Benazir Bhutto, quien había sido la primera mujer primer ministro en un Estado musulmán, volvió a finales de 2007 para participar en las elecciones legislativas pero murió en un atentado el 27 de diciembre de ese año. El ataque, delante de sus seguidores, fue hecho con arma ligera seguido de un atentado suicida. Su muerte causó una enorme conmoción en Pakistán.

Durante la audiencia, Musharraf negó las acusaciones en su contra. Sus abogados manifestaron que éstas carecían de fundamento. Tras el asesinato, el gobierno de Musharraf había señalado como responsables a los talibanes, los cuales siempre negaron el ataque. La próxima audiencia está prevista para finales de este mes.

Nadie ha sido condenado por la muerte de Bhutto, quien fue elegida dos veces primera ministra de Pakistán. Es poco probable, según observadores paquistaníes, que se pueda demostrar la culpabilidad de Musharraf. “Hay un largo camino por recorrer y será muy, muy difícil de probar que él dirigió la conspiración de asesinato o que él era el autor intelectual”, dijo a la AFP el analista político Imtiaz Gul, quien no descarta la posibilidad de un acuerdo por el cual el Estado abandonaría los cargos a cambio de un retorno al exilio del ex presidente.

Musharraf regresó en marzo pasado tras cuatro años de exilio con la intención de desempeñar un rol de primer plano en su país pero debió reducir sus ambiciones porque quedó enfrascado en tres líos judiciales, entre otros el asesinato de Bhutto. El ex general se halla actualmente en arresto domiciliario en las afueras de la capital.