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Cotidianeidad conmovedora: “Mi ultimo round”

La opera primera de Julio Jorquera probablemente va a ser catalogada en nuestro país de cine romántico gay. Eso sería un error, ya que no es el romanticismo lo que aquí prevalece. No hay en este relato un esfuerzo por idealizar ni las almas, ni los cuerpos, ni la relación de los personajes.

Antonella Estévez

  Lunes 25 de junio 2012 11:08 hrs. 
ultimoround

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Esta es más bien una historia opaca, que expone las limitaciones de sus personajes y de la realidad en que están insertos. Dos hombres de Osorno, de antecedentes humildes y sin mucho que perder, viajan a la capital en busca de un futuro más promisorio. Van juntos, acompañándose, se quieren, aunque no existe en la trama un énfasis en el coqueteo, ni en los fuegos de artificio del enamoramiento, la realidad que les toca a estos hombres no les da espacio para esos lujos.

Jorquera es eficiente a la hora de crear para el espectador esta realidad limitada y gris. Desde la lluvia que incesantemente cubre la provincia y que los acompaña a Santiago, los cielos grises y los paisajes poco amables, no dan lugar para la postal. Los espacios a los que estos hombres tienen acceso no son aquellos de los que Chile se enorgullece, pero son los que habitan en la gran mayoría de los chilenos. La película no se sitúa como una denuncia respecto a esta situación, la toma –y la muestra- como algo dado, he allí su interés. Desde la imagen inicial, húmeda y ahumada en la ventana sureña, hasta la decadente vista de la ventana capitalina, el deambular del filme se construye desde lo ajeno, desde la mirada de aquel que no se atreve a soñar con nada más que la sobrevivencia digna.

No hay en “Mi último round” esa distancia caricaturesca que, lamentablemente, en nuestro cine se ha repetido insistentemente respecto al mundo popular. Los personajes –todos- están bien construidos, tanto desde la dirección como desde la actuación. No son personajes miserables, ni  extremos, son gente corriente, con luces y con sombras y eso está trabajado con habilidad desde el guión. Son creíbles, y lo más importante, son queribles. Y –aunque hoy parece que a parte importante del cine independiente se le olvida- es esa conexión emotiva entre personajes y audiencia lo que el público espera de la mayoría de las películas.  En ese sentido Jorquera y equipo sorprenden gratamente, la película correctamente construida, permite al espectador entrar en esta realidad –realidad que para muchos, tampoco es tan ajena- e interesarse por el devenir de este amor duro y dulce a la vez.

Probablemente este filme va a recibir elogios por su puesta en escena – las escenas de boxeo están particularmente bien logradas-, y va a llamar la atención por instalar en Chile una historia de amor entre varones en un contexto masculino como el box. El mérito principal de “Mi último round” es que siendo todo lo anterior cierto, es sólo parte de un entramado más complejo que permite al espectador salir del cine con la impresión de que fue testigo de una historia conmovedora, algo que cada vez es más raro en el cine chileno.

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