Reflexión a 40 años del Golpe

  • 05-09-2013

Yo en el año 1973 no estaba ni siquiera planeada. Mi madre apenas tenía 9 años y con cierta suerte, no supo en primera persona lo que fue ser torturado, perseguido, interrogado, desaparecido o exiliado. A diferencia de mi madre, mis abuelos y mis tíos sí lo supieron.

Tanto mi abuela como mi tata figuran en la nómina de personas reconocidas como víctimas en el informe Valech. Ni mi madre ni yo nos hemos atrevido a leer los relatos de ellos que figuran en este libro. Pero sé, por conversaciones muy delicadas y emotivas de sus propios labios, que ellos fueron torturados y perseguidos, que estuvieron encarcelados y sé cómo veían buenos amigos y compañeros que simplemente desaparecían.

Mis tíos también sufrieron con la dictadura de Pinochet. Todos ellos (herencia de mis abuelos), militaban en el Partido Comunista, por lo cual eran personas de interés para este nuevo orden militar. Algunos fueron interrogados en medio de la noche, con una venda en los ojos; otros fueron retenidos con un arma sobre sus cabezas mientras bombardeaban La Moneda; otros simplemente desaparecieron. Los que quedaron, antes de sufrir nuevas tragedias, decidieron irse a vivir a otro país, y desde el extranjero combatir de diversas formas la dictadura que existía en Chile.

Las historias son infinitas, pero a grandes rasgos la describo así para que usted se haga una idea de que yo crecí escuchando estos relatos, con muchos más detalles, claramente.

Si me atrevo a escribir esto es justamente a la memoria de mis abuelos y mis tíos, que a pesar de todas las penurias a las que se vieron sometidos, nunca dejaron de entregarme todo el amor a medida que iba creciendo. Por ellos siempre tendré presente que en Chile existió una época muy dura y trágica, y que lamentablemente ellos la tuvieron que vivir.

A 40 años del Golpe Militar hago un llamado a todas aquellas familias que tuvieron la suerte de no encontrarse con aquella dictadura que “libró a Chile del yugo marxista”, o que “rescató a Chile y lo hizo prosperar”; a todas aquellas personas que nunca sufrieron la pérdida de un familiar o los mecanismos mediante los cuales el régimen militar operaba: no se queden con las disculpas, los homenajes y las reparaciones que pudiesen hacer actualmente diversos actores en Chile. Las muertes, las torturas y los exilios jamás serán perdonados, justificados y, mucho menos, reparados.

El perdón que puedan pedir ciertos políticos u otros personajes en el Chile actual, es un acto que debe ser realizado, es lo justo y es lo necesario. Pero a 40 años del Golpe no nos pidan que perdonemos, que hagamos como si nada hubiera pasado o que la dictadura fue un mal necesario.

Es realmente indignante que ciertos personajes puedan argumentar que no hay porqué pedir perdón por situaciones en las que “no se tiene responsabilidad”, que durante los años 70 eran “ellos o nosotros”; o pedir perdón por haber “sido parte de la polarización” de aquella década. Pareciera ser que la política chilena considera que la mejor conmemoración de un acto tan atroz como el Golpe de Estado de 1973 consiste en pedir perdón, sin importar la creencia ideológica detrás de las disculpas.

El acto más aberrante que se puede cometer después de crímenes como los cometidos durante la dictadura, es reescribir la historia. Estas disculpas que todos se pelean por pedir, parece más bien un intento por blanquear y restarle importancia a la historia de Chile. Tal y como George Orwell plantea en 1984, pareciera que en nuestro país está surgiendo un Ministerio de la Verdad, que se dedica a manipular y destruir toda evidencia del pasado de Chile para mantener una versión oficial de la historia, en la que lamentablemente no sólo participa el gobierno, si no que las diversas oposiciones que existen en la nación.

Tal y como mencioné al principio, yo aún no existía en los 70, pero me siento con la suficiente desfachatez para afirmar que sí viví esa época; parte de mí es la historia de mi familia y todo su sufrimiento, por eso soy capaz de llorar cuando leo relatos de otros sobre esa época, porque me imagino que soportaron lo mismo que mis abuelos y mis tíos.

Estoy segura que en 10 años más, cuando se conmemore el Golpe de Estado de 1973, los relatos que puedan ser difundidos estarán más relacionados con aquella polarización que se vivió durante los 70, con la alta inflación y con los tiempos de reconciliación que existen en Chile; las torturas, los asesinatos, el exilio y las desapariciones serán simplemente numeradas como algunas de las consecuencias de una época lejana.

Pero mientras yo esté viva, y como otros que están en la misma situación mía: ni perdón ni olvido.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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