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Educación artística en colegios: Materia reprobada

Reproducimos el reportaje que la revista Arte en la Chile, de la Facultad de Artes de nuestra casa de estudios, realizó sobre los avances y retrocesos que ha tenido la enseñanza artística en nuestro país.

Gabriela González y Marilyn Lizama

  Jueves 14 de noviembre 2013 15:03 hrs. 
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164 años han pasado desde que comenzara a impartirse la educación artística en Chile, tras la fundación de la Academia de Pintura de Santiago en 1849. El objetivo fue dotar a esta naciente sociedad postcolonial de una estructura, un orden social y cultural impulsado por sus propios pintores y escultores.

Los inicios estuvieron marcados por el apoyo de un Estado comprometido con el desarrollo intelectual del país. Por ello, se funda la Escuela de Artes y Oficios (1849), el Conservatorio de Música (1850) y luego surge la Sociedad Artística (luego Unión Artística), fundada en 1867; la Comisión Permanente de Bellas Artes y el Consejo Superior de Artes y Letras.

La Escuela de Bellas Artes, sucesora de la Academia de Pintura, pasa a depender de la Universidad de Chile en 1929, uniéndose al Conservatorio Nacional de Música y Declamación, la Escuela de Cinematografía Educativa y el Departamento de Extensión Artística. Es el inicio de lo que se convertiría en la Facultad de Bellas Artes (1948) y luego la Facultad de Ciencias, Artes Musicales y de la Representación junto a la Facultad de Ciencias y Artes Plásticas, las que, al unificarse en 1981, se transformarían en la Facultad de Artes de la U. de Chile, tal como hoy se le conoce.

Avances y retrocesos

En 1920 una reforma incluye por primera vez en el currículum de las escuelas el canto y los trabajos manuales para hombres y aguja para las mujeres. En 1965, Eduardo Frei Montalva considera un plan de actividad escolar que incluya las actividades artísticas dentro de las áreas de estudio.

En tanto, en 1990 se da inicio a una reforma que crea la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE). En ella se declara que es deber del Estado fomentar el desarrollo de la creación artística. En tanto, en 1996 se explicitó que en primero y segundo año, la Educación Artística, constituida por Artes Visuales y Artes Musicales, tendría tres horas semanales de clases. En 3º y 4º año básico en tanto, tendrían cuatro horas; en 5º y 6º año tres horas, y finalmente, para 7º y 8º año se consignan cuatro horas, de las cuales dos son para Artes Visuales y dos para Artes Musicales. Esta normativa rige para todos los establecimientos educacionales que no tengan  planes y programas de estudio propios en el área.

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Foto: MAC.

En tanto, el marco curricular para la Educación Media, aprobado en 1998, incluye en el ámbito de Formación General y de manera obligatoria, a la Educación Artística, considerando como parte de ella, al igual que los años anteriores, las Artes Visuales y las Artes Musicales, aunque los establecimientos también pueden decidir impartir solo una de estas áreas.

En el gobierno de Michelle Bachelet se promulga una nueva ley de educación para reemplazar la LOCE: la Ley General de Educación (LGE). En ella se define la educación artística como una tercera modalidad de formación, a la par de la científico – humanista y la técnico profesional. Sin embargo, tras este avance vendría un tremendo retroceso. En 2011, en medio de las movilizaciones estudiantiles, se aprueba un decreto que implementa un nuevo plan de estudios que reduce las horas de arte en el currículum escolar de los cursos que corresponden al 2º ciclo de enseñanza básica. Es decir, a 5º y 6º básico se les reduce a 2 las horas de educación artística y en los niveles de 7º y 8º básico dos horas en los establecimientos que no se encuentran adscritos a la Jornada Escolar Completa (JEC). Los que sí se encuentran con JEC, desde 5 º a 8º básico deben reducir de a 3 horas el área dedicada al arte.

Desigualdad social

Según Carlos Poblete, coordinador de la Escuela de Postgrado en la Facultad de Artes, doctor (c) en Ciencias de la Educación y uno de los organizadores de la Novena Conferencia Regional Latinoamericana de Educación Musical (ISME) que se realizó en la Facultad, los problemas de la educación artística en Chile radican en la “falta de conexión entre las distintas instancias de formación, la inexistencia de controles que permitan cautelar qué se está enseñando y con qué profundidad y la enorme desigualdad existente entre los establecimientos educacionales”.

Coincide el académico del Departamento de Música y Sonología y coordinador de los Conciertos Didácticos de dicha unidad, profesor Claudio Merino: “No todos los establecimientos educacionales cuentan con la infraestructura y el capital humano necesario para poder desarrollar estas asignaturas en propiedad”.

Foto: MAC.

Foto: MAC.

Además del poco tiempo que las materias artísticas ocupan en el currículo, el profesor Merino añade que “los planes de estudios del ministerio de Educación son utópicos y no están diseñados para el contexto real que los supone. En el papel se leen formidables y deseables, se presume una práctica activa de los contenidos artísticos específicos, además de la capacidad para poder analizarlas desde distintos puntos de vista,  como el contexto histórico, sus características estructurales y formales, sus materiales, la visión estética, entre otros, pero es inaplicable a la realidad local”.

En cuanto a las soluciones a estas problemáticas, el profesor Poblete propone el “fortalecimiento del currículo escolar, específicamente en términos de la definición de un espacio de horas que sea obligatorio para todos los colegios del país. También cautelar al interior de los planes una efectiva progresión de aprendizajes, que permita desarrollar habilidades de orden superior a lo largo de toda la formación. Además “las universidades deben asumir un rol más enfático en la formación de profesores y en el desarrollo de investigación en educación artística, que permita incrementar la masa crítica existente en el campo, generar instancias de difusión e intercambio de experiencias, y fortalecer una producción académica capaz de alimentar las políticas de desarrollo de la enseñanza artística a nivel nacional y regional internacional”.

Rol histórico

La Facultad de Artes de la Universidad de Chile tiene el deber y la oportunidad de aportar en el fortalecimiento de la educación artística, tanto por ser la primera institución a cargo de enseñar las artes en un país en construcción, como por continuar de manera permanente en esa labor.

El profesor Merino afirma que es “nuestra responsabilidad como artistas y como institución”  contribuir en la materia tanto a través del acceso como en la formación. Por su parte, Carlos Poblete enfatiza que la Facultad “debiera generar espacios de formación y capacitación para profesores de artes, acompañado de instancias para desarrollar sistemáticamente investigación específica en educación artística, en el ámbito de las políticas y de las prácticas de enseñanza”. Agrega que se requiere aumentar las instancias de formación continua y de cuarto nivel (postgrado), así como generar un programa constante en educación artística, que pueda sustentar la construcción de un área específica en el futuro.

Avanzando desde otro lugar

En este complejo escenario, distintas instituciones han venido desarrollando planes y proyectos que si bien no alcanzan a suplir los vacíos existentes al respecto, son aportes significativos para niños, jóvenes y profesores.

El Departamento de Música y Sonología lleva alrededor de tres décadas trabajando con este propósito. Gracias a un acuerdo con el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA) desarrollan los Conciertos Didácticos, presentaciones a cargo de académicos y estudiantes en las que además de ejecutar piezas musicales se contextualizan las mismas y sus autores. Son más de doce presentaciones anuales que se realizan en la sala Isidora Zegers, a las que este año se suman las que se están desarrollando en el GAM.

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Foto: Depto. de Música y Sonología U. de Chile.

El profesor Merino, responsable de la iniciativa, cuenta que hay una “gran disposición de los académicos y estudiantes que participan en los conciertos. Diría que hay una responsabilidad ética en querer ser parte de ellos y llegar a un público que está ávido de arte”.

Tras evidenciar con su trabajo la desconexión existente entre las necesidades artísticas de los currículos de los docentes y las propuestas que hacían los museos, Cristián Gallegos se hace cargo el año 2008 de la unidad de Educación del Museo de Arte Contemporáneo (Educamac) con el primer objetivo de generar puentes con la educación formal que permitieran aprovechar las posibilidades que la programación del museo ofrecía para el trabajo conjunto.

“Empezamos con un programa de trabajo acotado. Las visitas guiadas las denominamos “Diálogos con la obra” y las desarrollamos con la metodología de aprendizajes significativos que posibilitaba que la gente se acercara al museo a partir de su propia experiencia”.

La evaluación del proyecto fue positiva, pues permitió que la unidad tuviese “mayor diálogo y que se presentara al museo como una herramienta de trabajo, como una extensión del aula”, señaló. La asistencia de público de la unidad de ese año creció en un 70 por ciento. En adelante el trabajo ha crecido y se ha diversificado.

A pesar de no contar con un presupuesto al interior de la Universidad, lo que dificulta el desarrollo y proyección, Educamac ha ido creciendo y avanzando en varios sentidos. Uno de ellos obedece a la generación de nexos internacionales con otras unidades que realicen una labor similar, lo que permite construir una red de trabajo, intercambiar experiencias y realizar proyectos conjuntos.

Lea aquí la revista de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile

Foto principal: MAC.
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