llamado Network.  Desde allí, esa plataforma perfectamente legal y reconocida pero que puede extrañar a quienes estamos acostumbrados al feroz y soterrado tráfico de influencias, es donde estas religiosas expresan su parecer y tratan de influir para una mejor vida de católicos y no católicos. Como que están a favor de importantes reformas de justicia social que molestan por su radicalidad a la acomodada curia romana y que la religiosa y directora de Network, Simone Campbell, haya resumido en una entrevista al diario El País como que “Roma las acusa por trabajar demasiado por los pobres”. Y es que las religiosas estadounidenses se han manifestado abiertamente a favor de la reforma sanitaria que impulsa el presidente Barack Obama y que considera la entrega gratuita de pastillas anticonceptivas  a todas las mujeres de ese país.
Esta manifestación y otras que hablan de la ordenación de religiosas, fastidió al punto a Roma que las reprendió urbi et orbi a través de su brazo doctrinal que hasta hace pocos años lideraba el actual Papa Benedicto XVI, entonces conocido como el cardenal Joseph Ratzinger, y que ahora está presidida por el Arzobispo emérito de San Francisco, el cardenal William Joseph Levada. En definitiva, dos estadounidenses, una mujer y un hombre, una religiosa y un cardenal, se están enfrentando en “la tierra de la libertad” en cuestiones doctrinarias que se resuelven, sin embargo, detrás de los altos y masculinos muros vaticanos. “Hay una lucha entre una cultura de absolutismo monárquico, donde es el hombre quien lo decide todo, y otra cultura democrática, la nuestra. Creemos que es bueno tener en cuenta todas estas voces mientras en Roma, en línea con una antigua tradición, se piensa que el monarca absoluto es la única voz”, dice la religiosa despertando las iras desde el Vaticano.

En la página web de la Conferencia de Liderazgo de Mujeres Religiosas (https://lcwr.org)  se anuncia que se reunirán a fines de este mes para comenzar la discusión de las conclusiones sobre los argumentos y el plan de implementación que les ha preparado la oficina de la Congregación de la doctrina de la Fe. Aclaran que este encuentro se hará en una atmósfera de oración, contemplación y diálogo y que se desarrollará pausadamente, sin juicios precipitados, lo que da cuenta de la molestia que existe entre las religiosas estadounidenses y que no ha podido manifestarse dentro de la Iglesia con la misma fuerza que la orden vaticana. Piden finalmente, que recen por ellas y por la Iglesia en estos momentos de crisis, lo que estamos seguros hará el pueblo católico, en tanto que el mundo laico apoyará de manera consistente para que esta llamada “Juana de Arco del siglo XXI” junto a esas miles de religiosas que representa, no sean quemadas ni silenciadas y logren por fin, airear y democratizar el enrarecido aire que se respira desde el mundo católico romano tradicional.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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