Una de las cosas que más me gusta de vivir en Santiago es que a menos de una hora, en cualquier dirección el paisaje cambia radicalmente. En el caso de las viñas eso es más radicalmente cierto ya que aún quedan algunas que se encuentran antes de salir de la ciudad. Como entusiasta del vino que soy, estoy empeñada en una campaña personal para que los chilenos conozcamos y disfrutemos de lo que la cultura del vino nos ofrece. Viviendo en Chile no es difícil acceder a estupendas botellas a buenos precios, y mejor aún puede ser comprar esas botellas en los lugares en donde las producen, conocer la tierra que dio origen a esas uvas y aprender el proceso con que se elaboran estos deliciosos brebajes. En la región metropolitana tenemos muy cercas bellas viñas que, a precios bastante accesibles –hablamos de tours desde los $8.000 con degustación- se abren al visitante.
Uno cruza los portones de las viñas y se encuentra en otro mundo, uno verde y ligado profundamente a la tradición agraria que por siglos reinó en el valle central. Visitando estos lugares podemos aprender pistas de cómo se ha construido la sociedad chilena –con sus riquezas y desigualdades- y reconocer la tradición que existe detrás de algunos de nuestros más deliciosos vinos. Por lo mismo, llama la atención la poca cantidad de chilenos que visita estos sitios. Cada vez que visito una viña pregunto y la respuesta general es que menos del 10% de las visitas son nacionales. Esto es especialmente contradictorio en el Valle del Maipo Alto que está tan cercano y en donde se ubican algunas de las viñas más tradicionales del país.
Entendemos por Maipo Alto el sector más cercano a la cordillera de los Andes y que se divide entre el territorio que enfrenta la quebrada de Macul y el que se sitúa en ambas orillas del río Maipo: Puente Alto, Pirque y Buin. Acá la cordillera de los Andes se hace sentir, especialmente en las zonas más al oriente, con menores temperaturas durante la época de maduración lo que puede producir vinos con menor dulzor y mayor concentración. Es acá en donde se producen algunos de los Cabernet Sauvignon más renombrados del país y se ubican bellísimas viñas para visitar. Acá les recomiendo tres de las más clásicas:
Viña Cousiño Macul
En donde Quilin se topa con Tobalaba y rodeada de proyectos inmobiliarios resisten casi cien hectáreas de Cousiño Macul. Fundada en 1856, aún hoy continúa en manos de la familia que la creó. En el tour clásico –que dura cerca de una hora y cuesta $8.000- se inicia la visita en el jardín de la casona original mostrando los antiguos arboles que se trajeron para forestar la zona, luego el guía acerca al público a las parras para explicar las características de estas según el suelo de este sector, una vez en las bodegas explica a los visitantes cómo se hacía el vino en los inicios de la viña, mostrando los utensilios y maquinarias utilizados en el siglo XIX. Una de las partes más atractivas del tour es la visita a uno de los más antiguos y bellos sótanos de Chile, construido en 1872 por arquitectos franceses, en donde se guarda la colección privada de la familia, con botellas que datan de 1927. Para cerrar la visita se degustan dos vinos, un reserva y un gran reserva, con copa de regalo. Cousiño Macul también ofrece tours con degustaciones de vinos iconos e incluso uno para recorrer las viñas en bicicleta.
Viña Concha y Toro
Considerada una de las cinco mayores empresas vitivinícolas del mundo, Concha y Toro tiene una historia antigua y ligada originalmente a la zona de Maipo Alto, lugar en donde aun hoy continúa funcionando parte de su producción y su atractivo centro turístico. El tour más sencillo dura cerca de una hora y cuesta $8.000 pesos e incluye una copa de recuerdo. Comienza con un paseo por los impresionantes jardines y los exteriores de la antigua casona de la familia construida a fines del siglo XIX. Luego se visita un jardín de variedades en donde se pueden conocer todas las cepas que actualmente crecen en Chile, más tarde se prueba un vino y se visitan las bodegas de guarda actuales y también el famoso Casillero del Diablo, un lugar famosos por la leyenda y el interés histórico, y en se recibe a los visitantes con una entretenida presentación audiovisual, para cerrar el tour con una segunda cata de vinos. Concha y Toro posee otros tipos de tour más caros y con acceso a otras zonas de su propiedad y catas más especializadas, además de tener un estupendo restaurant y un wine bar abierto a todos los visitantes.
Viña Santa Rita
Desde su fundo en Alto Jahuel, Viña Santa Rita se enorgullece de su tradición e historia. Acá Doña Paula Jaraquemada dio refugio a 120 soldados patriotas en plena guerra independentista. Hoy ese hecho es recordado al interior del tour que las visitas realizan a Santa Rita y en donde además pueden recorrer las preciosas bodegas de cal y canto que fueron declaradas patrimonio histórico nacional. El tour clásico dura poco más de una hora, tiene un costo de $9.600 e incluye copa y degustación de dos vinos reserva. En el mismo lugar se ubica el Museo Andino en el que se pueden visitar gratuitamente más de 1800 piezas de arte precolombino que fueron coleccionadas por el empresario Ricardo Claro, quien compró la viña en 1980. En la vieja casona Jaraquemada hoy se sitúa el restaurant Doña Paula que se especializa en comida tradicional chilena y junto a él –ubicado en una antigua panadería- se encuentra el café de la viña en donde los visitantes pueden acceder a distintos tipos de merienda o a un estupendo pic nic, para degustar bajo los árboles de la propiedad. Además aquellos que les interese el tour Premium –que cuesta $30.000- podrán visitar el impresionante parque privado que se diseñó a finales del siglo XIX además de la capilla neo gótica y la antigua casa de campo de la familia Fernandez Concha.