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Tele-basura: TVN en la mira

Columna de opinión por Vivian Lavín A.
Domingo 21 de octubre 2012 17:17 hrs.


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Cuando la televisión estatal que prefiere llamarse TVN contrata a Raquel Argandoña y a su hija para hacer un “docurreality”, como se ha dado por llamar a otro de los ropajes de la farándula chilena, y pagarles sólo a ellas 170 millones de pesos, es porque quienes dirigen el canal son personas que han perdido cierta relación con la realidad. Cuando a la segunda emisión de los 24 capítulos pactados, deciden reducirlos a 12 debido a los problemas de baja audiencia es porque el directorio no sólo demuestra su completa disociación con la realidad sino que además la más abyecta xenuflexión con el dinero, al punto que ni siquiera son capaces de defender una decisión que hasta semanas aprobaron.

¿Qué es lo que pasa por la cabeza de quienes tienen la enorme responsabilidad de definir los contenidos de la televisión pública chilena como para continuar en el esquema de una programación que sólo busca puntos de teleaudiencia? No se sabe. Lo que sí sabemos es que muchos chilenos condenados a ver sólo televisión abierta castigaron desde el primer capítulo lo que a todas luces sería el nuevo circo nacional. La filtración de los sueldos de las protagonistas fue, sin duda, uno de los motivos por los cuales la audiencia se sintió asqueada, sin embargo, al parecer las razones son más nítidas y es que la vida personal de estas divas no  sería todo lo que el público esperaba: ¿demasiado normal o poco creíble? El hecho que hayan incluso censurado uno de los capítulos muestra que hasta al mismísimo género no se le tiene el respeto suficiente como para ser verdaderamente un documental de la realidad de las Argandoñas, como se promete.

Pero TVN no sólo perdió la confianza de su teleaudiencia, los 170 millones de pesos en los sueldos a las sobreexpuestas madre e hija, sino también los costos de la producción que deben al menos equivaler lo que se les canceló…¿300, 400, 500 millones de pesos? Ese es el mundo de las cifras que manejan, sin siquiera temblarles el espíritu, quienes tienen la responsabilidad de decidir sólo una opción programática dentro de los cientos de decisiones que deben tomar para llenar la parrilla de TVN. Es decir, millares de millones de pesos que se pasean por la mesa del directorio, en carpetas, power points y pilotos de un grupo de hombres y mujeres que después vuelven a sus habituales profesiones para pagar en sus oficinas privadas, empresas o domicilios no más de los 193 mil pesos de sueldo mínimo a los mismos que después quieren seducir con programación basura. Tele-basura para gente- basura, pareciera ser la consigna.

La pregunta es: ¿Qué se puede hacer con un ente autónomo pero del Estado, como es TVN, al que se le dio toda libertad para que gozase de la salud e independencia suficiente y no se intoxicara con las manipulaciones políticas, pero que a la postre se ha convertido en el más fiel exponente de la componenda partidista, de la mediocridad y del abuso de quienes no pagan por los errores de sus decisiones? ¿Quién puede hoy dominar al monstruo en que se ha convertido TVN, la televisión de todos los chilenos?

La respuesta es fácil: personas con la voluntad política. Pero, ¿quién tiene hoy la voluntad de cambiar situaciones que ofenden a la conciencia nacional, como que el canal del Estado siga en la lógica del mercado y no se allane a la evidencia de que su rol es otro, y que debe encararlo de manera modesta y subvencionada?

¡Vaya que de tanto apretar el control remoto escapando de TVN dan ganas de apretar el gatillo para acabar de una vez con su irresponsabilidad!

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.