El realizador búlgaro Iván Tziboulka conoció Chaitén como realiador televisivo varios años antes del desastre natural que afecto el lugar en 2008. Sus buenos recuerdos de la región y su simpatía por los habitantes hicieron que la situación de estas familias le conmoviera especialmente, de allí que el su equipo realizaron un seguimiento por casi cinco años a tres familias de Chaitén que, ante el pelígro, tuvieron que abandonar su pueblo a causa de la erupción del volcán y las cenizas que inundaron, literalmente, la pequeña ciudad. Lo que el documental muestra es como este desastre geográfico afecta la vida de las personas no sólo en términos físicos, sino que también influye en sus maneras de relacionarse y hacer familia.
Se podría decir que este trabajo continua con la búsqueda anterior del realizador en su documental “Gitanos sin carpa” del 2002, en el sentido de tratar de entender la vida interior de un conjunto de personas en movimiento. Desde el inicio la voz en off del realizador va explicando su interés en acompañar a este grupo de chaiteninos en su proceso de duelo por su vida anterior y su proceso de adaptación a las nuevas circunstancias que deben enfrentar, los cambios de ciudad, casa, trabajo, su constante intento de volver a establecerse en Chaitén y las no pocas crisis familiares originas por estas contantes mudanzas, y que van dando cuenta del profundo arraigo de este grupo de personas con su pueblo de origen.
El trabajo adquiere mayor dinamismo cuando es el mismo realizador el que aparece en cámara, sin quitarle protagonismo a los personajes, pero logrando que estos compartan sus reflexiones sobre estos dolorosos procesos. Se trata, además, de personas entrañables –en muchos casos al borde de la candidez- con las que es fácil identificarse y generar lazos, desde el espectador.
“Vecinos del Volcán” hace un muy buen trabajo en exponer las resonancias sociales y personales que han continuado sucediéndose hasta hoy y que marcaron la vida de los siete mil habitantes de Chaitén, a pesar de que el suceso original que hace tiempo dejó de aparecer en la agenda noticiosa.
Probablemente la mayor debilidad del documental sean estas mismas buenas intenciones de compartir de la manera más clara posible el cataclismo emotivo que siguió, al geográfico y que lo hacen tomar una forma bastante televisiva, en una línea similar a los anteriores trabajos de Tziboulka en las series “Al sur del Mundo” o “Grandes Chilenos”. A pesar de las impresionantes imágenes que ofrece un pueblo expuesto a la ferocidad de la naturaleza, y la gran potencialidad fotográfica del trabajo, este se inclina más por los planos pequeños y la insistencia en la intimidad de este grupo de personas, dejando poco espacio para las conclusiones personales de cada espectador.