Durante esta semana se conmemoran un cuarto de siglo del fin de la Batalla de Cuito Cuanavale desarrollada entre diciembre de 1987 y marzo de 1988 en el sudeste de Angola.
Para los que no están familiarizados con el nombre, el lugar o el hecho histórico, vale decir que la misma fue la batalla conclusiva contra las fuerzas sudafricanas que habían invadido Angola y significó en lo inmediato la liberación total del territorio angolano, en el mediano plazo condujo a la independencia de Namibia y su constitución en Estado independiente, pero sobre todo Cuito Cuanavale es considerada la “Batalla de Ayacucho” africana, aquella que llevó al fin del apartheid en Sudáfrica y del régimen de separación y marginación racial en todo el continente africano, lo que a su vez permitió entronizar una nueva manera de relacionarse internamente en el continente y de éste con el mundo.
Vale recordar el contexto internacional de la época para insertar en su lógica dimensión la hazaña lograda por los combatientes angolanos y namibios que contaron con la invaluable ayuda de Cuba, su pueblo y sus Fuerzas Armadas.
El año 1988 fue el último de Ronald Reagan como presidente de Estados Unidos, su sucesor, George Bush (padre), elegido para el cargo el 8 de noviembre de ese año iba a dar continuidad a la política ultra conservadora que Reagan había desarrollado haciendo mancuerna con la primera ministra británica Margaret Thatcher cuyo objetivo estratégico (logrado unos años después) fue la desaparición de la Unión Soviética y el campo socialista.
La contraparte polar estaba en sus últimos estertores, la férrea estructura de poder soviético “hacía aguas” y se desvanecía paulatinamente. A finales de 1988, las tropas soviéticas habían sido derrotadas en Afganistán y preparaban su retirada de ese país, lo cual se concretaría a partir del año siguiente. Mijaíl Gorbachov que había asumido el poder en la Unión Soviética como presidente del Soviet Supremo comenzó a implementar una serie de medidas de apertura para los cuales el país no estaba preparado, lo que creó condiciones para su debilitamiento y posterior desaparición.
En ese contexto, varios hechos señalaban el derrotero de los próximos años, un acuerdo de paz para finalizar la guerra entre Irán e Irak fue firmado en julio de ese año y en agosto se dio por concluida esa conflagración bélica, mientras que durante ese mismo mes la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en momentos en que fenecía la intervención militar soviética en Afganistán, reunió a guerrilleros fundamentalistas de diverso origen que habían combatido en ese país y creó la Organización Al Qaeda para consumar la derrota militar soviética en el país musulmán del Asia Central.
De manera tal que la Batalla de Cuito Cuanavale se desarrolla en un contexto internacional de debilitamiento del mundo bipolar y de merma del papel y poderío de la Unión Soviética que había sido el principal soporte de abastecimiento de armamento, municiones y equipos al gobierno de Angola, país que había declarado su independencia de la metrópoli colonial portuguesa en noviembre de 1975.
Desde la independencia, Angola había sufrido una larga guerra civil que fue apoyada por el régimen racista de Sudáfrica, incluso con la participación directa de sus tropas que ocupaban Namibia. La economía del país se encontraba devastada por la paralización de la producción en las regiones norte y sur del país. Al retirarse los europeos en 1975, dejaron abandonado e inservible el aparato productivo angolano. En ese contexto, el gobierno del Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA) liderado por Agostinho Neto, se dio a la tarea de recuperar la economía a partir de la creación de un fuerte sector estatal. La banca y las actividades estratégicas fueron nacionalizadas.
En 1981, Sudáfrica, utilizando como argumento que Angola servía de refugio a las fuerzas guerrilleras namibias de la Organización Popular del Sudoeste de África (SWAPO), lanzaron el operativo “Smokeshell” y ocuparon en Angola un territorio de 200 km. de profundidad desde la frontera. Su objetivo era la creación de una “zona liberada” en la que se erigiera otro gobierno angolano que al tener reconocimiento internacional pudiera dividir el país para crear un estado títere sostenido por Sudáfrica, tal como ocurría en Namibia.
Durante años, los intentos angolanos por desalojar a las tropas sudafricanas fueron insuficientes y a finales de 1987, la seguridad de Angola fue amenazada seriamente ante el incremento de la intervención militar sudafricana. Las principales agrupaciones de las fuerzas armadas angolanas corrían el riesgo de ser cercadas y aniquiladas. La propia existencia e independencia del país se puso en juego.
A pesar que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas exigió que las fuerzas armadas sudafricanas se retiraran incondicionalmente de Angola, la administración Reagan se aseguró de que esta exigencia fuera una Resolución sin mayor trascendencia. Según cita el analista italiano Piero Gleijeses en el portal Cubadebate “El secretario de estado adjunto para África de Estados Unidos, Chester Crocker, le dijo al embajador de Sudáfrica en Estados Unidos: ´la resolución no reclama sanciones y no plantea ninguna asistencia para Angola. Esto no es por casualidad sino el resultado de nuestros esfuerzos para mantener la resolución dentro de determinados límites`”.
Ante esa situación, el gobierno angolano solicitó apoyo a Cuba, que a partir del 15 de noviembre de 1987 comenzó lo que se denominó “una compleja operación de refuerzo del contingente internacionalista cubano en Angola y en particular de rechazo a los invasores sudafricanos y sus servidores internos, en lo que habría de convertirse en la victoriosa operación de Cuito Cuanavale”. Decenas de miles de los mejores soldados y oficiales de las fuerzas armadas cubanas apertrechados y dotados de todo el armamento necesario acudieron al sur de Angola a hacer práctica la máxima de Fidel cuando dijera “Ser internacionalistas es saldar nuestra propia deuda con la humanidad”.
En la batalla comenzada en diciembre de 1987 y desarrollada hasta el 23 de marzo del año siguiente en un frente de más de 400 km. de extensión y en la que participaron decenas de miles de combatientes, más de 500 tanques, cientos de cañones, alrededor de 1.000 armas antiaéreas y decenas de aviones se selló la derrota sudafricana.
Pero, el fin de la batalla no garantizaba la independencia de Namibia ni mucho menos el fin del apartheid, por lo que la amenaza quedaría latente. Sudáfrica trataría de conseguir en la mesa de negociaciones lo que no pudo obtener en el terreno de los combates. Una vez asegurado el flanco sudeste, las tropas angolanas y cubanas avanzaron impetuosas en el sudoeste y el sur hacia la frontera con Namibia.
Estados Unidos intentó excluir a Cuba de las negociaciones, pero finalmente se vio obligado a admitir su presencia junto a la delegación de Angola. En ese contexto las conversaciones tuvieron un carácter cuatripartito: Angola y Cuba de un lado y Sudáfrica con su mentor imperial del otro. Las negociaciones se iniciaron en Londres en mayo y concluyeron en New York el 22 de diciembre de 1988.
Los acuerdos diplomáticos fueron expresión de lo que se había ganado en el combate. Se acordó la inmediata retirada de las tropas sudafricanas de Angola (aún quedaban algunas fuerzas diseminadas en el extenso territorio del sur del país), reconocimiento de las fronteras estatales, la soberanía e integridad territorial de la República Popular de Angola y, compromiso de aplicar la resolución 435/78 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que consagraba la independencia de Namibia. Este fue uno de los dos puntos más resistidos por la delegación sudafricana que se negaba a perder el rico territorio del sudoeste de África en el que se mantenía como potencia ocupante. Así mismo, se estableció que debía haber condiciones de seguridad necesarias para el retiro gradual y completo del contingente militar cubano a partir de un acuerdo bilateral entre Angola y Cuba en el que Sudáfrica ni Estados Unidos tendrían injerencia. Este fue el otro punto resistido por Sudáfrica y Estados Unidos que reclamaban la salida inmediata de Cuba.
Aunque Estados Unidos y Sudáfrica hicieron ingentes esfuerzos para minimizar la importancia estratégica de la victoria de Cuito Cuanavale, la vida se ha encargado de demostrar con creces que la historia de África tiene un punto de inflexión en la batalla desarrollada en este lejano poblado del sudeste de la República Popular de Angola.
Si alguien tiene dudas, de la importancia de esta batalla, basten las palabras del Padre de África, Nelson Mandela quien dijera “Cuito Cuanavale fue el viraje para la lucha de liberación de mi continente y de mi pueblo del flagelo del apartheid”.