El negocio de la importación de automóviles

  • 02-10-2013

Las evidentes dificultades del transporte público en las ciudades chilenas no es solamente un problema técnico, el cual deba ser abordado exclusivamente por los especialistas. La verdadera dimensión del transporte público urbano es de carácter social, político, económico y cultural.

Lamentablemente, el mundo político se ocupa muy poco de esta temática, y cuando lo aborda, lo hace de manera escasa y superficial. Aparentemente para los dirigentes políticos el transporte público urbano no reviste la importancia suficiente como para ponerlo en lugar destacado de su agenda. Tampoco lo abordan los medios y los dirigentes sociales (es decir, los verdaderos usuarios “sufrientes” del transporte público).

El transporte urbano tiene diferentes modalidades que, curiosamente, corresponden a diferentes sectores sociales, y que son contradictorios entre sí. Es así que la persona que utiliza su automóvil para desplazarse dentro de la ciudad está generando una congestión mayor, ya que si las 40 personas que ocupan como promedio un bus viajaran en su propio automóvil, ocuparían la calle por más de una cuadra. Por lo tanto, la persona que transita en automóvil congestiona 200 veces más que si lo hiciera en transporte publico.

Por esta externalidad, producida en desmedro del funcionamiento general de la ciudad, los automovilistas no asumen ningún costo. Es decir, el usuario del automóvil no internaliza las externalidades negativas que produce. Debido a que el automóvil y el bus ocupan las mismas calles, se produce una mayor demora para las personas que usan el transporte colectivo que constituyen la gran mayoría (y los más pobres) de la población.

De esta manera vemos que para muchas personas utilizar el transporte publico les significa pasar arriba de un bus casi 4 horas diarias. Se produce aquí un círculo vicioso, ya que los sectores medios o altos no se subirán al transporte público mientras la calidad de este no mejore. Y la calidad del transporte público no mejorará mientras esos sectores continúen con el uso indiscriminado del automóvil.

Por lo tanto, también vemos una distribución desigual respecto al transporte: los sectores de más altos ingresos congestionan sin costo para ellos, mientras los sectores de bajos ingresos deben pasar largas horas en un sistema de transporte de mala calidad.

Además de la inequidad social, el tema del transporte publico de mala calidad y segregador en su uso, constituye una inexplicable rémora en los servicios de una ciudad que, hay que reconocerlo, ha hecho grandes esfuerzos por mejorar, tecnificar y democratizar los servicios públicos.

Una pregunta final:
¿Sabía usted que diariamente ingresan mas de mil autos nuevos a nuestras calles, lo cual constituye un tremendo negocio del cual se benefician muy pocos y se perjudican la gran mayoría de los habitantes de nuestras ciudades? ¿Por qué las autoridades nunca han querido abordar radicalmente esta situación?

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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