¿Para qué queremos educar?

  • 21-05-2013

Como era de esperar, durante su última cuenta pública a la nación, las palabras que más repitió el Presidente de la República en su discurso fueron: Educación y calidad. Y como era de suponer, finalizada su ponencia, a la hora de escuchar las reacciones de la clase política, las palabras que más se repitieron nuevamente fueron: Educación y calidad.

El debate ya no es nuevo, el movimiento estudiantil el año 2011 logró posicionar una realidad que hacía mucho tiempo estaba causando una herida bastante grande en nuestra sociedad y profundizando el que, quizás, sea el mayor vicio del sistema que nos rige: La desigualdad.

Pero el diagnostico ya está hecho, las soluciones, aunque ignoradas, han sido planteadas por los estudiantes. El problema ahora pasa por algo que no se ha incluido, de la forma en que debiese, en el debate: ¿Para qué queremos educar?

¿Qué tipo de ciudadanos queremos educar? ¿Para qué función? ¿Queremos tecnócratas? ¿Queremos libres pensadores? Esto no es menor considerando algunas políticas que se han impulsado en materia de educación escolar y que muestran algunos indicios de hacia dónde, quieren que vaya este asunto nuestros gobernantes.

La supresión del ramo de Educación Cívica, la reducción de las horas de Historia, Arte y Música, el excesivo celo que muestran las autoridades educacionales respecto de los resultados de las pruebas de matemática en el SIMCE y PSU, indican claramente que la prioridad de los gobiernos es crear técnicos, lo que no es malo, pero que si no va de la mano de una educación integral, termina “produciendo” simplemente a tecnócratas.

Y si bien es una buena noticia que exista una mejora de los resultados en estas áreas de estudio, no deja de ser preocupante que en Lenguaje, por ejemplo, sigamos estancados, que un gran porcentaje no sepa qué es lo que está leyendo, o lo que es peor, que una gran cantidad de jóvenes ni siquiera lea un libro al año.

Y si a esto sumamos la ignorancia cívica, que se refleja en el desconocimiento que existe en una importante mayoría sobre la composición de nuestro parlamento, de las atribuciones que tienen los distintos poderes del Estado y lo principal, ¡los derechos que tenemos como ciudadanos!

Sin ir más lejos, hace pocos días, se dio a conocer una encuesta que reflejaba que un 69 por ciento de la población sabía que este 30 de junio se realizarán elecciones primarias, es decir, un ¡30 por ciento de la población no tiene idea, pese a las múltiples publicaciones que hay en la prensa!.

Claro, en este último punto harto ayuda la clase política, que con sus bochornosas intervenciones han profundizado el divorcio que existe entre ellos y la ciudadanía.

Pero esto último no distorsiona el tema. ¿Estamos reflexionando acerca de la clase de ciudadanos que queremos para el futuro?, ¿Se está entregando una educación integral en los colegios que involucre todo lo ya mencionado? Claro, debemos entregar más educación y de mejor calidad. Pero,  ¿Qué parámetros tomamos para medir calidad en educación? ¿Serán las cuestionadas mediciones como el SIMCE las que determinen los contenidos que formarán a nuestros hijos?

Mientras se encuentra alguna respuesta a esas preguntas, la responsabilidad queda en los padres para entregar la formación que consideremos adecuada a nuestros hijos, para que dejemos de referirnos a nosotros como “consumidores” y pasemos a ser, de una vez por todas, “ciudadanos”.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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