“Nuestra comunidad de inteligencia ha determinado que el régimen de Assad ha usado armas químicas, incluyendo el agente nervioso sarín, a pequeña escala, contra la oposición en múltiples ocasiones el último año”. Esas palabras de Ben Rhodes, vice asesor de seguridad nacional del presidente estadounidense, Barack Obama bastaron para que el gobierno estadounidense justificara la decisión de enviar armas a los mercenarios que combaten contra el gobierno sirio.
Aunque Rhodes no proporcionó detalles sobre tales informes que según él fueron elaborados por la “comunidad de inteligencia” ni dio pruebas científicas avaladas por instituciones respetables y creíbles, sus aseveraciones fueron determinantes toda vez que aseguró que provenían de “fuentes múltiples e independientes” de información que aseguraban una “alta confianza”.
El gobierno ruso refutó de inmediato tal decisión diciendo que las pruebas –que según el New York Times fueron presentadas por la CIA- pueden ser falsas, mientras que la OTAN y la UE han pedido que una comisión internacional investigue los alegatos.
La invención de pruebas ha sido algo natural en la política exterior de Estados Unidos. A través de la historia han sido innumerables las ocasiones en que han recurrido a tales subterfugios para justificar ante la opinión pública su política agresiva, la intervención militar y la guerra
A comienzos de 1898, el presidente Mckinley envió el acorazado Maine al puerto de La Habana para “proteger” los intereses de los estadounidenses que en la isla hubieran podido ser afectados por la lucha que sostenían los independentistas cubanos contra el gobierno colonial español. EL 15 de febrero de 1898 en circunstancias “extrañas”, dicha nave estalla frente al puerto de La Habana falleciendo 260 oficiales y soldados, de los 355 que había a bordo lo que provocó el reclamo inmediato de Estados Unidos contra España, responsabilizándola por el hecho ocurrido (las investigaciones posteriores arrojaron que los españoles no tuvieron nada que ver, y que en realidad se cree que fue una explosión interna debido a la gran cantidad de explosivos que había dentro del barco). Los magnates de los medios de comunicación Hearst y Pulitzer magnificaron el hecho y culpabilizaron a España con el objetivo de que su gobierno emprendiera una guerra contra este país, cosa que logran cuando el gobierno de Washington envió un ultimátum, -casi declaración de guerra- a Madrid, obligando a ésta a iniciar hostilidades, en una confrontación en la que fueron rápidamente derrotados conduciendo a una independencia mediatizada que se legalizó posteriormente a través de la Enmienda Platt y que permitió una descarada injerencia de Estados Unidos en Cuba por sesenta años.
El 7 de diciembre de 1941, Japón atacó y destruyó la base naval estadounidense de Pearl Harbor, en Hawái, hundiendo 18 barcos, 5 acorazados, con el saldo de 3.435 estadounidenses muertos (militares y civiles), convirtiendo este hecho en la justificación de Estados Unidos para entrar formalmente en la II Guerra Mundial, lo que no se menciona, es que antes de este acontecimiento ya las relaciones bilaterales eran muy tensas, no por las acciones imperialistas que realizó Japón en China sino por las medidas que Estados Unidos había adoptado unilateralmente contra el imperio japonés.
Investigaciones posteriores han demostrado que Estados Unidos estaba en conocimiento de la preparación japonesa para el ataque e incluso el día del mismo pudieron detectar en sus radares la avalancha de aviones nipones que se acercaban a Hawái, sin que hicieran nada por impedirlo. El ataque japonés le permitió al gobierno justificar su ingreso en la guerra, decisión que no habían tomado esperando la derrota de la Unión Soviética a manos del ejército nazi.
En otro escenario, a principios de agosto de 1964 ocurrieron una serie de acontecimientos provocados en el golfo de Tonkín (ubicado en la costa de Vietnam) que “justificaron” la intervención militar de Estados Unidos, se acusó a Vietnam del Norte de lanzar un ataque con torpedos al destructor estadounidense Maddox cuando realizaba una misión rutinaria en aguas internacionales el 2 de agosto, dos días después, se imputó nuevamente al gobierno norvietnamita querer torpedear al destructor Turner Joy. Esto llevó al presidente estadounidense Lyndon Johnson y el secretario de Estado, Robert McNamara a mentirle a la opinión pública respecto de esa supuesta agresión que sirvió como argumento principal para la escalada del conflicto y el incremento de la presencia directa de las tropas estadounidenses en la región, la cual fue aprobada por el Congreso otorgándole al presidente Johnson “el poder para tomar las medidas militares que creyera necesarias en el sudeste asiático”. Con esto se dio inicio a la guerra de Vietnam. El pasar del tiempo hizo público que el hecho usado como argumento para la invasión fue falso.
El 13 de marzo de 1979, el líder revolucionario Maurice Bishop y su movimiento de la Nueva Joya, tomaron el poder en Granada, el nuevo gobierno se distanció políticamente de Estados Unidos y buscó el apoyo del campo socialista. En octubre de 1983, una conjura militar encabezada por el vice primer ministro Bernard Coard, logró derrocar a Bishop, disponiendo su arresto domiciliario y posterior ejecución, esto provocó una revuelta social en la isla que derivó en la intervención estadounidense. El presidente Ronald Reagan, informó a la ciudadanía que a raíz del golpe de estado en Granada corría peligro la vida de un grupo de estudiantes estadounidenses que cursaban sus estudios de medicina en la isla, por lo que se hacía necesaria la intervención de sus tropas,. Lo cierto es que los dichos estudiantes jamás estuvieron en riesgo alguno, el objetivo real fue impedir que un gobierno revolucionario se estableciera en el Caribe, cuestionando junto a Cuba y la Nicaragua sandinista la hegemonía estadounidense en un territorio estratégico para sus intereses.
Los sucesos ocurridos en Nueva York y Washington el 11 de septiembre de 2001 le dieron a George Bush el momento histórico y la oportunidad “perfecta” para derrocar a uno de los “enemigos” de su nación, con el argumento falso de que Irak poseía armas de destrucción masiva, nucleares, biológicas y químicas, así como ser una de las naciones que albergaba y “protegía” a grupos terroristas, entre ellos Al Qaeda, a quién responsabilizaba por el ataque contra las torres gemelas. Por ello Estados Unidos inició el 20 de marzo de 2003 el conflicto bélico contra Irak sin declaración de guerra formal, toda vez que el Congreso norteamericano le confirió tal potestad al presidente Bush sin el aval del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. El Secretario de Estado Colin Powell llegó a presentarse en la ONU con un despliegue de fotografías por satélite que “demostraban” tal verdad, pero después de la invasión, las armas nunca aparecieron.
En el caso actual que nos compete, el de Siria, las pruebas que se han presentado son débiles. Así lo explica el teniente coronel Francisco Berenguer Hernández, analista del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), dependiente del Ministerio de Defensa, en un documento publicado el pasado mayo en el que afirma que “Las apreciaciones visuales, las muestras obtenidas no se sabe de qué modo, que posteriormente llegan a laboratorios situados fuera del territorio sirio, los posibles equipos de inspección independientes que serían dirigidas por las autoridades de uno u otro bando por el territorio bajo su control, y todos los demás intentos de verificación son indignos de confianza en la situación actual”.
Los analistas internacionales afirman que tal decisión fue tomada por el Presidente Obama “bajo presión” y que dicha situación está precisamente sustentada en las dificultades para probar la veracidad de las mismas. Obama habló de una supuesta “línea roja” que El Assad no debería pasar. Esa “línea roja” sería el uso de armas químicas. Lo cierto es que la supuesta confirmación del uso de tales armas llega en momentos en que los sectores más reaccionarios tanto del partido republicano como del demócrata actuando bajo el influjo del lobby sionista exigen un involucramiento mayor de Estados Unidos en el conflicto. Influyen también los éxitos militares del gobierno sirio en los escenarios de combate y las dificultades internas que atraviesa el gobierno turco, principal plataforma para las operaciones militares contra el vecino país.
En cualquier caso, en el ambiente flota la variable de que, de manera directa o indirecta, Estados Unidos podría estar armando fuerzas terroristas radicales que podrían utilizar su poder bélico contra intereses occidentales en el Oriente Medio o en la propia Europa. Evidentemente, al igual que en Libia, Estados Unidos está dispuesto a correr dicho riesgo, incluso poniendo en peligro a sus propias ciudadanos.
Lo que subyace es lo que dijo el periodista británico George Monbiot en los días previos a la invasión a Irak cuando afirmó que “Si Estados Unidos no se estuviera preparando para atacar Irak, se estaría preparando para atacar otra nación. Estados Unidos irá a la guerra porque necesita un país con el cual ir a la guerra”