La loquísima frase de Camila Vallejo, sobre los estudiantes que trataron de tomarse la sede del PC, al mismo tiempo que las del PPD, PS, etc., acusándolos de ser fascistas de izquierda, me dejó el alma en vilo y el pensamiento nublado.
Me di cuenta, a luz iluminadora de ese misil político, ideológico y filosófico, que mi vida ha sido una mentira, que mi ignorancia es supina, que a estas alturas del partido no he aprendido nada de la historia de la humanidad y que lo único que merezco son azotes y un gorro de burro como los que ponían los profesores antiguos a los alumnos flojos y remolones.
¿Cómo es posible que yo, que tuve que transpirar con dos años de filosofía en la universidad, que me tuve que mamar a Marx, Engel, Hegel, Lenin y otros por el estilo, no hubiera descubierto hasta ahora que existía el fascismo de izquierda?
Supongo que es porque me adiestraron desde chiquitito mis profesores de historia del Liceo Lastarria en que el fascismo estaba más bien ligado a la derecha, después me siguieron adiestrando en la universidad cuando me puse a estudiar la Segunda Guerra Mundial, donde el fascismo estaba estrechamente ligado a lo más retrógrado del pensamiento humano y finamente entrelazado al gran capital, aderezado maravillosamente con un nacionalismo exacerbado, una xenofobia sublime y un odio parido a cualquier cosa que oliera a pobreza e izquierda.
Ahora bien, como la vida es dinámica y la mente humana limitada y a veces nos tiende trampas sospechosas, es más que probable que, efectivamente, haya existido un fascismo de izquierda, que, por aquellos insondables misterios del alma, hasta ahora ha permanecido escondido bajo los anales de la historia, por lo que, desde que Camila habló, me he dedicado denodadamente a buscar todos los antecedente que avalen esa parte ignota del fascismo de izquierda que se antepone, sobrepone o yuxtapone al fascismo tradicional, que sería el de derecha. Cuando logre averiguarlo, escribiré otro artículo y me trataré de ganar el premio Nobel de historia, aunque también me conformaría con un premio nacional e incluso con uno regional o comunal.
La otra posibilidad es que Camila, como militante disciplinada del Partido Comunista de Chile, se haya topado de improviso, en su búsqueda mesiánica de la verdad universal, con alguna versión anticomunista de la historia, en la cual, malintencionadamente hablaban de Stalin o de Rákosi o de Ceaucescu como unos brutales dictadores y ella, sin querer queriendo, hizo cortocircuito y mezcló los conceptos, lo que la vendría dejando en muy mal pie frente a los compañeros.
Por último, pero no al final, también está muy presente la posibilidad que Camila se haya creído el cuento de que estaba llamada a ser la nueva Pasionaria chilena y que debía salir a repartir conceptos novedosos para arengar a las masas revolucionarias, pero, como la vida es más porfiada que nada, se largo a disparar puras burradas para tratar de mantener la imagen de líder que se granjeó el año pasado al frente del movimiento estudiantil y simplemente se contagió con las barbaridades que a diario nos regala nuestro emérito presidente, pasando de ser líder a cuco, pero el peor de los cucos, no ese al cual le tiene miedo el alcalde evangélico, si no que el cuco de la deplorable educación que forma analfabetos ilustrados, que saben leer, pero no entienden, que saben que existen las sumas, pero no saben sumar, en resumen, pasó a ser líder de masas a vocera de incultos. Duro pero cierto y lamentable.
No hace mucho escribí defendiendo a la entonces dirigente estudiantil y no me quiero agregar al grupo tragedioso de los que la atacan por ser quien es, pero no puedo dejar pasar por alto su desprolijidad y su incultura y se me erizan los pelos de pensar que pueda llegar al parlamento y, en vez de ser un aporte fresco y renovador, sea una más en el rebuzno coral porteño.
Ojalá la respuesta a mi inquietud se encuentre en estas dos últimas posibilidades y que sea producto de un afán desmedido por estar delante de las cámaras, porque tener que largarme a releer la historia de nuevo y reinterpretarla por lo que una egresada dijo, me produciría un cataclismo mental de tal magnitud, que casi preferiría aceptar a ojos ciegos el hecho que existe fascismo de derecha, de izquierda y de centro y que yo he estado absolutamente perdido en la oscura noche del conocimiento, sin contar con el hecho que nadie del movimiento estudiantil se ha planteado qué hacer con estos estudiantes fascistas de izquierda y, lo más curioso hasta ahora por lo menos, es que los camaradas de nuestra Pasionaria chilensis no la han salido a desmentir en su tremenda piñerada .