A propósito de este primero de mayo, donde muchos actores salen a las calles a visibilizar sus precarias condiciones laborales a nivel mundial, otros mantienen el silencio esperando el espacio para ser vistos.
El trabajo infantil es real, visible a las cifras, pese a la naturalización que tiene en su validación social. Los niños trabajan. En la región, en el país, en la comuna, probablemente más cerca de lo que nos gustaría creer.
Hace algunas semanas causó conmoción el reconocimiento de Oxfam Australia, sindicando a los cuatro bancos más importantes del país como culpables de expropiación de tierras y amparo del trabajo infantil en una de sus peores formas, la explotación casi al borde de la esclavitud.
En el informe “Actividades bancarias en tierras inestables: Los cuatro principales bancos de Australia y apropiación de tierras”, la organización relaciona al Banco Nacional de Australia, el Banco Commonwealth, el Westpac y el Banco ANZ con estas actividades.
“Desde Papúa Nueva Guinea y Camboya hasta Indonesia y Brasil, nuestros bancos han respaldado empresas acusadas de expropiar a la fuerza las tierras de comunidades”, dijo en un comunicado la directora ejecutiva de Oxfam Australia, Helen Szoke.
“La regulación en el continente es tan estricta que casi no se ven niños contratados por grandes empresas. Pero en el trabajo infantil, que forma parte de las cadenas productivas de aquellas empresas, en el mundo informal sí se contrata una gran cantidad de niños”, explicó Guillermo Dema, especialista regional para América Latina en trabajo infantil y empleo juvenil de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Pero la realidad de los niños y niñas trabajadores va mucho más allá de esta única vinculación. Se acerca peligrosamente a los límites de la invisibilización y la informalidad, lo que hace difícil su identificación y erradicación.
En conversación con Radio Universidad de Chile, Dema reveló cifras y condiciones que involucran a miles de rostros de niños que cambian juegos por extensas jornadas laborales.
“Son 9,5 millones que estarían en situación de trabajo infantil peligroso. Es decir, poniendo en peligro su salud y/o su seguridad. Aquí es donde no se ha dado ningún tipo de derecho. Se ha trabajado mucho en América Latina en la reducción del trabajo infantil, pero no en el tema del trabajo infantil peligroso. Este sigue siendo un tema muy serio y acuciante para la mayoría de los países de América Latina y el Caribe”, detalló.
Minería informal, construcción, trabajo de canteras, actividades pesqueras y trabajo infantil agrícola en exposición directa a agroquímicos, son las actividades económicas donde se concentra el mayor número de riesgo laboral, según el experto.
Los números avalan la gravedad del asunto. Uno de cada diez niños trabaja en la región. Si bien ha disminuido considerablemente en las últimas décadas, la labor estatal es fundamental para no estancarse y continuar bajando números, advirtió.
Además, agregó que es necesario “hacer transferencias monetarias a estas familias que compensen, por una parte, los costos indirectos que la educación tiene para ellas y que no pueden asumir. Costos que se derivan del transporte escolar, de matrículas, de útiles y otros. Un dinero que a su vez compensara la escasa contribución que el trabajo de estos niños hace a la economía familiar”.
La ilegalidad es el peor enemigo de la erradicación. En la zona, casi no se advierte presencia de niños y niñas trabajando en grandes empresas. Sin embargo, las largas cadenas productivas que abastecen sus necesidades y la informalidad con la que se trabaja en éstas, hacen invisible a los ojos de la fiscalización los miles de niños que a diario y por muy poco dinero les prestan servicios.
Para Guillermo Dema, es importante trabajar de la mano con el Estado en la reducción. En forma directa, por la inmoralidad que implica el trabajo infantil y la peligrosidad de la que muchas veces se reviste. Pero también porque a la larga existe una ganancia económica para las empresas y países al no tener niños trabajadores.
De acuerdo al informe, “erradicar el trabajo infantil es ante todo una obligación moral, pero además es rentable económicamente”. En ese contexto, el experto trabaja en incentivos a la empresa y a la familia con el fin de asegurar la permanencia en el sistema educativo.
“El análisis que hacemos desde la OIT es que queda el núcleo más difícil del trabajo infantil, es decir, aquellos niños y niñas a los que es más difícil llegar. Las políticas que se han venido implementando, que han sido exitosas en muchos casos, es necesario readecuarlas de tal manera que nos permitan llegar a un tipo de trabajo infantil que en muchos casos está muy invisibilizado”, aclaró.
Finalmente, el coordinador del Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC) de la OIT concluyó que “la eliminación del trabajo infantil, que afecta a alrededor de 20 millones de niños, niñas y adolescentes en América Latina, podría ser una realidad si en los próximos 20 años se invirtiera de forma sostenida 106 mil millones de dólares”.