Revuelo causó el fallo de la Corte Suprema que condenó al principal holding de comercio minorista del país, Cencosud, por prácticas abusivas. La atención se volcó hacia el precandidato presidencial Laurece Golborne, quien se desempeñaba como gerente general del conglomerado cuando se ordenó aumentar unilateralmente y sin consentimiento el cobro de mantención de las tarjetas de crédito de más de 600 mil clientes de la compañía.
De inmediato políticos de todos los sectores, incluso de su propio conglomerado, emplazaron al abanderado de la UDI a dar explicaciones y a manifestar su opinión respecto de las prácticas implementadas durante su gestión. Golborne se defendió diciendo que sólo “obedecía órdenes”, sin embargo, este pronunciamiento no dejó satisfechos a sus adversarios y mucho menos a una ciudadanía cada vez más empoderada y cansada de la naturalización de los abusos.
Es precisamente este punto el que anunció la muerte de la campaña del ex ministro de Minería, que estaba basada en su llegada con las clases populares. Y es que el fallo del máximo tribunal del país nos recuerda la odiosa cultura empresarial que busca la maximización de las ganancias aprovechando todo tipo de subterfugio o cometiendo derechamente ilegalidades.
Previo a la decisión de incrementar la comisión de las tarjetas de las personas que tuvieran movimientos financieros bajo los 50 mil pesos en 2006, Cencosud reportó utilidades por sobre los 100 mil millones de pesos, lo que significó un aumento de 95,9 por ciento respecto del año anterior. ¿Cómo se justifica entonces una medida como esta? La empresa no estaba pasando por un momento de crisis y, por el contrario, en estos años logró consolidarse como el mayor actor del retail en Chile con la adquisición de Almacenes Paris y de los supermercados Montecarlo y Las Brisas. Cencosud ya era un gigante que decidió seguir beneficiándose a costa de los consumidores y transgrediendo la legislación.
En esta misma época, la Dirección del Trabajo se apuraba en tratar de fiscalizar la multiplicidad de razones sociales (Multirut), que tenía a los empleados de esta industria atados de manos para poder negociar beneficios laborales. Una necesidad que se volvió imperiosa cuando se empezaron a trasparentar los sueldos de hambre que se pagaban en el retail y los turnos extendidos de los empleados, que no tenían derecho a descansar ni siquiera durante los fines de semanas o feriados. Cómo permitirlo si es en esas ocasiones cuando la afluencia de público es mayor. Esta concepción del trabajo quedó graficada en las declaraciones del líder de Cencosud, Horst Paulmann, quien afirmó que “la vida en familia se hace en los malls” para argumentar su descontento por la aprobación de los feriados irrenunciables.
Y Paulmann no se equivoca. Son miles de familias, en su mayoría de escasos recursos, las que concurren a estos santuarios del consumo no para obtener las últimas marcas de moda, sino que a utilizar espacios de alimentación y recreación que, por algunas horas, los alejan de la precaria realidad de sus barrios. Un estudio del Hogar de Cristo dio a conocer que cerca de 5 mil niños en situación de calle se refugian en los centros comerciales. Allí piden dinero y se convierten en un “problema” para la tranquilidad de los clientes, pero las administraciones no los expulsan, pues todo el dinero que recolectan lo gastan ahí mismo y abultan con sus pocos pesos las ganancias de estos conglomerados.
Por eso la ciudadanía expresa legítima molestia y desconfianza cuando se entera de la millonaria condonación del Servicio de Impuestos Internos a Johnson´s justo antes de ser adquirido por Cencosud. Teniendo en cuenta este prontuario ¿Sería tan descabellado sospechar de algo raro e irregular?
Y es que la sensación de que el poderoso puede mover sus influencias y hacer que organismos gubernamentales bailen a su tono, indigna. Indigna sobre todo en una sociedad donde el amiguismo, los pitutos y la “plata” parecieran moverlo todo y donde unos pocos abusan de la mayoría en beneficio propio.
Esta radiografía de Cencosud refleja, en cierta forma, todo lo que los movimientos sociales están luchando por cambiar. Y la participación directa de un presidenciable en este caso debería forzar un debate en torno estos problemas, más allá de las consignas que buscan lograr una ventaja política y que, a la hora de la verdad, se pierden junto a las promesas que nunca se van a realizar.