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Argentina: El Cristinismo en apuros

El gobierno argentino ha tenido en las últimas dos semanas movilizaciones y huelgas masivas, que han generado serios problemas políticos a un proyecto que se vislumbraba férreo tras la reelección presidencial de Cristina Fernández en octubre del año 2011. ¿Qué factores han influido en este turbulento escenario?

Pablo Jofré Leal

  Viernes 23 de noviembre 2012 16:42 hrs. 
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El gobierno argentino ha tenido en las últimas dos semanas movilizaciones y huelgas masivas, que han generado serios problemas políticos a un proyecto que se vislumbraba férreo tras la reelección presidencial de Cristina Fernández en octubre del año 2011.

El análisis fino de los hechos, acciones e ideas políticas implementadas por el cristinismo,  en este primer año de su segundo mandato, muestra que se han tomado una serie de decisiones con alto costo político, que prácticamente, han licuado el margen de maniobra, que le dio el triunfo con el 54% de los votos y que anticipaba un pasar pacífico, con una oposición desmembrada y nubes negras en el horizonte.

El distanciamiento con el líder de la CGT, el otrora aliado dirigente sindicalista Hugo Moyano, muestra que la lucha política en el peronismo se ha desatado. Moyano dirige el sindicato de empleados camioneros y controla de manera indirecta a espacios del sindicalismo ferroviario, lo que le da un gran poder ya que controla prácticamente toda la logística del transporte, y al parar puede paralizar el país. Además tiene capacidad de movilización para controlar la calle y eso en el Peronismo es clave. Tal panorama se vislumbró el pasado 20 de noviembre, en la mayor huelga que ha enfrentado Cristina Fernández en su mandato y bajo el de su fallecido esposo.

El deterioro económico: con una inflación proyectada por fuentes no oficiales en un 25% anual; la elevada factura energética expresada en las importaciones de petróleo y gas – proyectada para este año en unos U$S 7.000 millones, profundizará el déficit fiscal. La falta de inversiones por los problemas de credibilidad que generó la expropiación de YPF, siguen generando repercusiones en el plano internacional.

El analista Ezequiel Meler afirma que “este año 2012, la economía argentina sufrió una brusca desaceleración en su tasa de crecimiento. La persistente caída de la actividad industrial, pese a los buenos resultados del sector agroexportador, terminó arrastrando a la economía en general y tuvo un impacto en la generación de empleo. El derrumbe de la inversión, las altas tasas de inflación y las medidas tomadas por el gobierno han sido fuente de gran malestar y explican el masivo apoyo a esta huelga Pese a la división del movimiento obrero en centrales proclives y contrarias al gobierno, el acatamiento que generó el paro, indica que el malestar de los trabajadores no reconoce fronteras políticas.”

En el plano de los errores de gestión, podemos signar aquellos en el plano de la educación. El gobierno federal gasta casi el 6% del PBI en educación,  pero la calidad de la educación pública no ha mejorado en el plano de indicadores metodológicos, tanto en los análisis de organismos universitarios internos como internacionales.  En el plano del transporte; se ha subsidiado este servicio pero siguen siendo considerados de baja calidad y se ha retrocedido en el plano de realizar inversiones,  para modernizar el servicio ferroviario o los subterráneos. Se agotan los stoks en productos manufactureros y farmacéuticos entre otros generando malestar en una población,  que además tiene trabas para la compra de esos productos vía importación directa.

El paro general del pasado 20 de noviembre mostró una Argentina en efervescencia. Para el analista Guillermo  Almeyra “La primera huelga general proclamada durante los 60 meses de los dos gobiernos sucesivos de Cristina Fernández de Kirchner tuvo un importante éxito. La CGT dirigida por el camionero y ex vicepresidente del Partido Justicialista Hugo Moyano, la CGT ”Azul y Blanca” liderada por el peronista de derecha Barrionuevo, la CTA secretaría Pablo Micheli, opositora, y la Federación Agraria Argentina, que agrupa principalmente a arrendatarios y pequeños patrones rurales, con el apoyo de organizaciones sociales y partidos de izquierda llamaron a parar para obtener fundamentalmente la supresión del absurdo impuesto a las ganancias sobre los salarios obreros, para generalizar a todos las subvenciones familiares, por un importante aumento del salario mínimo y por la derogación de la llamada ley antiterrorista”.

Almeyra, así como analistas situados más a la izquierda del cristinismo coinciden en afirmar que “el paro del 20 de noviembre,  alentará otras huelgas generales, sobre todo si el gobierno sigue siendo incapaz de entender el efecto social y político de la crisis que vive el país, no sólo como reflejo de la crisis mundial sino también de sus errores, su falta de reflejos políticos y su ceguera intelectual. Además, cerrada la posibilidad de un tercer mandato de Cristina, esta comienza a tener que lidiar con un tercer frente- el de los alcaldes y gobernadores ultraconservadores, que empiezan a juntarse detrás de la posible candidatura del ex vicepresidente de Néstor Kirchner y actual gobernador de la provincia de Buenos Aires, el peronista conservador Scioli”.

El gobierno trató de restarle importancia a la huelga y a través del Ministro del Trabajo, Carlos Tomada sostuvo que la medida de fuerza convocada por la CTA y la CGT opositoras tuvo como objetivo “el posicionamiento de ambas centrales en el espacio opositor al Gobierno. Con el uso de bloqueos, cortes y piquetes, el mundo sindical ha actuado por la pura y dura confrontación buscando su espacio en el área opositora”.

La soberbia del gobierno, sus cuadros y en general el aparato cercano a la mandataria, unido a la sumatoria de elementos económicos, de política exterior y errores de gestión, han deteriorado el aval popular al mandato de Cristina. Todo ello con un telón de fondo, signado por el conflicto con medios de prensa, que tienen mucha llegada a la clase media, que lima la popularidad de la Presidenta en estos sectores.

Cristina está bajo presión, porque si bien la oposición es pobre y todavía no alumbra ningún liderazgo alternativo, existe descontento social en las clases más desposeídas por la baja calidad de los servicios y por las constantes alzas inflacionarias. En clases medias y altas se unen los puntos anteriores a reclamos más propios de estos sectores, asociados a demandas como: más seguridad, más libertada de expresión y acceso a dólares en forma menos controlada. Todo ello tiene a Cristina y el Cristinismo en un evidente estado de crispación.

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