De acuerdo a estadísticas de Bloomberg, el retorno medio del mercado accionario chileno durante 2014 ha sido del 5,97%, cifra que se compara negativamente con la mediana de los mercados emergentes de América, Europa y Asia, de 12,97%; y de Asia emergente, que supera el 18%, aunque por sobre la de Europa y América emergente que llegan a -5,89 y +5,89% respectivamente.
Los mercados desarrollados, por su parte, presentan un retorno accionario medio del 18,2%, encabezados por el dinamismo de EE.UU., cuyos resultados acumulados alcanzan a un extraordinario 27%, mientras Asia desarrollada marca 12.3% y Europa desarrollada, un débil 6,9%, aun así, como vemos, mejor que el retorno de las acciones chilenas.
Qué muestra este panorama bursátil. Desde luego, resultados consistentes con el desempeño de las economías de las zonas citadas: EE.UU. transformándose en la locomotora del mundo; seguido por Asia emergente, especialmente China; con Japón en recesión e iniciando un proceso de ajustes de políticas; América latina, sufriendo la caída de los precios de sus commodities y la actividad de sus socios comerciales; y al último, el viejo continente en recesión y peligro de deflación.
Eurostat, la oficina estadística comunitaria, ha estimado que el PIB de la zona creció apenas 0,2 % durante el tercer trimestre del año, frente al 0,1 % del trimestre anterior y el 0,3 % del primer trimestre. La economía de EE.UU., en tanto, creció 0,9 % el último trimestre (1,1 % el segundo trimestre del año) e Inglaterra, 0,7 % (0,9 % el trimestre anterior).
El premier británico, David Cameron, indicó a The Guardian que observaba “luces rojas de advertencia” en el tablero de la economía mundial, preocupado por las cifras de Europa y la recesión nipona, así como una desaceleración eventualmente larga de China, que también creció menos de lo esperado el tercer trimestre. Una situación similar viven los BRICS, en especial Brasil y Rusia, este último además enfrentado a una crisis geopolítica en Ucrania y que la premier Angela Merkel ha advertido podría extenderse a otras áreas de influencia de la ex URSS. India y México son la excepción en el marco de los países emergentes.
Reino Unido y EE.UU., empero, gozan de buena salud. Claro. Inglaterra ha sido por más de dos siglos la Roma financiera del mundo. Su sistema bancario, aun tras haber manipulado la tasa Libor, es de los más confiables y atrae ahorros e inversión no obstante las bajas tasas que su banco central ha mantenido en los últimos cinco años. Estados Unidos, en tanto, es la potencia militar del orbe, aún con la amenaza de China y Rusia, y sus mercados atraen capitales de todo el mundo haciendo subir los precios de las acciones de sus centros bursátiles, dadas las bajas tasas que la FED también mantiene hace años.
En efecto, Wall Street comenzó la semana con máximos históricos para el S&P 500 que tocó nuevamente los 2.041,32 puntos; y el Dow Jones de Industriales, que llegó a 17.647,75 enteros, en una sesión donde el dato de producción industrial en EEUU bajó 0,1% en octubre, frente a un repunte previsto de 0,2%, la segunda baja de este indicador en los tres últimos meses.
Junto con su poder institucional y de confianza, Inglaterra y EE.UU. han mostrado una austeridad fiscal menos rígida de lo esperado y presentan los mercados laborales más flexibles del mundo desarrollado. Dichas condiciones han estimulado el gasto de los consumidores e incentivado la inversión de las compañías en Bolsa. La preocupación de Cameron, empero, es que esta dependencia del gasto o demanda doméstica provoque que las dos economías, ya altamente endeudadas, contraigan aún más deudas, una situación que es menos amenazante en EE.UU. donde el déficit del gobierno está cayendo rápidamente, en contraste con el Reino Unido.
Y mientras en la reunión de jefes de Estado del club del G20 se llamó a abrir el comercio y acabar con la evasión de impuestos de las multinacionales –iniciativas que esperan aumenten el ingreso colectivo en unos US$2 millones de millones-, el presidente del BCE, Mario Draghi, volvió a urgir a los gobiernos de la zona a desplegar “una política económica común para que las economías vuelvan al buen camino”, dado que la sola unión monetaria no ha conseguido el objetivo. Alemania, también reduciendo su actividad, amenaza avanzar en dirección opuesta al buscar reducir su actual déficit con políticas de austeridad.
Para Japón los problemas son producto de sus propias políticas, luego que el primer ministro Abe aumentara el IVA aplastando la confianza de los consumidores y empresas, una decisión que ahora debió aplazar, junto con llamar a nuevas elecciones de la cámara para legitimar su mandato. La situación muestra que en la actual condición de la economía global, las mejorías en la situación de los países no pueden abordarse desde supuestos intereses nacionales, pues la globalización e interconectividad hace pagar altos costos a quienes asumen voluntaristamente esas decisiones políticas, por sobre las económicas.
Chile, en tal entorno, solo puede esperar que sus principales socios comerciales vuelvan a crecer a ritmos superiores, pero puede ser proactivo en aumentar sus esfuerzos público-privados para diversificar las fuentes de ingreso exportador en áreas no mineras. Las exportaciones mineras -que explican el 50% de sus ingresos- volverán a volúmenes y precios mejores solo con la recuperación de la actividad de China, Japón y Europa, y se sostendrán gracias a EE.UU., por lo que el desafío es aumentar la productividad y rentabilidad minera, considerando precios parecidos a los actuales por un buen tiempo.
Una recuperación de largo plazo de los países desarrollados requiere ajustar su propia relación ingresos-deuda, por lo que el proceso será más lento y largo que lo esperado y, por consiguiente, la actual baja valorización de las firmas chilenas en Bolsa dependerá mucho de la estabilidad institucional del país, así como de los propios esfuerzos de las compañías por aumentar su productividad y renta a los accionistas.