Papa y ALMA: En el centro del universo

  • 17-03-2013

La elección del papa Francisco esta semana fue uno de los hechos más trascendentes de la historia de la Iglesia en los últimos 500 años. Después de la renuncia de Benedicto XVI, en unas pocas semanas, esa institución milenaria experimenta cambios que ahora pueden parecer simbólicos, pero que sin duda, le han trazado a Roma una ruta de navegación de insospechadas consecuencias.

Nunca antes una elección conciliar había tenido una audiencia tan cautiva y tan numerosa. Las fotografías que circulaban por Internet y que llegaban no sólo a los mil 200 millones de católicos sino que a millones más a través de sus celulares, redes sociales y medios de comunicación, hacen de la elección número 266 de pontífice católico universal un hito que tiene muchos elementos extraordinarios.

Que sea producto de una renuncia que fue explicada por Benedicto XVI como “una incapacidad para ejercer el cargo”, pero que a todas luces, pareciera ser una jugada magistral del brillante ahora “papa emérito” y que ha dejado a la desacreditada Curia romana a la intemperie. Los disensos al interior de la Iglesia, nada nuevo en la historia del catolicismo por lo demás, habían sido acallados por una institución que en sus dos mil años de vida se había alejado demasiado del espíritu con que fue fundada. En estos días, todos nos hemos convertido en expertos vaticanistas -incluso aquellos que jamás tuvieron una clase de religión-, con una cantidad de información relativa a la Iglesia y al papado de primera calidad. De modo que para nadie pasa inadvertido el escándalo que significa que el cristianismo que se profesa desde la Iglesia romana, que nació de una herejía, como que Jesús se rebeló frente al judaísmo y rompió con la tradición del pueblo elegido en su llamado “universal o católico” de salvación, sea la más atrasada de todas las instituciones políticas y sociales del mundo, con un monarca absoluto, infalible, y de paso, discrimina a la mujer, es decir, a media humanidad, aspecto que otras iglesias cristianas ya han superado, incluso el desplazado judaísmo con sus rabinas.

El alejamiento de la opción radical por los pobres que mandató Jesús, no se condice con el caricaturesco boato y lujo de la Iglesia y sus representantes. Y menos en la administración de una organización como la banca vaticana que maneja bienes por un valor que superan los siete mil millones de euros en más de 33 mil cuentas y cuyo modus operandi se asemeja más a un terrenal paraíso fiscal que al paraíso celestial que promete.

La elección de Jorge Bergoglio, un cardenal que no sonaba entre los papables pero cuya región natal, Latinoamérica, sí demandaba una mayor representatividad, es otra de las grandes señales. La conquista de America a nombre de los Reyes Católicos tenía como primera misión la evangelización. Una siembra que luego de 500 años tuvo una cosecha que desplazó a los católicos de cuño europeo y que merecía una recompensa universal. Impensada para los entonces vilipendiados jesuitas que hasta fueron expulsados de estas tierras y que hoy tienen sentado en el sillón del Pedro a uno de sus miembros, que ha tomado el nombre de Francisco, por el siempre admirado San Francisco de Asís.

“Demasiado humilde para ser argentino”, se ha dicho del nuevo pontífice, que de manera simbólica retomó un aspecto olvidado de la tradición católica medieval, como que el papa era ungido no sólo por el colegio cardenalicio en un cónclave, sino que también por los fieles. De eso hace más de 500 años, eso sí. El guiño al pueblo lo hizo el papa Francisco cuando antes de dar la bendición Urbe et Orbi, pidió que quienes se congregaron en la Plaza San Pedro rezaran por él. La pregunta que surge de inmediato es ¿qué pasará si ese pueblo al cual él pidió su bendición se aposta de nuevo en la misma Plaza y exige su renuncia por no haber hecho los cambios que a gritos clama no sólo la grey católica? ¿Será capaz de renunciar, si fracasa, por su incapacidad para hacer las reformas? Era uno de los temores, en todo caso, si es que el elegido estaba salpicado de la pederastia y el encubrimiento que se ciernen sobre Roma, pero las pedradas vinieron desde el ámbito de los DDHH, sin embargo, cuando la Iglesia argentina fue una de las instituciones mas genuflexas al poder militar.

El mismo día en que salía la fumata blanca desde los tejados de la Santa Sede, mucho más alto, a más de cinco mil metros de altura, en el valle de Chajnantor en el norte de Chile, se inauguraba ALMA. Un proyecto de nombre espiritual pero cuya sigla en inglés da cuenta del mayor radiotelescopio del planeta con el que a partir de ahora y hasta que se completen sus 66 antenas, el próximo año, tendremos información inédita sobre el origen del universo, formación de planetas y vida en otros sistemas solares. Con este proyecto, sumado al E-ELT, el telescopio que los españoles llaman “gigante” y tanto se recriminan por no ser parte del proyecto por falta de dinero, el mismo que en 14 años más será el de mayor diámetro del mundo, ponen a Chile en la frontera de la investigación astronómica universal. Esta coyuntura es un hito en nuestra propia historia y de la humanidad. Serán los cielos chilenos desde donde se conocerán los secretos de la vida y donde los astrónomos nacionales tendrán un uso preferencial de un 10 por ciento de las horas de observación, que son un bien muy valorado. Basta considerar que cada uno de estos proyectos supera los mil 300 millones de dólares. Para estar a la altura de estos desafíos, Chile requiere no sólo astrónomos, sino también de una amplia gama de ingenieros y técnicos nacionales que puedan dar el soporte necesario, tanto en el aspecto laboral, como de imagen país.

Gran desafío para las actuales y futuras autoridades que debieran procurar sacarle provecho a la transparencia de nuestro cielo, que contrasta con el del quehacer político, por cierto, cuyo nivel de desconfianza es dramático. “Más del 70 por ciento no confía en el sector público. Un 64 cree que oculta la información y casi la mitad no confía de la veracidad de la información pública en los sitios web. Más de un 70 por ciento creen que nuestros organismos públicos son corruptos”, resumía los resultados de un estudio del Consejo para la Transparencia, su presidente, Alejandro Ferreiro. Una lapidaria advertencia de la que debieran hacerse cargo todos los candidatos a la presidencia, en particular, Michelle Bachelet, que luego de remecer el escenario político nacional con su “vuelvo a mi país”, sigue empinada en las encuestas. Ciudadanos que parecieran decirle que a pesar de todo los errores cometidos en el pasado, desean que sea ella la que encabece “un aseo profundo de esta casa grande” llamado país, y que haga por fin las reformas que entonces no se atrevió a hacer. Una ciudadanía que, sin embargo, no tiene la paciencia de hace unos años, que ha cambiado, que se está cansando.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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