Los griegos solían decir que el hombre es el único animal capaz de tropezar dos veces con la misma piedra. No estoy muy seguro que dirían esos filósofos helénicos si se cruzaran con los políticos chilenos actuales y los escucharan decir la cantidad de barbaridades que repiten una y otra vez, sin cansarse, sin enterarse y sin aprender, yendo contra la misma piedra incansablemente, cual es no entender nada de lo que quiere esta nueva sociedad chilena y hablar desde los púlpitos auto consagrados, pontificando una verdad que tiene tanto asidero en la realidad como los realities de la televisión, todo revestido con oropel del malo, que ni siquiera brilla para hacer como que engaña.
Un espectador despistado podría llegar a pensar que son definitivamente brutos, otro podría concluir que ellos son permanentemente engañados por sus asesores, un tercero podría colegir que saben perfectamente lo que hacen y dicen, pero les conviene pasar por tontos para mantener sus abultados pagos y esa maravillosa inamovilidad que les garantiza el binominal y la connivencia de las élites, un ciudadano más avispado podría llegar a creer incluso que en su burbuja de felicidad piensan que todos somos idiotas de nacimiento y que quedamos más que conformes con una par de migajas y frases para la posteridad tipo : somos un país que ya está llegando al desarrollo, o, el PIB per cápita es el más alto de Latinoamérica, o, peor aún, las instituciones funcionan y el estado es capaz de regular las malas prácticas, eufemismo ampliamente usado por los medios de comunicación para decir que algunos preclaros hombres y mujeres de la patria están siendo coimeados o que están robando a manos llenas, en fin, un quinto habitante podría incluso motejarlos de improductivos e inútiles gastadores del erario nacional, aunque hay que aclarar que los ciudadanos de esta última categoría son, casi sin excepción, humanoides subversivos sin remedio aparente, que quieren cambiar las reglas llamando a una asamblea constituyente para darle un sentido real a esta seudo democracia.
Todo lo anterior debido al constante y penoso espectáculo que regalan estos escogidos entre las pocas posibilidades que nos deja el binominal y los arreglines entre las dos grandes coaliciones, que brindan permanentemente perlas como las de una ministra de la UDI que se da el lujo de llegar al Congreso, toda ella envaradita y tiesa como corresponde a una representante de un partido estrechamente ligado al Opus Dei y que de su boquita fruncida en flor salen las brutalidades más brutas, como tratar a los honorables en su propia casa de huevones de mierda (sic) porque tuvieron la tupé de no escucharla y de criticarla, lo que hizo despertar al pequeño Pinochet que lleva, al igual que la masa de sus correligionarios, en lo profundo de su corazón. Lo más curioso de la situación, que dio hasta para un conato de pelea, es que a la siguiente asistencia de la boquita de cereza al mismo lugar, los “huevones de mierda “ la saludaron cariñosamente de beso. Cosas de la política dirán los escépticos.
Por otro parte y casi al mismo tiempo, un compañero de partido de la ministra, se despacha por tuiter una frase de antología al saber que Chávez había sido re electo y este ejemplar chilensis, partidario acérrimo del status quo más conservador, lo trata de simio bananero en un arranque de racismo y xenofobia digna de aplausos en un país con una flamante ley antidiscriminación y, fuera de la indignación de las redes sociales, el deshonorable y poco atinado representante popular queda impune, sigue recibiendo su maravilloso sueldo con la desidia más impresionante de la mal llamada oposición parlamentaria, no dándose cuenta que la opinión pública pudiera llegar a pensar que los únicos simios reales son los que siguen fieles al gorila que gobernó este país por diecisiete años.
Como si lo anterior no bastara, un conspicuo representante del Partido Socialista, nada menos ni nada más que el presidente del Senado, se da el lujo de decir que en Chile no hace falta llamar a ninguna asamblea constituyente, ya que ellos, los elegidos por un sistema y una constitución impuesta por la dictadura y avalada con la firma del ex presidente Lagos, que es más parecida a una camisa de fuerza que a una chaqueta democrática, son capaces de efectuar los cambios que la sociedad pide a gritos. Dicho en castellano, el gato con hambre cuidando la carnicería y este caballero pasando de socialista a socio con aires de listo. Otra vez algunos progres creyendo que los ciudadanos somos, según nuevo trato de la blonda ministra, una manga de huevones de mierda.
Para finalizar esta serie de pelotudeces sin ton ni son, revienta un nuevo escandalo en el gobierno con unos sobreprecios brutales del 400% en la licitación de instrumentos de apoyo en la lucha al narcotráfico. El tinglado lo descubre un medio nacional, CIPER, ya que ni en el Ministerio de Interior, ni en el Gobierno, ni el Parlamento ni menos en la oposición, nadie se había percatado de tal desaguisado. Cuando se destapa la olla, el gobierno corta a funcionarios de tercera y cuarta línea, mientras blinda a los de segunda y primera en el ministerio involucrado.
La oposición, por su parte, pone el grito en el cielo y anuncia querellas, demandas, comisiones investigadoras, de esas que tanto les gustan a los parlamentarios, que hacen como si fueran serias y que nunca llegan a nada, y la ciudadanía mira esto atónita. Como las cosas nunca son lo que parecen a primera vista, los del gobierno sacan a relucir que la empresa que ganó, Tecnodata, ya le había vendido a los gobiernos de la concertación instrumentos similares a iguales precios, lo que lleva a que Tecnodata pase a ser conocida actualmente como Tecnocaca, porque los tiene a todos salpicados y hediondos.
Queda claro que si los humanos somos capaces de tropezarnos dos veces con la misma piedra, hay algunos políticos que aún no logran dar ese paso fundamental en el desarrollo de la humanidad cual fue bajarse del árbol, mientras desde su simiesca silla tratan de simios a otros o, como dijo el puercoespín bajándose de la escoba, Errare humanun est, pero para estos no queda más que errare simium est.