“Valparaíso hundido para arriba”

  • 16-04-2014

El verso del antipoeta Nicanor Parra que habla de “Valparaíso hundido para arriba” refleja la singularidad del famoso puerto chileno.

El espectáculo de sus casas y locales emplazados en los cerros con escaleras que miran el mar lo ha hecho reconocido en el mundo, al punto que se le declaró Patrimonio de la Humanidad.

Pero está el otro Valparaíso, el hundido para abajo, en cuyas laderas y profundas quebradas se ha instalado una población marginal, carente de agua utilizable, luz y servicios de alcantarillado, formando un caos de crecimiento inorgánico, sin seguridad para los habitantes, que conviven con peligrosos basurales combustibles y verdaderas chimeneas como son las quebradas y sin cortavientos que prevengan el casi nulo acceso de los bomberos cuando se suscitan incendios, favorecidos por pastizales, la sequía, aumentos de la temperatura y fuertes vientos.

Hoy, los habitantes ven quemadas sus precarias viviendas, construidas a lo largo de décadas, tomas de terrenos mediante, y la transformación de campamentos en obras de autoconstrucción, en algunos casos por cesión de privados que consideraron los terrenos como no rentables, pero imponiendo condiciones de no equipamiento urbano, para no molestar a los vecinos mejor emplazados.

Más allá del dolor de los damnificados que “quedaron en la calle” y de la acción de las autoridades para auxiliar y mitigar el desastre, se impone la necesidad de un Estado macizo que recoja los planes urbanos de hace casi veinte años y que todavía – por indolencia municipal, gubernamental y parlamentaria- no ha dado lugar a la aprobación de un Plan Regulador.

Esta tragedia, así como la ocasionada por el reciente terremoto en el Norte, más que poner en entredicho las profundas transformaciones estructurales para las que fue elegido el actual gobierno, ha reforzado la presencia de un Estado despegado del principio sacrosanto del modelo de mercado subsidiario, que reserva a los poderes públicos la acción sólo donde no pueden actuar los privados. Esto quiere decir que las reformas proyectadas deben incluir, de una vez por todas, las que aseguren superar la desigualdad también en lo urbano, incorporando a los habitantes marginales y a los empresarios privados en el comienzo del fin de la segregación y la búsqueda de seguridad para todos ante los embates de la naturaleza.

De otro modo, “por ahí pasará la muerte” que “tantas veces enlutó a Valparaíso” y que – según los versos de Osvaldo “Gitano” Rodríguez – fue cubriendo con “un manto de tristeza los cerros con sus calles y sus niños”.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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