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La crisis y la “viga maestra”

Columna de opinión por Roberto Meza
Jueves 20 de septiembre 2012 7:28 hrs.


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Es sabido que el precio del cobre es la “viga maestra” o el “sueldo de Chile” y que su valor de mercado define los ciclos de escasez y abundancia que vive el país. Con precios por sobre los US$ 3 la libra, el Estado tiene recursos para enfrentar las infinitas necesidades de gestión que le adjudicamos, desde financiar los municipios hasta el Gobierno central, pasando por defensa, RR.EE., pensiones, salud, seguridad ciudadana, educación, vivienda y, en fin, el gasto social y administrativo que su existencia implica.Para nadie es secreto que hasta ahora su alto valor ha estado correlacionado con la especulación financiera -pues, tras la crisis, los inversionistas han buscado valores refugio (oro y petróleo también muestran similar conducta)- aunque también al empuje productivo que mostraban en la “década de oro” los tres mega-mercados: Europa, EE.UU. y Asia (China, Japón).Pero tras cuatro años de ajustes, Europa sigue al borde de la recesión, no obstante el anuncio del BCE de comprar bonos de los países en problemas en cantidades ilimitadas, de manera de reducir los costos de financiación de sus compromisos de corto plazo. Y si bien las tasas de riesgo de España e Italia han bajado, hay coincidencia en que la medida no impulsará significativamente actividad económica: los mercados siguen creyendo que Madrid pedirá el rescate que exige el BCE para entregar su ayuda (algunos lo estiman hasta 300 mil millones de euros, equivalente a la suma del capital fugado de ese país en los últimos meses), mientras el Gobierno de Rajoy gana tiempo con miras a la presentación de su Presupuesto 2013, el 27 de septiembre, el que, se rumora, viene con reducciones de pensiones, funcionarios públicos y gastos fiscales. A mayor abundamiento, hasta Francia ha ingresado en la ola ortodoxa de la austeridad, anunciado una reducción de sus gastos en 30 mil millones de euros, en búsqueda de la esquiva competitividad nacional en los mercados mundiales que asegure los ingresos para mantener su estándar de vida.

El economista jefe de la OCDE, Pier Carlo Padoan, dijo que las condiciones económicas de Europa han empeorado el desarrollo de la economía mundial y confirmó que desde que España entró al euro, ha vivido por encima de sus posibilidades, sustentada en créditos, con costos laborales que crecieron significativamente en la década, sólo superados por los de Grecia e Irlanda, mientras los mismos se mantuvieron casi estables en Alemania, con una ligera alza en los últimos años, aunque con aumentos en la productividad. El últimos Global Competitiveness Report, 2012-2013, señala, empero, que seis de los primeros 10 países de su lista super-competitiva siguen siendo europeos.

EE.UU., otro de la lista, a pesar de la QE3 anunciada por la FED y expresada en la compra de bonos “hipotecarios” (basura), hasta por US$ 40 mil millones por tiempo ilimitado y de haberse comprometido a mantener las tasas en niveles cercanos a cero, sigue creciendo lento, con una desocupación en 8%, la más alta de los últimos 30 años. La medida, que es más financiera que económica, debilitará, sin embargo, al dólar, haciendo así más competitivas las exportaciones estadounidenses, aunque afectando a sus socios, especialmente europeos -que no pueden individualmente devaluar su moneda- y chinos, encareciéndoles sus propias exportaciones. Se instala así una suerte de guerra de monedas en contra del déficit comercial y cuenta corriente entre grandes potencias, cuyos resultados están por verse.

China, dada su relevancia y las dificultades para conocer el real estado de su economía, merece atención aparte. En efecto, el índice de la bolsa de Shanghai ha caído a niveles de febrero de 2009, una baja de 50%. Su desaceleración se profundiza a medida que la crisis europea se ahonda y EE.UU. sigue estancado. Ambos bloques representan casi el 60% del PIB mundial y son los principales consumidores de productos chinos. En el segundo trimestre de 2012, China alcanzó una tasa anualizada de crecimiento del PIB de 7,6%, la más lenta desde el primer trimestre de 2009. Es, además, el sexto trimestre consecutivo de reducción en las alzas de dicho indicador. Sus exportaciones implican el 30% de su PIB. Nada irrelevante.

China enfrenta, además, su propia burbuja inmobiliaria, con alzas de precios de viviendas del 150% entre 2007-2011 –lo que deriva en un stock de departamentos sin vender calculado en 60 millones de unidades-, y un IPC que tocó máximos a fines de 2011, del 6,4% anualizado, especialmente por alzas de precios de los alimentos. Y aunque los valores de las propiedades han bajado el último año, los bancos enfrentan problemas con sus propios malos créditos inmobiliarios. Y como China representa 20% de la producción económica mundial, su baja actividad debería incidir en los precios de los commodities asociados a la producción e infraestructura, entre ellos, el cobre, aun cuando con bajas limitadas por la demanda especulativa, un comportamiento similar al que debería esperarse del petróleo.

Un reciente estudio de Goldman Sachs destaca, empero, que, en términos globales, China es el país que consume más energía, fenómeno debido a su industrialización, la que ha creado enorme necesidad de dicho insumo, revelando, asimismo, que aquella ha sido altamente intensiva en energía, pero que, además, ha estimulado el crecimiento de una clase media que ha impulsado demanda adicional de energía. Así y todo, China consume per cápita, un tercio del per cápita de un país europeo o en EE.UU., lo que podría apuntar a mantener el valor del cobre relativamente alto gracias a la creciente electrificación-modernización del país y mayor uso de electrodomésticos por parte de sectores medios que se van incorporando al consumo de energía.

La política energética china, su control sobre la productividad y capacitación laboral, sobre su sistema financiero y valor de su moneda, mantiene a Beijing, a pesar de todo, en un curso de crecimiento, mientras en EE.UU. y Europa, los problemas surgen de dichas variables, las que inciden en su actual nivel de productividad en la industria tradicional, poniendo en tela de juicio el papel de sus empresarios y líderes políticos, cuya misión es guiar y supervigilar las mejores formas de trabajar, capacitar, crear e invertir. Es de esperar que Chile sepa enfrentar a tiempo los desafíos que en esta materia nos pone el hecho de depender centralmente del cobre como moneda de cambio para importar lo que el país requiere y no produce.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.