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Naturalmente madres

Columna de opinión por Macarena Scheuch
Lunes 13 de mayo 2013 9:51 hrs.


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Hace algunas semanas, el ministerio de Salud y el Colegio de Matronas y Matrones de Chile manifestaron su preocupación por la actual oferta para atender partos a domicilio sin algún tipo de regulación ni la cercanía de algún centro asistencial o asesoría de profesionales de la salud para enfrentar, con éxito, la urgencia que pueda poner el riesgo la vida de la madre y/o de su hijo.

Para evitar casos que pudieran derivar en una tragedia, la presidenta del Colegio en cuestión solicitaba al ministro Jaime Mañalich que se amplíen las salas integrales en los hospitales, donde la madres pudieran dar a luz en un entorno más amigable que un pabellón común, rodeadas de sus familiares y en un ambiente más acogedor. Hasta la fecha este beneficio se ofrece más en las clínicas privadas y su costo, evidentemente, es bastante más elevado que parir en el hogar o en una sala común y corriente.

Si bien yo respeto a quienes, en estos tiempos –y  parece que son cada vez más- deciden optar por traer a sus hijos al mundo como lo han hecho las mujeres la mayor parte de historia de la humanidad, es decir, dar a luz en su hogar, acompañado de matronas o “doulas” y sin anestésicos para el dolor, sí creo que es necesario garantizar una atención oportuna en caso de que “algo salga mal”.

No obstante, la Agrupación de Matronas que Atienden Partos en Casa afirma que el porcentaje de traslado a un centro asistencial para su resolución clínica llega sólo a un 10%.

En lo que sí hay coincidencias es que este reciente debate ha puesto nuevamente la discusión sobre la cantidad injustificada de cesáreas por año en Chile, en comparación con otros países. Según cifras de la misma agrupación antes mencionada, en nuestro país la tasa de cesáreas alcanza a un 32% en la salud pública y a un increíble 70-80% en la privada. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que la tasa nacimientos por esta vía no sea mayor al 10 ó 15% y se realicen sólo cuando se presentan patologías en la madre o el bebé.

Y es que, más allá de las evidentes ganancias económicas de una cesárea versus el parto normal, para un médico resulta más cómodo “agendar” un parto para poder acomodar sus demás actividades que sólo esperar a que esto ocurra. Conozco un caso donde un médico de una prestigiosa clínica del sector oriente programó la cesárea justo un “jueves santo” y luego dejó su paciente encargada a otro doctor porque él tenía planificada una salida fuera de Santiago.

A esto se suma que las madres queremos lo mejor para nuestros hijos y no haríamos nada que los pusiera en riesgo. Por ello preferimos seguir las recomendaciones de los médicos ante argumentos como que es peligroso esperar que se produzca un parto natural más allá de las 40 semanas de gestación, que el tamaño del bebé es demasiado grande o que se le está acabando el líquido amniótico. ¿Cómo puede corroborar esa información alguien que no ha estudiado medicina ni obstetricia? Ante ello la mayoría de nosotras prefiere ceder, tratar de inducir el proceso a través de medicamentos y, si esto no resulta, dar paso al cuchillo.

Según un estudio realizado en 2010 por investigadores de la Universidad de Chile y del Desarrollo arrojó que un parto normal vía vaginal genera un 20% más de apego seguro que un parto por cesárea. Ello sin considerar los riesgos que esta alternativa, como toda cirugía, implica.

Es de esperar que el MINSAL inicie una campaña de información entre las madres y, por qué no, de control en los centros asistenciales, para que esta lamentable tendencia no siga creciendo en forma desmedida.

En 2011 la secretaría de Estado impulsó con fuerza una iniciativa para fomentar la lactancia materna que, un año después, se tradujo en la campaña “elige amamantar” donde se enumeran, entre otros beneficios, el fortalecimiento del vínculo entre la madre y el hijo, la disminución del riesgo de que el recién nacido contraiga distintas enfermedades, la reducción de la depresión postparto y el considerable ahorro que significa no tener que gastar en las carísimas fórmulas sustitutas de la leche. ¿Por qué no hacer algo similar para reducir las cesáreas? Es hora de volver a lo natural.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.