En un programa especial de la Tercera Edición de Radioanálisis de Radio Universidad de Chile, el periodista Felipe Pozo conversa con el profesor Manuel Dannemann, doctor en Literatura con mención en Literatura Chilena e Hispanoamericana con especializaciones temáticas en folclor e identidades culturales y director del Programa de Identidades Culturales y también director del Seminario Interfacultades “El Folclor Como Cultura”.
El 18 de septiembre lo que se celebra es la instalación de la Primera Junta Nacional de Gobierno, que juró adhesión a la Corona Española, pero que al mismo tiempo colocó las bases de lo que después iba a ser nuestra independencia. ¿Cuándo se empieza a tomar estas fechas como Fiestas Patrias?
En un sentido estricto no sería fácil determinar cuándo y cómo surgieron las Fiestas Patrias, ahora es evidente que eso no fue tan encima de este juramento al cual usted se refiere. Algunos historiadores hablan que efectivamente después de 1818, cuando culmina un proceso y cuando ya se nota que hay una mayor libertad, hay mayores posibilidades de un encuentro con una nacionalidad aún incipiente, con un mestizaje que aún estaba establecido de maneras que eran muy particulares. Va surgiendo lentamente esta especie como de afán de chilenidad y va surgiendo también la noción de chilenidad que nos acarrea una serie de situaciones poco sencillas en cuanto a lo que vamos a entender por chilenidad. Luego van añadiéndose otras terminologías, como es el caso de tradiciones, de costumbres, de elementos históricos, lo que no deja de significar algo que implica una exigencia de reflexionar sobre este 18 de septiembre, reflexionar la historia de Chile y observar en qué medida esa chilenidad está presente y esa identidad -a la que usted se refirió- también marca nuestra existencia.
Detengámonos en el término que usted ha ocupado de chilenidad, porque los primeros años de la instalación del Estado chileno son tumultuosos, hay visiones muy distintas, hay guerras civiles, hay territorios que se disputan durante bastante tiempo. Se podría llegar fácilmente hasta los años 30 pensando en un país que todavía no logra conformar un Estado propiamente tal y que tiene diferencias muy profundas. ¿Cómo se instala este concepto de chilenidad y se va haciendo más común para los habitantes de este territorio?
Sobre la base de algunas observaciones empíricas y de conocimientos adquiridos a través de nuestros grandes maestros, yo diría que hay dos vertientes de comprensión de la chilenidad. Una apunta a lo que podríamos llamar una especie de chilenidad oficial, que de alguna manera se establece y marca ciertos rumbos. Luego hay una chilenidad que se diversifica de un modo prácticamente inabordable por su amplitud y distintas facetas, que se da a veces en términos que son muy puntuales, que son muy específicos. Ahí están las identidades locales, que son las que tienen que ver con antecedentes históricos, con paisajes, con próceres, con grandes maestros, con algunas efemérides locales.
En un país que se cree evidentemente homogéneo, hay una heterogeneidad muy poderosa y en esa heterogeneidad se dan la mano, por una parte, lo que quisiéramos en términos de Estado y de gobierno, más las chilenidades regionales y locales, donde algunas de ellas están interesantemente teñidas por algunos factores que son muy foráneos, pero que han ido configurando esta chilenidad que procede de distintos modos de existencia y que a veces la consideramos de alguna forma exageradamente homogénea.
Hay una heterogeneidad muy amplia y eso se vislumbra hasta hoy, no se vislumbra solo en la historia. En eso nos ayuda mucho desde un punto de vista de método, el concepto de sistemas sociales, las existencias sistémicas de los grupos humanos, sistemas en cuanto a oficios, sistemas en cuanto a etnias. ¿Cómo se celebran las Fiestas Patrias en el Alto Biobío?
No es una celebración que estuviese teñida como nosotros creemos que sería la celebración de estas Fiestas Patrias, que le dan un concepto muy amplio que no existe y cómo se celebra en otras localidades. Se celebra evidentemente y se cae muchas veces en lo que le ocurre a todos los seres humanos en cuanto a encontrar algunos pretextos para la celebración y para el esparcimiento. Hay que tener mucho cuidado en cuanto a este proceso, a esta curva que han vivido nuestras fiestas.
Desde la época de los decenios se iba a algunos lugares, a las carreras a la chilena, incluso se asomaban a las fondas y bailaban esa cueca tan admirada por Diego Portales. Lo que está ocurriendo ahora es que hay otro nivel de jolgorio, otra forma de entender la chilenidad y lo que significaría la diversión y ese esparcimiento al que me referí, que es algo importante de considerar, que habría que ver cómo lo canalizamos en beneficio de lo que es ese concepto de chilenidad.
La chilenidad constituye una medida de desafío para entender mejor algo que es muy pariente de la chilenidad: nuestra identidad. Cabría preguntarse ¿se es chileno cuando se va a las fondas y solamente se baila cueca, a veces una parodia de la cueca? ¿Se es chileno cuando se va a beber el denominado terremoto? ¿Le faltará fuerza de tradición, será un buen pretexto para pasarlo muy bien y abandonar otras cosas que podrían estar escondidas, que podrían ser aburridas o latosas?
¿Qué ocurre con los conflictos sociales presentes, como en La Araucanía, que nos han impedido encontrar una identidad no integradora, sino inclusiva? Hay una especie de estigma de la chilenidad que está fuertemente marcada por el roto chileno, que es el migrante rural a la ciudad en condiciones de pobreza, y el huacho chileno, que es el hijo del latifundista con la inquilina, que finalmente marcaron la cultura popular chilena de principios del siglo pasado. De acuerdo a ciertas hipótesis somos un gran renegar permanente de nuestra identidad. ¿Eso se ve plasmado en nuestra cultura, en el folclor?
Usted nos sigue introduciendo en buena hora a un gran bosque de elementos que se podrían considerar en cierto modo técnicos: chilenidad, identidad, tradición. Últimamente han habido algunos trabajos muy dignos de ser tomados en cuenta y hechos con una gran formación académica. La investigación hecha por la profesora Sonia Montecino respecto del huacho o los trabajos del historiador Gabriel Salazar en relación al fenómeno de la identidad y de algunos elementos que son muy interesantes en cuanto a la integración de lo urbano con lo rural.
Hacemos una crítica que fuese realmente útil para entender mejor lo que es lo chileno desde la perspectiva de las Fiestas Patrias y pareciera, si es que lo hacemos, sería quizás en círculos muy reducidos y que no habría una mayor aceptación sobre esto de enfrascarnos en discusiones, por muy auspiciosas que fuesen por parte de los que celebramos las Fiestas Patrias.
No hemos tenido nunca una especie de actitud fuerte, muy definida, sobre de lo que estamos hablando, pero no nos olvidemos que hubo etapas anteriores. Estoy pensando desde fines del siglo XIX hasta el siglo XX, en que hubo un grupo importante de historiadores y de escritores. De alguna manera, la obra de Blest Gana remece una conciencia popular chilena y nos lleva a entender mejor lo que podría ser la chilenidad a través de las distintas tradiciones de los tipos humanos. Autores como Guillermo Feliú Cruz, discípulo de José Toribio Medina, autores teatrales como Arturo Acevedo Hernández, con la obra Chañarcillo o su libro de 1933 de los cantores populares chilenos. Eso yo creo que de alguna manera se proyectó y nos permitió acercarnos más a la imagen de la chilenidad.
La globalización también tendría algún correlato de localización, porque esa globalidad también revitaliza las expresiones locales.
Hay que tener tino para calificar algunos movimientos sociales y algunos de ellos muy mercantilistas, como es el caso de la globalización o de la posmodernización, porque el ser humano, por naturaleza, está siempre sujeto a tensiones centrípetas y centrífugas y porque hay mecanismos de defensa realmente automáticos. Cuando se trata de imponer una globalización, incluso de una forma muy poderosa, surgen algunos focos que tratan de contrarrestar esa globalización. Gracias a las capacidades mercantilistas del imperio de la Coca Cola, esta bebida que tiene tantos adeptos y tantos renegadores en todas partes del mundo, pero por otro lado en esas partes del mundo se consume de diferentes maneras, con distintos aliados alcohólicos o no alcohólicos.
En la Universidad de Chile y gracias a la ayuda de algunas instituciones, como la Caja de Compensación de Asignación Familiar Los Andes, el Parque Metropolitano, hemos iniciado un gran proyecto que significa un conjunto de casas principalmente rurales, que estamos levantando en la comuna de Huechuraba, en un lugar que se llama Bosque Santiago ,y en cada una de esas casas se respira de algún modo ese criterio de identidad y de localidad que es el principio antropológico de llegar a una unidad a través de la diversidad.
Algo más complejo de abarcar es el caso de la arquitectura tradicional y ahí nos referimos no solo a cuestiones de arquitectura, de sociología, de antropología y de otras, sino que estamos mostrando una especie de imagen, de espejo que nos permita acercarnos a lo que podría ser nuestro propio concepto de chilenidad.
Qué significa lo que nosotros estamos haciendo, cómo entregamos herramientas para reflexionar críticamente acerca de lo que nosotros somos. Esto se escucha, trasciende, produce efectos de formación o está reservado a algunos distinguidos académicos o algunos políticos o algunos economistas que ven en todo esto algunos campos propicios para el desarrollo de sus actividades.
Yo creo que esa reflexión no puede perderse y tendría que aumentarse y ampliarse, y que debería contrarrestarse con lo que significa, sea con Coca Cola, sea con whisky o sea con borgoña. Se ha reducido el 18 de septiembre a una gran fiesta, a un cierto jolgorio que muchas veces, si se le preguntara incluso a los más entusiastas de ese jolgorio, ¿bueno y para qué es todo esto? Sería difícil que entreguen una respuesta que fuese para ellos mismos convincente.
En otras partes de la región hay algunas diferencias marcadas y otras que son muy localistas. Es difícil hacer esa comparación, por ejemplo, con la vena identitaria de Argentina, la cosa no es tan simple, no es tan liviana, hay muchos elementos y tenemos que ser cautelosos y navegar por este mar profundo viendo en términos muy localistas lo que está sucediendo y después llegar, si es que se puede, a algunas generalizaciones acerca de qué pasa con esos localismos dentro de un sentido global de lo que es la identidad, de lo que es la tradición, de lo que es la chilenidad.
Se podría escribir una nueva historia de Chile con estas personas que son adolescentes, que tienen grupos que interpretan cuecas urbanas -es cultura viva- con la creación de algunos centros cuyos actores con toda razón están muy orgullosos y satisfechos. Ha rebrotado un espíritu de chilenidad con una danza -la cueca- que nunca se pensó que iba a tener este efecto.