¡Qué lindo que es soñar!

  • 29-06-2014

Dice la canción del argentino Kevin Johansen, soñar no cuesta nada, no cuesta nada más que tiempo.

El sueño de pasar a cuartos de final de la Copa del Mundo 2014 tuvo a nuestro país semanas en vilo traspasado de la fiebre futbolera, anestesiado por ese deseo de hacer lo que nunca antes habíamos logrado, esforzándose en demostrar al mundo que nosotros sí podíamos.
La épica que se forjó en torno a la participación de la Selección Nacional de Fútbol es un fenómeno de masas que ya quisiéramos replicar en tantos otros ámbitos de nuestra vida nacional. Porque ni esa solidaridad etiquetada de grandes marcas en que se convirtió la Teletón o el paseo de la fama en que se transforma cada campaña para superar un terremoto o una emergencia han podido penetrar de esta manera a toda nuestra nación. La Roja de todos y su dominio del balón tuvo la capacidad de convocar e invitar a todos a sentirse parte de una gesta histórica que se ha convertido en una clase magistral de lo que puede ser un sueño colectivo. Porque sin desconocer ni quitarle méritos a lo que esta “pasión de multitudes” produce en sus hinchas, lo que vivimos como chilenos estos últimos días nos tendrá mucho tiempo reflexionando.

El esfuerzo y la entrega de cada uno de los jugadores, algunos de los cuales terminando llorando a moco tendido en la cancha, emocionaron a una hinchada que los considera, sin embargo, héroes, hombres ejemplares, a pesar de haber perdido. Porque esta vez no se trata de los triunfos morales con los que nos alimentamos por décadas, sino que de derrotas dignas, que es algo diferente. Es aceptar el fracaso como parte inherente a cualquier juego, como en este caso es el fútbol, pero también como parte de la vida.

Y porque esta vez, como pocas, cuando la derrota tuvo tanto de sueño y esperanza es que nos da lugar para imaginar más allá del fútbol. Y pensar que parte de esa épica con que sostuvimos a esos jugadores hasta convertirlos en héroes nacionales se podría traspasar a tantos otros chilenas y chilenos que también se la juegan día a día. No solo otros deportistas que no sean futbolistas, que también lo necesitan, sino que a personas que dan sus vidas por causas que no les dan ningún rédito personal y que son muchas más que la veintena que fue a Brasil, por ejemplo.

Pero para eso sería necesario contar con soñadores en la proa de nuestro destino común. Como los maoríes, esa ancestral cultura de Nueva Zelanda que en la primera posición de una barca dispone de la figura de quien va inspirando al resto de la tripulación. El soñador no atosiga a los remeros, que con dificultad alcanzan a ver una pequeña franja de mar por sobre los hombros de sus compañero de faena, con amenazas ni órdenes perentorias, sino que les va narrando un sueño de abundancia y prosperidad para todos, un sueño de una pesca fructífera que alimentará a sus hijos y les permitirá ser felices, un sueño que se verá cumplido en la medida que pongan todo su esfuerzo en remar y llegar al lugar donde les esperan los cardúmenes. Y aquí está el problema de Chile hoy. No tenemos, sino se trata de fútbol, quien sea capaz de ir en la proa de nuestra gran nave invitándonos a soñar un Chile que brinde felicidad a todos.

Nuestra política que otrora tenía la capacidad de soñar hoy se encuentra cautiva de una clase que no quiere cambiar el sistema educacional, ni el de salud ni el pensiones sino en la medida de que sus intereses o sus dueños no se vean perjudicados. Y cuando tuvimos un Presidente que contagió a multitudes con su sueño de un Chile justo que abriría sus grandes alamedas, terminamos con un dictador que apenas sabía enhebrar dos frases.

Y porque de eso ya han pasado 24 años, hoy, más que nunca, como han repetido majaderamente los comentaristas deportivos, necesitamos de mujeres y hombres que nos inviten a soñar ese otro Chile posible, equitativo, respetuoso de las personas y el medio ambiente, alegre y festivo. Necesitamos de muchos soñadores que expresen de manera verbal, con entusiasmo, con épica, ese Chile que sueñan. Esos soñadores existen y están en la ciencia, en el arte, en el pensamiento, en la investigación, en la sabiduría popular. Son hombres y mujeres destacados en sus saberes, reconocidos por sus pares pero ignorados por la gran mayoría, esa hinchada que hoy se siente derrotada y que necesita urgente un sueño.

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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