Desde fines de 2011 y hasta diciembre de este año se instalarán 75 nuevos equipos a la Red Nacional de Monitoreo Sísmico, los que se sumarán a las 60 estaciones de medición remota con las que cuenta el sistema.
Dentro de los nuevos instrumentos que se agregarán, se cuentan sensores sismómetros de banda ancha y meteorológicos, acelerómetros, sistemas GPS, paneles solares y sistemas de telecomunicaciones.
El director del Servicio Sismológico de la Universidad de Chile, Sergio Barrientos, señaló que el fortalecimiento del sistema grafica que han habido grandes cambios en los aspectos técnicos de la red: “La tecnología, en cuanto a la detección de ondas sísmicas, está bastante desarrollada, incorpora totalmente la nueva tecnología. Los equipos que hemos adquirido para el proyecto de la Onemi son de última generación. Probablemente en cinco o diez años va a haber desarrollo de otras tecnologías, cada vez de menor consumo, y eso va a permitir hacer instalaciones más chicas en cada lugar”, dijo.
Pese a esta valoración, el sismólogo aclaró que “los sistemas de comunicación no son robustos, por lo que habría que mejorarlos, para dejar en buenas condiciones una red que permita enfrentar un evento de perturbación sísmica muy grande”.
A esto agregó que “aún falta, estamos mejorando, pero es necesario un esfuerzo más grande para poder enfrentar de mejor manera los fenómenos sísmicos”.
Por ello es que Sergio Barrientos afirmó que debe haber un desarrollo en varias áreas antes de contar con un sistema de detección y medición, acorde con la realidad sísmica del país: “Desde los aspectos del código de construcción de la norma sísmica que se emplea en Chile para construir cualquier tipo de infraestructura, debe haber estudios en los cuales se revele de mejor manera cuáles son las amenazas que existen. Ni siquiera conocemos la amenaza sísmica, porque nos queda mucho por estudiar en el aspecto educación. No solamente a nivel personal de cómo comportarse durante un terremoto o posterior a éste, sino que también la manera en que la gente que puede tomar decisiones prioriza ciertas funciones frente al peligro sísmico”, explicó.
Esto, bajo la premisa de que las estaciones que componen la Red Nacional de Monitoreo Sísmico han sido instaladas con fines “más bien académicos, que de emergencia”, señaló.
Uno de los aspectos relevantes en el diagnóstico, según dijo Barrientos, es el bajo presupuesto con el que cuenta el Servicio Sismológico de la Universidad de Chile. Esto queda en evidencia al comparar la realidad de otro país sísmico: “Japón tiene aproximadamente una tercera parte del área que cubre Chile, sin embargo, se utilizan más de cuatro mil instrumentos de un tipo y más de mil de otro. En el caso de Chile, tenemos solamente 60 estaciones. Si uno piensa en los recursos humanos, la cantidad de sismólogos que hay en Japón debe ser del orden de dos mil. Viendo la proporción de población, la tasa es de uno a diez, así que en Chile debería haber unos 200. En realidad, los sismólogos no pasan de unos diez”, afirmó.
Barrientos enfatizó en que “no es un sistema robusto que esté a prueba para enfrentar terremotos muy grandes o de un stress importante para el sistema local”.
Consultado sobre cómo reaccionaría la Red Nacional de Monitoreo ante un evento similar al de 2010, indicó que “siempre nos vamos a encontrar con novedades, con cosas que no funcionaron como uno esperaba, por eso es necesario hacer investigación y aprender de las situaciones anteriores”.