El 1 de diciembre de 1988 el mundo veía como se conmemoraba el primer día internacional de la lucha contra el VIH/SIDA. La historia había comenzado unos años antes, en 1981, cuando en Estados Unidos médicos daban cuenta de los primeros casos conjuntos de neumonía y sarcoma de Kaposi, datos que fueron sólo la antesala de una enfermedad que en 2012 alcanzó los 35,3 millones de personas infectadas por el VIH (las cifras oscilan entre 32,2 y 38,8 millones).
Era 1984 cuando en Chile se conocían los primeros infectados por el virus. Hoy, 29 años después y según cifras oficiales, la incidencia del Virus de Inmuno deficiencia Humana tiene una prevalencia de 9,6 cada mil habitantes y la notificación por el Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida (SIDA), llega 6 cada mil personas, según reconoce un informe elaborado por el Departamento de Epidemiología del Ministerio de Salud de 2011.
El estigma de la enfermedad de generó casi como efecto reflejo: estar infectado de VIH y morir de SIDA implicaba, a juicio moral de miles de personas, tener una conducta sexual reprochable, las que en el caso de los hombres implicaba una tendencia homosexual y, en las mujeres, promiscuidad. Lamentablemente, y a más de 30 años de conocer los primeros diagnósticos, quienes viven con VIH siguen siendo parte de una cadena de segregación y discriminación, que según expertos, impiden toda forma de desarrollo.
A nivel internacional, diversas organizaciones trabajan para atender la enfermedad denominada pandemia, por el alcance mundial de su expansión. Entre las metas de la Organización de las Naciones Unidas, en su departamento de SIDA (UNAIDS, por sus siglas en inglés) se encuentran la reducción de la transmisión sexual, prevención del VIH entre usuarios de drogas, eliminación de nuevos casos de infección de VIH en niños, acceso universal al tratamiento, erradicación de las muertes por tuberculosis, reducción de las diferencias en los recursos, erradicación de las desigualdades de género y la erradicación del estigma y la discriminación.
El director de ONUSIDA para Latinoamérica, César Núñez, declaró en San Salvador que la estigmatización sigue siendo uno de los principales desafíos para la región: “Seguimos teniendo en las Américas, y especialmente en Centroamérica, la carga de estigmatización hacia los portadores del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), causante del sida”, apunta el experto, agregando que “eso infelizmente representa un gran valladar, un gran desafío para poder tener una respuesta integral todavía al tema de VIH”.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) también enfoca sus esfuerzos en esta realidad, descrita tanto como un problema de salud pública como un problema del desarrollo. En ese sentido, el PNUD reflexiona en torno a cómo situaciones de pobreza incrementan la posibilidad de contagiarse con VIH.
La fortaleza con la que diversos organismos internacionales destacan las labores de prevención como método para disminuir las cifras de contagio parecen no ser atendidas en nuestro país. Para Valeria Stuardo, investigadora de la División Académica de Epidemiología de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile, la prevención es una de las grandes falencias de las políticas a nivel país.
“Aproximadamente el 93% de los recursos en Chile son destinadas a tratamiento de VIH. En Chile existe acceso universal al tratamiento, lo cual ha sido un tremendo avance en términos de controlar la propagación de la enfermedad, pero en desmedro de las políticas públicas preventivas. Hoy día no hay presupuesto para políticas públicas preventivas por lo que no se llega a los grupos de riesgo, a los grupos más vulnerables”, explicó la investigadora.
En el contexto latinoamericano, la experta sanciona la repartición presupuestaria tanto de Chile como Venezuela, países que destinan más del 90% sus esfuerzos económicos en materias de tratamiento, dejando una limitada cantidad de recursos para medidas de prevención.
“Los principales son Chile y Venezuela, Venezuela un 94% y Chile un 93% del porcentaje se va en tratamiento, eso está en desmedro de la prevención. Son los países que tienen unas tasas de morbi y mortalidad sostenida, porque los estudios lo dicen, que los países que invierten equitativamente en términos preventivos y de diagnóstico y tratamiento, son los países donde las cifras descienden”, puntualizó.
El tratamiento que reciben tanto infectados con VIH como pacientes que ya han alcanzado la etapa SIDA de la enfermedad, es bien evaluado por la experta. Recordemos que en el país, las terapias retrovirales son parte de las garantías del plan AUGE de salud, por lo que, en la teoría el 100% de los connacionales podría acceder a los medicamentos necesarios.
La psicóloga miembro de la Fundación Savia, María Elena Ahumada, destaca el tratamiento y trato que los médicos parte de la red de atención especializada entregan a los pacientes. Sin embargo, critica y cuestiona el trato que otros profesionales de la salud entregan al momento de que los pacientes necesiten ser derivados a otro profesional.
“El sistema de derivaciones a partir de las personas que viven con VIH se consideran deficitarias, porque el sistema de salud no ha formado a los profesionales de forma adecuada, como para responder a los requerimientos de los pacientes, de las personas que viven con el virus, otro de los déficit es la falta de consejería”, dijo la psicóloga.
Asimismo, la profesional lamentó el tipo de cobertura a nivel de campañas de difusión masiva que
se le da a la enfermedad en el país: “Mientras siga prevaleciendo el tabú a la hora de informar, las cifras no van a disminuir”, acotó la experta.
Educación y prevención para el grupo más vulnerable, que son las dueñas de casa, exige Marcela Silva, líder del Grupo de Mujeres viviendo con el VIH Belona-ICW.
“Lo que nos interesa es el tema de la prevención con campañas focalizadas al grupo más vulnerable que son las dueñas de casa y promover el uso del condón femenino. Queremos ver políticas públicas que integren a las mujeres con VIH, en eso hay falencias de parte del Estado”.
“En nuestro país, así como en el mundo, un importante porcentaje de mujeres infectadas con la enfermedad lo adquiere al interior de su hogar, respetando los valores de la fidelidad y compromiso con su pareja, son ellas quienes necesitan un fortalecimiento a la hora del auto cuidado y la posibilidad de decidir respecto de su sexualidad”, agregó.