“Que Dios traiga de vuelta a Morsi al poder” o “ponga fin a la ruptura entre nosotros y el ejército”, eran algunas de las consignas que se escuchaban este viernes, día de oración, de la boca del imán de la mezquita de Rabaa al Adauiya, feudo de los fieles a Mohamed Morsi, el presidente derrocado el miércoles por el Ejército.
Nucleados en un nuevo Frente Nacional de Defensa de la Legitimidad, las principales fuerzas islamistas del país convocaron a una manifestación masiva para contra el “golpe de Estado militar”.
Por la tarde, al menos tres manifestantes perdieron la vida y varios resultaron heridos por enfretamientos entre militares y simpatizantes de los Hermanos Musumanes que trataban de acercarse al edificio donde se encuentra detenido el depuesto mandatario. El Ejército aseguró que no disparó contra los manifestantes.
Aunque el Ejército llamó a rechazar la violencia e invitó a un “reconciliación nacional”, la frustración dio paso a la cólera entre los fieles de Morsi, quien un año atrás llegó a la presidencia en las primeras elecciones democráticas de Egipto.
Al mismo tiempo, los detractores del depuesto presidente conformaron su propia agrupación, “el Frente de Salvación Nacional (FSN)”, y lanzaron “un llamado urgente a movilizarse en todas las plazas de Egipto en apoyo a la revolución del 30 de junio”, por las masivas manifestaciones de protesta del pasado domingo.
Pocas horas antes, un soldado había asesinado por islamistas armados que atacaron un destacamento militar en la península del Sinaní. De inmediato, las autoridades egipcias cerraron el paso de Rafah, en la frontera con la franja de Gaza.