La atmósfera en la que sumerge a sus personajes no da para pensar en la felicidad. Pareciera ser un elemento de otro mundo, más allá de esas Fuerzas Especiales (Seix Barral, 2013), que le dan el nombre a su novela, y que tienen sitiados al bloque y a sus habitantes. Los personajes de Diamela Eltit se aferran a lo más inmediato, la familia y la amistad, como si fueran los últimos vínculos antes de que estalle todo ese arsenal que va acumulando en un relato que no supera las 160 páginas. Una novela breve donde cada hoja, como miembros de un cuerpo disperso, ha sido cosida con el hilo del miedo de sus personajes. Los bloques o edificios de Fuerzas Especiales viven cerca del Super de Mano de Obra y de los personajes de Por la Patria, sus novelas anteriores. Aquí, ellos dicen: “(…)Cuánto miedo tengo hoy. Dónde se aloja. Cómo consigue contaminar mi respiración. Respiro aire y miedo(…) Nos encontramos de manera súbita en las redes sociales, en alguno de los sitios que visitamos y nos da miedo. A mí me da miedo. Y sé entonces que nada es imposible, que no existe seguridad alguna y que el mundo no es como lo describen”.
¿Cómo es la experiencia emocional en tu escritura?
Este libro fue una experiencia personal bastante crítica. Sentía que sus personajes necesitaban habitar bien el espacio literario. Me sentía muy responsable de transitar esos bordes y que no se desmoronaran por una incapacidad mía. Estaba muy pendiente de sostener eso. Me pasó lo mismo con El infarto del alma (Eltit y Errázuriz, 1994). Cuando hacía los textos entonces era algo delicado porque ahí estaba Putaendo y lo complicado era no fallar en esos lados tan conflictivos, cómo encontrar una discursividad que fuera viable y cómo acercarse a esos espacios desde el arma literaria. Fuerzas Especiales fue un trabajo de alta exigencia y me cansó por invasivo, porque aunque corto fue de una intensidad tremenda. Acá, además, puse elementos más inéditos, como el tema de las armas. Había una zona de riesgos pero pensé que iban a permitir ver mejor este mundo que es más inaccesible, muy masivo pero invisibilizado. Fue un trabajo algo agotador y me sentí liberada cuando se publicó porque había terminado ese proceso. Ahora ya circula y ya no tengo el peso de esos materiales…aunque siempre con la preocupación de haber fallado, siempre. Pero al menos lo intenté.
Los personajes, a pesar de su marginalidad, se expresan sin la grosería y la violencia con que en la vida real lo harían y eso se cruza con frases que dan cuenta de la existencia de armas de todo tipo.
La capacidad de pensar, sentir… de ver es transversal a las clases. La gente mira su mundo lúcidamente. A medida de su crecimiento puede tener imágenes, como las hemos tenido todos, pero en la medida que se crece se va entendiendo cómo funciona, más o menos, el mundo y que la observadora y el observador que hay en todo sujeto siempre está vivo. Quise buscar esa parte más poética y otorgársela al sujeto sea donde esté. Además, yo vivo los procesos creativos de manera abierta, las cosas llegan como una visita…recibí esta visita de las armas no se cómo, porque yo nunca pensé escribir una novela en la que entraran armamentos y, menos desde armas blancas hasta químicas y biológicas. Pensé que había una tensión ahí. Entre la producción más concreta de ciertas sintonías sociales con la producción más concreta de dos máquinas, la del dinero y la destrucción, que es la misma a la de las armas. Entonces, de alguna manera el armamento entró en este micromundo de manera lateral y me di cuenta que había una conexión que nunca terminé de aclarar enteramente, pero no importa.
Este libro habla de poder, de miedo, de abusos…y la protagonista es una mujer, un sujeto femenino al que tú le otorgas lucidez. El debate en Chile hoy en torno al abuso sexual femenino, debido al embarazo producto de violaciones reiteradas a una niña de 11 años y otro incestuoso, en una de 13 años, permiten contrastar y ver que en esta sociedad ellas no son consideradas de la misma manera.
Estos casos que se han planteado son muy sensibles por algo que siempre ha estado ahí, que es la familia y sus crisis, que son tabúes, en cierto modo. Cuando se abren hay un mal apoderamiento de ese sujeto mujer y aparecen otras discursividades. Estas niñas de 11 y 13 años no tienen voz y son tomadas por los sectores políticos fuera de ellas mismas. Se pierde la subjetividad y se transforman en un arma discursiva e ideológica porque se transforman, finalmente, en un debate sobre el resultado, que es el embarazo, y el sujeto queda afuera. Se ve a esta niña no como sujeto sino como “madre” o “no madre”, lo que, por cierto, es bastante enloquecido a los 11 años. Aquí se están saldando otras cuentas que no pasan por estas niñas y su historia. Porque a lo mejor esta menor lo vive desde una manera que no está escrita. Algunos la asemejan a la Virgen María, viéndola a ella sola, como si el padrastro que la violó no existiera, un embarazo mágico, sin intervención, y si a sus 11 años está preparada para ser madre. En el otro caso, se ve un campo de disputa sobre abortar o no abortar. Y ese no es el punto sino más bien pensar esas estructuras que están ahí siempre y ver cómo esta chica elaboró su historia. Pero no es posible saber esa historia porque está obstruida por los discursos públicos que se apoderan, sobre todo, del cuerpo de las mujeres y qué mejor que el cuerpo de una niña…
…el cuerpo de la mujer también está presente en Fuerzas Especiales. En el ciber también se produce el comercio sexual.
Si se toma en sentido general, podríamos decir que la chica de la novela es una prostituta pero lo que yo quise decir es que no es exactamente una prostituta, como si eso fuera todo lo que la define, porque además es hija, amiga, pensante…incluso para ella eso no tiene mayor importancia serlo.
…es, sobre todo, hija. Ella dice: “Somos cuatro. Un número todavía posible. Sumamos una cantidad que tiene sentido y nos permite mostrar que existe en nosotros un débil orgullo familiar…”. ¿Qué es eso que el número te permite ser familia?
Yo fundé la novela ahí, en la familia y la amistad. Lo único que mantiene en pie a los sectores más vulnerables es la familia, esos vínculos, que a veces pueden ser más o menos felices, pero son el vínculo que les dan identidad y les dan el ser. Después de la familia, francamente no hay nada más, porque el Estado está casi retirado, las otras estructuras sociales están invisibilizadas. Por otro lado, la familia ha sido una organización muy criticada, sin embargo, se ha visto que en las crisis de esos sistemas lo único que salva a esos sujetos son esos vínculos. No es que haga una oda a la familia, sino que hablo de esos vínculos. Efectivamente, por muy afectados que estén sus miembros, están esos vínculos.
Otro de los conceptos que has introducido en esta novela son la alimentación, donde la gordura y la grasa permiten homogenizar al sujeto y confundirlo en la masa, lo que termina siendo una protección. Un fenómeno que se está dando en Chile y en las naciones desarrolladas.
El sujeto masivo ha sido siempre muy serializado. Creo que el siglo XXI ha producido una nueva forma de hambre que es una producción de los sistemas alimenticios, donde los alimentos en vez de saciar, abren el apetito. Una cosa muy curiosa. De la misma manera que antes había grandes secuelas sanitarias y enfermedades por la falta de alimento, ahora el exceso de alimento está produciendo esos mismos efectos. Si antes el sujeto “hambreado” representaba el hambre, ahora el sujeto excedido por la grasa de los alimentos también representa un hambre inoculada, porque la conformación político-económica de los países, la segregación y la exclusión producen hambre.
En estas Fuerzas Especiales sólo se menciona una vez al fútbol, que es el gran opio de estos tiempos. Pero sí están presentes los juegos de azar, muy parecido a lo que plantea Orwell en 1984.
Estos personajes que abordé están más ligados a la tecnología y a la música, que son dos temas muy importantes. Los jóvenes pueden tener una formación cultural débil pero de manera transversal sí saben de música y tecnología. El fútbol es muy masivo pero hay grupos que no adscriben a él. Y en la novela, nombré su disidencia respecto del fútbol, un elemento que puede ser hasta subversivo, cuando en uno de los países más futbolizados del planeta, como es Brasil, la explosividad social fue justamente por el Mundial de fútbol. Y creo que no se ha pensado mucho esto, lo que es muy curioso.
Este libro lo dedicas a Alfredo Castro y Marina Arrate.
Con Alfredo no tengo una amistad clásica pero sí me interesa su proyecto cultural, no sólo teatral, porque creo que lo excede. Siempre está dando batallas y poniendo un disenso. El tiene una rebeldía y una insatisfacción que me parece muy interesante. A Marina Arrate la conozco hace más de 30 años, y es una poeta y pensadora muy fina.