China: A la espera de la tormenta

China muestra cierta estabilización en su crecimiento, con un índice PMI manufacturero que llegó a 51 puntos en agosto, su mayor nivel en 16 meses. En el primer trimestre había alcanzado un PIB de 7,7%, que bajó a 7,5% en el segundo y los analistas estiman que esta caída continuará.

China muestra cierta estabilización en su crecimiento, con un índice PMI manufacturero que llegó a 51 puntos en agosto, su mayor nivel en 16 meses. En el primer trimestre había alcanzado un PIB de 7,7%, que bajó a 7,5% en el segundo y los analistas estiman que esta caída continuará.

Los bancos de inversión Barclays y Nomura han estimado que el crecimiento del PIB de China podría caer al 3% en algún momento de los próximos tres años, guarismo que sería menos de un tercio de la tasa media de crecimiento de China en las últimas tres décadas y la mitad de lo que observa en el primer semestre de este año.

China muestra cierta estabilización en su crecimiento, con un índice PMI manufacturero que llegó a 51 puntos en agosto, su mayor nivel en 16 meses. En el primer trimestre había alcanzado un PIB de 7,7%, que bajó a 7,5% en el segundo y los analistas estiman que esta caída continuará. Societé Generale alertó del “considerable riesgo” que está implicando China para la economía mundial con su “aterrizaje” y predice tasas de crecimiento en torno al 5% en los próximos tres años.

China enfrenta una compleja reforma estructural impulsada por el gobierno del premier Li Keqiang, la que ha significado el retiro programado de estímulos que las autoridades habían aplicado desde 2008/2009, así como un intensivo desapalancamiento bancario. Con tales medidas, el gobierno está pinchando una serie de burbujas sectoriales y dando una clara señal que, en adelante, nada será como antes.

Este nuevo escenario importa una desaceleración de exportaciones e importaciones de la potencia asiática, lo que si bien no implica un aterrizaje forzoso para China, como lo demuestra su reciente índice PMI manufacturero, bien puede serlo para el resto del mundo. Se entiende así la caída en los precios de los commodities y las materias primas, entre ellas el valor de la libra de cobre, que complicará la economía de naciones productores de dichos recursos debido a la alta demanda que impuso China en su período del auge, caracterizado por su alta dependencia de la inversión y la deuda. Fue ese modelo que transformó a China una locomotora económica.

Durante el período de crecimiento, los niveles de deuda se dispararon y el dinero fluyó hacia fábricas, viviendas e infraestructura pública que cambiaron el rostro de China. Pero una disminución a tiempo de la velocidad puede salvarla de un choque. Y eso está haciendo desde 2010. China busca equilibrar su economía y hacerla menos dependiente de la deuda y de la inversión extranjera.

La nación asiática tiene un PIB de US$ 8,6 millones de millones y un crecimiento de 7,5% (US$ 650 mil millones), equivale a un crecimiento del 4% de EE.UU, Sin la presión de un mayor crecimiento norteamericano, es probable que la tasa del PIB de China siga ajustándose a la baja de la inversión, un fenómeno de características mundiales respecto del cual Beijing está aplicando su propia estrategia que, desde luego, no considera los problemas de Europa ni de EE.UU.

China está apuntando a que su caída del crecimiento se produzca por menores transferencias de tasas de interés al sistema financiero internacional y un aumento de la renta media de los hogares, para mejorar su demanda interna. Lo que interesa a sus autoridades no es la velocidad de crecimiento, sino una evolución social equilibrada. Dar prioridad a los equilibrios internos ayuda más a la estabilidad social que los equilibrios del comercio exterior, los que suelen generar burbujas, aumentan la deuda y desestabilizan la sociedad.

El cambio de estrategia chino apunta, pues, al inminente aumento de las tasas de interés a largo plazo y la reestructuración de la deuda pública de varios países de la zona euro, hecho que puede desencadenar otra crisis financiera. Más allá de las impresiones causadas por informaciones de datos aislados de comportamientos bursátiles, primas de riesgo y leves mejoras en el empleo, los factores relevantes en el Viejo Continente, como inversión, consumo y producción industrial siguen bajando.

En la actualidad, tanto el Banco Central Europeo como la Reserva Federal de Estados Unidos compiten por quien mantiene la tasa de interés más baja, provocando una nueva burbuja de crédito interbancario a nivel global, instituciones que correrán serios riesgos cuando la FED comience a elevar sus tasas de interés. El incremento de tasas pondrá a varios países de la periferia europea en la imposibilidad de pagar, debiendo realizarse quitas masivas a su deuda.

Los miedos de los bancos de inversión son, pues, justificados, si pensamos en una desaceleración conjunta de Estados Unidos, Europa, China y los países emergentes: una tormenta perfecta.

Mientras tanto, los medios destacan datos aleatorios y fugaces según los cuales, luego de un año y medio en recesión, la Zona Euro logró crecimiento del PIB de 0,3% en el segundo trimestre. Pero, a pesar de esta recuperación, el Central Europeo (BCE) mantiene su tasa de política en mínimos históricos de 0,5%. En EE.UU. en tanto, las cifras mixtas en empleo impiden prever la fecha de partida de los retiros de los estímulos monetarios (QE). En efecto, las solicitudes de seguro por desempleo cayeron a 323 mil, un mínimo en cinco años; la tasa de desempleo bajó a 7,3%; el ISM no manufacturero (índice de servicios) llegó a 58,6 puntos, máximo desde 2005. Sólo se contrapone a estos buenos datos la creación de nuevos puestos de trabajo, que en agosto fueron 169.000 y no los 180.000 que había estimado el mercado. Incertidumbre es, pues, la palabra de los próximos meses.





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