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Conciliar tres almas en una sola mayoría

Columna de opinión por Yasna Lewin
Lunes 10 de junio 2013 12:15 hrs.


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El programa de Educación anunciado por la precandidata presidencial Michelle Bachellet no solo despejó las dudas que ella misma había generado con sus confusos dichos iniciales acerca de la gratuidad de este derecho, sino además, amplió en varios metros el flanco izquierdo de la llamada Nueva Mayoría. Gratuidad universal en 6 años, creación de nuevas universidades públicas y centros de formación técnica del Estado, por nombrar algunas de las propuestas más audaces que, además, arrojan luces sobre la envergadura que deberá tener su propuesta de reforma tributaria para financiar tamaños desafíos.

Los aires de cambio soplan fuerte en calle Tegualda, con un barlovento de nueva constitución, reforma tributaria y reforma educacional, que poco a poco parecen seducir al movimiento social, donde al menos ahora le conceden a Bachelet el beneficio de la duda respecto a su verdadera vocación transformadora.

Pero tal como lo indica el nuevo nombre de la coalición, para ganar elecciones y gobernar se requiere una nueva mayoría que ofrezca a la izquierda y al centro político un espacio cómodo y una agenda de Gobierno que le sea propia.

Con más o menos complicidades programáticas, después de la Primerias del 31 de junio no hay otro camino para la DC que su desembarco en el bacheletismo. Tanto así que ya están listos para las pegatinas esos afiches y palomas de candidatos DC al Congreso posando de la mano de la ex Presidenta. Pero esa conveniencia recíproca que promete ganar las elecciones presidenciales no basta para gobernar, menos si pretende hacerse con una agenda de transformaciones que serán fuertemente resistidas por la oposición.

Dentro o fuera del marco constitucional, una nueva carta magna y la creación de un verdadero Estado Social de derecho requiere mayorías sólidas y fuertemente unidas por un sentido de trascendencia histórica que hace mucho tiempo dejó de tener la Concertación.

Sólo desde el Plebiscito de 1988 hasta el inicio del primer Gobierno de la Transición, existió en Chile una mayoría cohesionada en torno a la profundización de la democracia, que permitió la convivencia armónica de sectores radicales, reformistas y conservadores.

Pero esas tres almas siguen existiendo en el Nuevo pacto Opositor y son transversales a los tres partidos de la antigua Concertación. Coexisten los concertacionistas conservadores y reacios a los cambios – esos que antaño se llamaron autocomplacientes-, con aquellos críticos de la obra de Frei, Lagos y Bachelet -los autoflagelantes- , quienes no están dispuestos a volver al Gobierno para “administrar el modelo”. Se unen a estos últimos los comunistas y otros más radicales como Revolución Democrática, que aún recelan del pasado de Bachelet y tardarán un buen tiempo en decidir si respaldan su eventual Gobierno.

¿Cómo unir estas tres almas de la actual oposición? ¿Podrá repetirse la experiencia de finales de los ’80 y comienzos de los ’90? Sí se puede, pero con esa mística que solo brindan las convicciones profundas en torno a cambios de fondo.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.