Es curioso lo que está pasando con el gobierno de la presidenta Bachelet. Desde el comienzo de su mandato era evidente que la derecha intentaría por todos los medios salir del oscuro agujero en que quedó luego de la derrota electoral. Michelle Bachelet fue apoyada por más del 62% del electorado. Un resultado que le daba fuerza suficiente para impulsar cambios profundos a un sistema que fue elaborado por la dictadura y que, en lo político, asegura a la derecha mantener un papel hegemónico aunque no cuente con respaldo ciudadano. De allí la efectividad del sistema binominal. En lo económico, deja inamovible al mercado como el asignador de recursos esencial. En otras palabras, que la derecha económica no enfrentara cortapisas de ningún tipo para ejercer su poder y que los chilenos se hallan atrapados en un sistema en que derechos tales como educación, salud, vivienda digna, se transforman en bienes de consumo. Todo esto es lo que la nueva administración debía cambiar.
Entre los factores adversos de la economía internacional y las chambonadas locales, el gobierno enfrenta un escenario complejo. El apoyo ciudadano para la presidenta Bachelet se ubica por debajo del 50%, algo impensado hace sólo unos meses atrás.
Al parecer, las autoridades no comprenden a cabalidad el escenario en que se mueven. De pronto, voceros oficiales hablan de utilizar una retroexcavadora para terminar con el modelo neoliberal que impera aquí y que fue impuesto, literalmente, a sangre y fuego. Luego, en una actitud más bien medrosa, que ha sido criticada desde el propio oficialismo, el ministro de Hacienda llega a acuerdos con la derecha para aprobar la reforma tributaria en el Senado. Y la reforma política que termina con un sistema binominal que asegura el control del país político a la derecha, también ha generado diferencias en las filas gubernativas. Todo esto, sin mencionar la reforma educacional, que constantemente crea tensiones previsibles con la oposición, pero también con los estudiantes que, en definitiva, fueron quienes llevaron el tema al nivel de cuestionamiento en que hoy se encuentra.
Día a día siguen surgiendo errores garrafales. En lo comunicacional, al no saber explicar adecuadamente una baja en la economía que no depende de Chile sino de la economía global que hizo un giro que afecta a toda América Latina en sus niveles de crecimiento. En este escenario, las autoridades no se cuidan y siguen abriendo nuevos frentes. El subsecretario del Interior, Mahmud Aleuy, anuncia que por cada dispensador de dinero que sea robado, los bancos sufrirán elevadas multas. Si bien en el fondo Aleuy tiene razón, ya que las entidades bancarias no han cumplido con las normas de seguridad, podría haber esperado un mejor momento para anunciar una medida que difícilmente será puesta en práctica.
Sin embargo, las tensiones no sólo son a nivel político o económico. La ciudadanía también es afectada de manera directa e inmediata. Luego de dos bulladas fallas del tren Metropolitano, una herramienta esencial para el transporte de los millones de trabajadores en la capital, se anunció un alza en los pasajes. El Metro es una entidad estatal y es el mecanismo más eficiente en una ciudad en que los desplazamientos son cada vez más difíciles. El alza, que sólo fue de diez pesos, provocó lo que nunca se había producido: una protesta masiva en una de las estaciones más congestionadas. El reajuste ¿no podría haber esperado algunos días?
Las autoridades hacen caudal de su sensibilidad ante las demandas ciudadanas. Y es posible que en algún nivel así sea, pero resulta evidente que no han asumido a cabalidad lo que ello significa. Más aún, parecen no haber captado que el universo ciudadano ha cambiado de manera sensible en todo el mundo. Los movimientos sociales empiezan a tener peso en una institucionalidad sobrepasada por problemas nuevos y por aspiraciones inexistentes en el momento en que fue creada.
En España, por ejemplo, el movimiento Podemos, básicamente integrado por descontentos frente a la crisis que vive el país, ha igualado en caudal electoral a Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Eso parece indicar que las soluciones no se buscan en los partidos tradicionales, entre otras razones, porque nos las tienen.
Hoy, en Noruega, el nombre más utilizado para los recién nacidos es Mohamed. Una demostración palpable de que la población de origen musulmán tiene un peso específico considerable. Eso explica la imposición de políticas migratorias cada vez más restrictivas y, en algunos casos, el triunfo de administraciones ultra conservadoras.
En todo caso, la realidad ha cambiado y los propios partidos socialdemócratas han seguido una vertiente más derechista. Vertiente que, en el ámbito local, encabezan personajes como el ex presidente Ricardo Lagos. Eso es lo que explica que, en medio de un periodo complejo para el gobierno, haya salido a criticarlo porque, a su juicio, falta decisión política para impulsar obras de infraestructura que podrían paliar el decaimiento de la economía.
Da la sensación que la ciudadanía y quienes deberían ser sus referentes van por caminos distintos.