Las enfermedades nuevas están a la orden del día. Y en Chile, obviamente, no nos hayamos exentos de estos males que trae la modernidad. En el pasado, las epidemias diezmaron a la población mundial. La peste negra mató a más de 75 millones de europeos, en el siglo XIV. En 1918, la llamada gripe española exterminó a alrededor de 80 millones de seres humanos, más que los que murieron en la Primera Guerra Mundial. Ahora, la amenaza la trae el virus Ébola y antes fue el del SIDA. Son nuevos síndromes poco conocidos. Se trata de desafíos que la ciencia médica intenta enfrentar.
Pero la Humanidad no es atacada sólo por esta clase de virus. También aparecen síndromes que representan enfermedades sociales desconocidas. El malestar de los chilenos frente a los casos de colusión de las farmacias, de los productores de pollos, de la evasión tributaria del Grupo Penta, de los abusos de las empresas de retail, de los cobros abusivos de los bancos, de los escandalosos costos de la salud, de la mala calidad de la educación y su alto precio, parece representar uno de esos síndromes. Se manifiesta en la convicción de que la ciudadanía es el pato de la boda. Que hay quienes se aprovechan del poder con que cuentan y la población es la que sufre las consecuencias.
La reacción de los chilenos frente a esta realidad, es lo que calificó recientemente como síndrome MEC el periodista Juan Manuel Astorga, conductor del programa El Informante, de Televisión Nacional.
Pero no es el único síndrome que afecta a los habitantes del país. Ante tanta condena y malestar ciudadano por el comportamiento empresarial, la voz de los empresarios se ha hecho escuchar con fuerza. El presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC), Andrés Santa Cruz señaló que la confianza del sector privado está dañada. La razón: se ha “demonizado el lucro” y “las legítimas ganancias” y se trata de restringir el papel del sector privado en áreas tan importantes como la educación y la salud. Agregó que esto ocurre mientras “ellos lucran o cuando tienen gente apitutada, familiares, trabajando en organismos del Estado”. Se refería a sectores cercanos a la administración actual.
Otras voces empresariales difundieron de manera copiosa su pensamiento. El presidente del Instituto Chileno de Administración Racional de Empresas (Icare), Guillermo Tagle, se mostró impresionado “por la beligerancia con que se trata a cualquiera que opina a favor de los empresarios”. Fue más allá. Señaló que la falta de defensa del sector privado se comenzó a sentir en 2005, pero continuó “sin ningún matiz” en el gobierno de Sebastián Piñera. “Uno habría pensado -agregó- que un gobierno supuestamente de centroderecha disminuiría la crítica oficial hacia el mundo empresarial, y fue incluso más dura”. Por su parte, Patricio Jottar, ex presidente de la misma entidad, hizo una especie de extraño mea culpa. Dijo que es posible que “en el afán de buscar consensos hayamos caído en el error de ceder principios”.
Si aún faltaba algo, el dueño de Agrosuper, Gonzalo Vial, se encargó de aportarlo. Negó que su empresa, la mayor productora de pollos del país, se haya coludido con Ariztía y Don Pollo. Vial dijo que lo que había ocurrido no era una colusión. Que ésta se hacía para fijar precios y que ellos jamás habían hecho tal cosa. La verdad es que la colusión se hace para dominar los mercados y manejarlos al antojo de los coludidos. En Chile ocurrió eso. Los pequeños productores fueron eliminados y las tres empresas sancionadas imponían sus criterios. Además, hay que recordar que Agrosuper fue sancionada y obligada a cerrar su planta productora de cerdos en Freirina. Otra “exageración” de la autoridad, según Vial.
Los planteamientos del sector privado, como los de algunos políticos que se sienten perseguidos porque la Justicia investiga la evasión de impuestos en que ellos aparecen mencionados, ha producido otro síndrome que hoy amenaza seriamente a los chilenos.
La situación no es fácil. Los síndromes de enfermedades sociales tienen consecuencias tan funestas como las pandemias. El MEC (Me están cagando) detectado por Astorga muestra síntomas tales como indignación, inseguridad. En cambio, el síndrome que afecta a algunos empresarios y políticos, curiosamente no es dañino para ellos sino para su entorno, y podría denominarse FEDER (Frescos de raja).